Antes en las calles de México los niños jugaban trompo, canicas, al doctor o al policía, convivían y asumían roles que eran constructivos y funcionales en una sociedad pacifica; hoy, ante el clima en el que impera la violencia, deben aprender a ser víctimas o agresores y han modificado sus conductas para emplear su creatividad en acciones que los hagan sentir seguros, coincidien especialistas en materia de derechos humanos de los niños.

Nelia Tello, investigadora de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y especialista en modelos de intervención entre los jóvenes, explicó que los niños están influidos por un ambiente violento que al interiorizarlo lo hacen como si fuera algo natural, “no les causa sorpresa, es el mundo en el que nacieron y en el que se desenvuelven”, expresó. Agregó que los menores pueden crear dos sentidos de defensa: ser agresivos o tolerantes ante hechos violentos.

El primer caso tiene que ver con aquellos niños que al presenciar cualquier tipo de violencia se vuelven ansiosos y esta sensación de incertidumbre les provoca miedo, que a su vez les hace ser agresivos, incluso cuando nadie los está molestando.

“Esta violencia social que se ve en los medios, de asaltos y muertes, va incidiendo en sus costumbres de cotidianidad; entonces son incitados a defenderse y se vuelven muy agresivos, todo el tiempo están esperando que los demás los agredan y se preparan para defenderse”, explicó.

Por otra parte se encuentran los niños que aprenden a tolerar la violencia, que son educados bajo un sistema de sobreprotección que no aprenden a convivir y viven de manera aislada.

Por eso, señaló Tello, la violencia se ha convertido en un medio en el que los niños tienen que sobrevivir y para eso crean habilidades diferentes.

Con 11 años, Juan David Hernández diseñó una mochila que sirve para protegerse de las balaceras y robos que se registran todos los días en Matamoros, Tamaulipas, ciudad en la que vive.

En una feria de ciencias a nivel estatal explicó que su mochila tiene un chaleco a prueba de balas, una alarma, una lámpara y un sistema GPS que se conecta al teléfono de sus padres.

Afirmó que debido a la delincuencia que prevalece en su comunidad y a que las balaceras son cosa de todos los días, la mochila que creó es de gran utilidad. Aseguró que en caso de emergencia los niños se pueden tirar al piso como les han enseñado las autoridades de Protección Civil y cubrirse con la mochila la cabeza y la espalda para evitar que una bala perdida les impacte.

Silvia Novoa, directora de la organización World Vision en México, aseguró que los niños no nacen violentos, sino que aprenden a ser agresores porque replican lo que ven en los adultos o en los lugares en los que se desenvuelven. Afirmó que antes los pequeños utilizaban su creatividad para jugar, pero ahora lo hacen para defenderse o para agredir a los demás.

Mencionó que esto tiene que ver con que en el país la violencia se ha glorificado y eso genera que existan niños que anhelen formar parte de las filas del crimen organizado y satisfacer su sentido de pertenencia, aunado a que de esa manera podrán acceder a diversos lujos y esto también provoca en los menores miedo a crecer, porque se sienten más vulnerables a ser reclutados por las bandas criminales.

Expertos en derechos de los niños coinciden en que la violencia no sólo ha modificado conductas en materia de seguridad o en los quehaceres diarios de la sociedad adulta, sino que ahora se hará común que los menores se preocupen por salvaguardar sus vidas.

Nashely Ramírez, coordinadora de Riririki Intervención Social y experta en educación, aseguró que el impacto de los episodios de violencia en los niños tienen consecuencias importantes en la sociedad. “Los cambios que ha tenido la seguridad en México se reflejan, incluso, en sus actividades cotidianas puesto que además de asistir a la escuela o jugar, planean soluciones que los protejan de balaceras”.

Agregó que esto es el resultado del alejamiento de los padres, quienes debido a la vida laboral no pueden estar el tiempo necesario con ellos ni controlar el contenido de los mensajes a los que son expuestos en su día a día.

Sobre la manera en que México ha cambiado para los niños en materia de seguridad, afirmó que lo ha hecho en dos aspectos: el primero es el poco tiempo que los padres dedican a sus hijos a causa del ritmo de vida, casi siempre por cuestiones de trabajo; mientras el segundo aspecto que ha cambiado la realidad de los niños es la globalización y el uso de nuevas tecnologías de comunicación que, ante la ausencia de los padres, carecen de una regulación e interpretación acompañada sobre su uso y su significado.

Aclaró que la regulación de contenido violento en los medios de información no implica “un ataque a la libertad de expresión”, en cambio, se trata “de cómo se regulan los contenidos de alta violencia a los que, inevitablemente, estarán expuestos los niños”.

Sobre las acciones que debe tomar la sociedad y el gobierno para resolver este problema en aumento, dijo que el mayor déficit que presenta México en esta materia está en las estrategias de apoyo y desarrollo social.

Dijo que se mantiene la idea errónea de que al hablar de asesoría sicológica se está “hablando de enfermedad” y este paradigma no sólo domina la cultura social, sino también las estrategias gubernamentales: “No hay una política que incorpore la salud mental en su parte individual y colectiva”.

Destacó que entre las medidas exitosas de la Secretaría de Educación Pública (SEP) se encuentra el programa de escuelas de tiempo completo, puesto que aprovecha el aprendizaje colectivo para asegurarse que los menores desarrollen su día en un ambiente seguro. Agregó que las medidas para prevenir que sepan que crecen en ambientes inseguros deben ser de alcance nacional, pero asistidas de manera local.

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