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“Tú eres mi hermano del alma, realmente un amigo, que en todo camino y jornada está siempre conmigo...”, con esta estrofa, un coro de 200 niñas y niños del Instituto Miguel Ángel y del Colegio México recibió a Juan Pablo II durante su primera visita a tierras mexicanas en enero de 1979.

A 37 años de este suceso, un grupo de ex alumnos de dichas instituciones relatan en entrevista con EL UNIVERSAL cómo esto influyó en sus historias de vida.

“Soy un instrumento de Dios”

María Guadalupe Vargas Ortega tenía 12 años de edad y dos de pertenecer a la estudiantina de su escuela, cuando se supo que un Papa llegaría a México. Entonces vinieron los ensayos para tres canciones: Tú eres Pedro, El himno a la alegría y Amigo.

María tenía la idea de que el pontífice era un señor al que subían a un trono, una persona lejana, “pero Juan Pablo se acercaba a la gente, nos incluía a todos, eso me dio ternura, dejó un sello en el inconsciente. Me marcó en el sentido de que todo lo que hiciera fuera en el rumbo del servicio y del amor”.

Después de cantarle al Papa, aquella niña supo que su destino era ayudar a sus semejantes, por ello estudió logoterapia, disciplina que trata de la búsqueda de sentido a la vida a pesar de todo, que decida su actitud ante el dolor, ante la tristeza. También es tanatóloga para ayudar a los demás a superar sus pérdidas. “Creo que soy un instrumento de Dios; no soy la que hace las cosas, sino es a través de él que ayudo a la gente. Eso lo entendí del Papa: él era una herramienta de Dios para dar mensajes de paz. Si tú marcas a una persona es suficiente, no necesitas ser el Papa, debes hacer un cambio profundo en ti para dar amor”.

Cantarle al Papa la hizo siempre fiel

Eugenia Navarrete Rodríguez tiene 49 años, pero sus recuerdos de haberle cantado a un santo permanecen intactos. Ella estudiaba en el Instituto Hispano Inglés y fue elegida de entre 30 compañeros de primero de secundaria para asistir al encuentro que Juan Pablo II sostendría con jóvenes del país. “Cantarle al Papa me llenó de satisfacción y felicidad inmensa. Me siento agradecida con la vida por la oportunidad de estar ahí, me reafirmó como miembro de la religión católica, reafirmó mi fe. Cuando Juan Pablo II dijo que los jóvenes eran el futuro del mundo me hizo sentir más comprometida, con la escuela, con mi profesión. Entendí que cuando uno se esfuerza consigue muy buenos resultados”.

Un verdadero privilegio

“Para mí era venir y cantar algo más, como niño no dimensionas. El mero día, mi mamá me puso rímel en las pestañas y cuando entré a la escuela ya estaba toda escurrida, porque había llorado, no de emoción sino porque la gente empujaba, todo mundo quería entrar al patio del Miguel Ángel”. Así recuerda ese 30 de enero María de los Ángeles Cuéllar, conocida como Gela y quien con nueve años era de las más pequeñas de la estudiantina.

Con el paso de los años, Gela se sintió afortunada por haber conocido a un santo y confesó que cada que escucha la canción Amigo, se le enchina la piel. “Me siento privilegiada, tuvimos la oportunidad de cantarle a un ser muy especial. Me preguntaba por qué la gente lloraba cuando lo veía, y al tenerlo frente a mí, las lágrimas de emoción brotaban solas.”

La canción vuelta himno

Sólo tres meses de pontificado tenía Karol Wojtyla cuando visitó México.

Los maestros Alejandro Mejía, Carlos Martínez, Marcela Pliego y Rodolfo Sánchez-Armas tenían la misión de dirigir al coro que le cantaría tres temas a Su Santidad. Tenían Tú eres Pedro, escrita por Mejía, y El himno a la alegría; faltaba una canción y quedaba poco tiempo, pensaron en Guadalajara, Cielito Lindo, Peregrina, pero nada los convencía, hasta que un alumno del Colegio México gritó “¿Por qué no cantamos Amigo? El Papa dice que los niños somos sus amigos”.

Sánchez-Armas no conocía la canción y Mejía entonó un fragmento, las lágrimas corrieron por las mejillas de Rodolfo y entonces supieron que sería la tercera melodía. Jamás creyeron que se convertiría en un himno, “es un sonido que quedó grabado en los mexicanos, en el mundo entero asocian la canción Amigo con Juan Pablo II” dijo Rodolfo Sánchez-Armas.

Después llegó la fama, los 200 niños grabaron con Musart un disco con la canción Amigo, “como profesionales, nos metían a la cabina, con los audífonos, yo tocaba el acordeón, fue increíble”, recordó Margarita Chico, directora general de Trabajando.com.

Santiago San Román actualmente es administrador público en el gobierno federal, entonces tenía 12 años y recuerda que cuando se escuchó el helicóptero en el que llegó el Papa, sintió una emoción impresionante y a la fecha cree que a diferencia de sus sucesores, Juan Pablo II “tenía un gran carisma y una cara tan angelical que de verla te daba paz”.

El Papa que vino a aprender

Lo que más sorprendió a los niños es que Juan Pablo II hablara español y les demostrara tanta atención, ya que se despidió diciendo “niños, así como ustedes vienen a la escuela a aprender, hoy el Papa ha venido a la escuela a aprender y aprendió Bendito el que viene en nombre del señor, aprendió México siempre fiel y aprendió Amigo”.

A diferencia de sus compañeros, Jessica Domínguez afirmó que a pesar de su corta edad, 9 años, le impactó la manera en que el Papa tocó el corazón de todos los mexicanos, “estaba chiquita, pero me llegó”.

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