Hace no mucho tiempo, Roberta Jacobson, subsecretaria de Estado adjunta para el Hemisferio y hoy candidata del presidente Barack Obama para ocupar su embajada en Mexico, aceptaba responder a la siguiente pregunta de EL UNIVERSAL:

¿Diría usted que la vieja frase del general Porfirio Díaz, “pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”, sigue hoy teniendo vigencia? Casi de inmediato, Jacobson respondió lo siguiente:

“Si usted revisa las páginas de EL UNIVERSAL en los últimos 98 años, encontrará amplia evidencia de que nuestra relación bilateral se ha reforzado consistentemente y adaptado en función de los nuevos desafíos.

“Nos hemos convertido en mucho más que dos países que comparten una frontera de tres mil kilómetros. Especialmente en los últimos 20 años hemos llegado a aceptar nuestro destino compartido y el potencial de una integración mucho más profunda y como nunca antes…”.

La respuesta de Jacobson, una funcionaria de 53 años, que nunca ha ocultado su interés y fascinación por México, reveló el alcance de una inteligencia puntiaguda y el largo recorrido de una diplomática experta en sortear las sinuosas relaciones con un país complicado que conoce de primera mano y desentrañarlo sin intermediarios. Pocas funcionarias del Departamento de Estado como Roberta Jacobson conocen tan bien a México. Lo mismo la naturaleza del mexicano, que su espíritu de amor y odio hacia EU.

En los últimos años, detrás de cada programa de cooperación bilateral entre México y Estados Unidos; lo mismo para reforzar la lucha contra los cárteles que para favorecer el comercio, o para robustecer el aparato de justicia, los derechos humanos o los medios de comunicación, la mano de Jacobson ha estado detrás de cada negociación. Cuando la Casa Blanca anunció, en septiembre de 2014, su elección de María Echaveste, como la primera mujer que aspiraba a convertirse en embajadora de Estados Unidos en México, una preocupación surgió de inmediato:

“No es de carrera y además tiene poca experiencia para lidiar con el Congreso durante el proceso”.

Hoy, luego de conocerse la designación de Roberta Jacobson a ocupar la embajada en México, el consenso entre los especialistas y los analistas de las siempre complejas relaciones entre Washington y la ciudad de México, llegaban a la misma conclusión: “Roberta es quizá la funcionaria del Departamento de Estado que más ha interactuado con el Congreso. La conocen demócratas y republicanos. Es muy difícil que alguien cuestione su idoneidad”.

Hace poco más de un año, Roberta Jacobson aprovechó un encuentro con varios periodistas para sincerarse sobre sus preocupaciones sobre México. La violencia que azotaba al estado de Michoacán había capturado la atención de la opìnión pública internacional: La violencia “está mucho más alta de lo que nos gustaría ver y, sin duda alguna, de lo que le gustaría ver al gobierno de México”.

El eventual arribo de Jacobson a México marcará así una escala en el ascenso de una funcionaria que ha tenido una carrera notable en el Departamento de Estado donde se inició, desde 1989 y hasta el año 2000, como responsable de varias oficinas en el Departamento del Hemisferio Occidental.

Su dominio del español y experiencia en América Latina y Cuba, en particular, la convirtieron en la candidata para pilotar el histórico proceso de reconciliación entre Washington y La Habana.

Entre los años 2000 y 2002, fue designada como subjefa de misión en la embajada en Lima, Perú. De ahí, regresaría a la Oficina de Asuntos Mexicanos en la Oficina del Hemisferio Occidental. Desde 2007 a 2010 fue subsecretaria de Estado adjunta para Canadá, México y el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

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