Los conflictos en su hogar y el paso de su hermano por el tutelar de menores la llevaron a sentir un “vacío” que la condujo a consumir drogas desde los 13 años y a establecer una relación con una persona mayor que ella.

“Un día él estaba drogado, me cacheteó horrible, tan fuerte fue el golpe que me caí. Quedé un minuto en el piso, asimilando lo que estaba pasando, en ese momento dije basta”, recuerda.

Luis siendo aún adolescente se rodeó de “malas amistades”, sentía un vacío que lo llevó a consumir drogas, a abandonar la escuela, a relacionarse con narcomenudistas y a confrontarse con sus padres.

“Me sentía triste, que todo lo que hacía era en vano. A los 14 años conocí gente, comencé a salir, me juntaba con personas más grandes que yo, se drogaban, robaban, me empecé a hacer un vago. Dejé la escuela, no entré a la preparatoria y siempre estaba en la calle”, cuenta quien ahora tiene 27 años.

Luis y Mariana son dos de los 50 jóvenes que integran el grupo Hermanos en Cristo, un colectivo juvenil católico que se reúne los sábados desde las 17 a las 20 horas en la parroquia de San Miguel Arcángel, en la colonia San Miguel Chapultepec, en donde abordan temáticas que atañen a la juventud desde la perspectiva del evangelio y realizan actividades en favor de la comunidad.

En esos momentos de crisis, el acercarse a la Iglesia fue para Luis y Mariana una forma de comenzar a cambiar sus vidas, buscar una nueva oportunidad. Coinciden en que al entrar al grupo su idea de Dios se modificó, y aunque los cambios no se vieron de inmediato, poco a poco su espiritualidad les ayudó a sanar heridas.

“Es lógico que no surja un cambio de la noche a la mañana, sales y todo es hermoso, no. Es trabajar, chambearle, la que me impulsó fue mi mamá, pues al principio me resistía. No es que el estar en un grupo te haga feliz, sino las situaciones, los actos que haces, el trabajo, es un todo. Esto me hizo sanar ciertas partes y quisiera que personas que viven lo que yo, pudieran encontrar esta sanación y plenitud”, explica Mariana.

“Hoy digo que todo eso que viví, esas malas situaciones fueron porque Dios siempre estuvo conmigo, me cuidó porque él quiere que haga algo más”, dice Luis al recordar sobre su Pascua Juvenil, su primer acercamiento con la Iglesia, que consistió en un retiro de cuatro días en el que estaba completamente incomunicado para realizar actividades en busca de su espiritualidad.

Llegar a los jóvenes

Los grupos juveniles como Hermanos en Cristo son parte del programa de formación de la Comisión de Pastoral Juvenil de la Arquidiócesis de México, que realiza actividades como retiros, talleres, congresos y conferencias en temas de adicciones, sexualidad y familiares.

“Formamos a los jóvenes de una manera catequética, espiritual, pero también de valores”, comenta el padre Juan José Cedeño, director de la comisión.

Explica que los jóvenes que participan en la Iglesia tienden a “portarse bien” y a integrarse más a su familia, además el “estar cerca de Dios les ha ayudado a alejarse de situaciones de adicciones y de violencia”.

“Los chavos que normalmente participan en la Iglesia tienden a portarse bien, por decirlo así, tienden a llevar su vida de valores, se han integrado más a su familia, han comprendido más su rol en el entorno en que viven. Creo que la Iglesia y el hecho de estar cerca de Dios les ha ayudado a estos jóvenes a alejarse de todas estas cosas y se han adaptado a la sociedad”, destaca.

Reconoce que es “complicado” acercar a los jóvenes que no están allegados a la Iglesia, porque tienen apatía y desinterés, no sólo en temas de religión, sino en otros ámbitos, por lo que el reto es llegar a la juventud, y que una vez dentro se entusiasmen con su vida.

“He notado en estos últimos años de trabajo con los jóvenes una gran apatía y un gran desinterés en participar en las actividades, no solamente de la Iglesia, sino de la familia, en el deporte, la política, en todos los aspectos. Pero cuando los traemos cambia la moneda, los chavos le entran, participan, son entusiastas, creativos, les damos la oportunidad y hacen maravillas, el punto es poder llegar a los jóvenes para cautivarlos y tenerlos de este lado”, señala Cedeño.

Explica que la Comisión de Pastoral Juvenil de la Arquidiócesis de México se divide en ocho vicarías, por lo que en el Distrito Federal participan alrededor de 50 mil jóvenes en las actividades.

Claudia Guadarrama, quien desde los 12 años forma parte de un grupo católico y que hoy, a los 27 años, es coordinadora de Hermanos en Cristo, admite dos cosas que dificultan la participación de más jóvenes en el colectivo: la idea de que la Iglesia es aburrida y la falta de compromiso, pues aunque lo intenten es complicado que continúen en la agrupación.

“Es frecuente que los jóvenes piensen que es muy aburrido, creen que nada más es venir a rezar, también se enfrenta la falta de compromiso. Empiezan pero son sábados de 5 a 8 cuando nos reunimos, hora en la que claramente todo el mundo está en la fiesta, en un parque, de viaje, con su familia, amistades, entonces puede ser que digas: ‘Prefiero estar con mis amigos’”.

Más que un grupo, los miembros de Hermanos en Cristo se describen como una familia. “Todos somos jóvenes, hacemos cosas igual que los demás, vamos a fiestas, nos divertimos, pero aquí entra la diferencia, nosotros, por nuestra fe sabemos cuáles son nuestros límites y tratamos de vivir todo con responsabilidad”, dice Sebastián de 20 años.

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