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Culiacán, Sin.— Un helicóptero artillado de fabricación rusa MI-17 de la Fuerza Aérea Mexicana, como el que trasladó a Joaquín El Chapo Guzmán en su última reaprehensión al penal de El Altiplano, desciende en la punta de un cerro en la Sierra Madre Occidental, en los límites entre Sinaloa y Chihuahua.

Al día, una aeronave puede destruir hasta 50 plantíos con dimensiones de entre 50 metros cuadrados y hasta media hectárea, si las condiciones de seguridad y meteorológicas son favorables, pero cada vez hay más dificultades.

Los campesinos siembran en pedazos de tierra sobre las empinadas laderas de la cadena montañosa, lugares a los que sólo se puede llegar a pie o en mula, tienden cables de alambre de un cerro a otro que podrían derribar los helicópteros, meten a mujeres y niños en los plantíos cuando sobrevuelan las aeronaves para evitar la fumigación o les lanzan piedras con hondas.

“En fechas recientes, en el municipio de Tamazula, Durango, al detectar la presencia de un helicóptero fumigador se introdujeron [civiles] en los sembradíos, con el fin de evitar que fueran fumigados. Para esto deberá alertar al personal a su mando para efecto de que en caso de presentarse se extremen medidas de seguridad, evitar que se presente algún tipo de incidente o agresión a las aeronaves, informando de inmediato a la Zona Militar. Posteriormente, una base de operaciones cercana será la que lleve a cabo la destrucción del plantío”, alertó el teniente coronel Feliciano Moreno Michaca en la reunión previa.

Después de media hora de vuelo desde Culiacán llegan a su destino. Uno a uno bajan los soldados y pilotos de la Fuerza Aérea Mexicana con metralleta en mano, chaleco antibalas, casco y corren para tomar posición de seguridad. “Estamos a 2 mil 800 metros de altura sobre el nivel del mar, es el Triángulo Dorado, zona de El Chapo.  Tenemos una base de operaciones establecida en la zona desde el 3 de octubre para seguridad de la aeronave fumigadora que será acompañada por otra ‘sombrilla’”, explica Moreno Michaca. La “sombrilla” es escolta de la primera con personal armado para repeler un ataque.

La Secretaría de la Defensa Nacional cuenta para esta zona con tres cuadrillas de fumigación, cada una con dos aeronaves en las que hacen recorridos para localizar plantíos y secadores, como se le llama a los tendederos en los que cuelgan la hierba para secarla al sol. Los soldados que integran una base de operaciones, como aquellos que el pasado 30 de septiembre descansaban en Badiraguato, Sinaloa, y que después fueron emboscados por narcotraficantes en Culiacán, viven en la sierra durante tres meses.

A la sierra uno, en el norte de la estación, se acercan un Bell 407 y un Bell 206, ambos asignados por la novena Zona Militar para la fumigación cerca del poblado de San Javier de Arriba y El Saucito, informa el capitán primero Omar Avalo Sandoval. Desde el aire se distinguen casitas con techo de lámina a la orilla de un río, al fondo de la barranca.

El paisaje es verde y azul. Abajo varias cadenas montañosas, una tras otra, tapizadas de encinos y cazahuates. Arriba las escasas nubes permiten ver el azul profundo, hay tanta tranquilidad que se escucha la plática de quienes están a 100 metros o el aleteo de las águilas que vuelan en círculos.

En lo que va del año, en Sinaloa han sido destruidos 5 mil 804 plantíos de marihuana, en 988 hectáreas; 5 mil 360 plantíos de amapola, en 997 hectáreas, resaltó el general Rogelio Terán Contreras, quien encabeza el Operativo Integral Sinaloa-Durango.

En cada ranchería no hay más de 20 casas, son campesinos que siembran calabaza, sandía y pepino para consumo personal, pero también siembran amapola o marihuana para tener dinero. “Aquí, el kilo de goma de opio lo venden en 30 mil o 35 mil pesos, pero deben restarle 5 mil de la cuota de seguridad”.

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