Se le conoce como el colombiano condenado por uno de los secuestros más largos en la historia de la Ciudad de México, hecho que concluyó con el hallazgo de los restos de Priscila Loera en 2010, dos años después de que fuera privada de su libertad. Su nombre es Nino Colman Hoyos Henao.

Colman Hoyos decidió que su estancia en la cárcel no debía prolongarse por mucho tiempo y que nadie podía defenderlo mejor que él para comprobar su inocencia.

En entrevista con EL UNIVERSAL desde el interior del Reclusorio Preventivo Varonil Oriente de la CDMX, el colombiano narra cómo fue que decidió estudiar y conocer el sistema penal mexicano.

Fue condenado a 60 años de prisión por considerársele coautor material del plagio. Se le responsabilizó de haber creado los correos electrónicos con los que los secuestradores negociaron con la familia de Priscila el pago por su liberación.

En este momento está pendiente la reposición de su procedimiento, debido a que un juez de amparo concluyó que le fue violado el debido proceso, porque al momento de su detención y durante todo su procedimiento no le fue brindada la ayuda consular que todo extranjero tiene derecho a recibir.

Durante los siete años que ha pasado en la cárcel y ante las pocas posibilidades que tenía para entender por qué sus ex jefes lo acusaban de secuestrar a su hija, con quien, asegura, jamás cruzó palabra, Nino Colman entendió que necesitaba conocer el sistema legal mexicano porque las cosas no estaban ocurriendo de acuerdo con lo que sabía del sistema que se utiliza en su país.

Ha estudiado para comprender lo que le decían sus abogados y lo que sucedía en las audiencias de su proceso penal. Esa preparación la ha utilizado para llevar los casos y liberar a cuatro de sus ex compañeros del reclusorio.

Esos logros le ayudan a mantener la esperanza de que una vez que inicie la reposición de su procedimiento podrá ofrecer pruebas y utilizar esos conocimientos a su favor, llegar a la verdad sobre quién lo implicó en el secuestro de Priscila y por qué, para después iniciar la lucha en busca de recuperar su libertad.

Llegada a México

Nino Colman llegó al país en el año 2000, cuando tenía 27 años; trabajó como encargado de la informática de una empresa dedicada a la venta de equipos de cómputo en la Plaza de la Computación, en el centro de la Ciudad de México.

Durante sus primeros años en el país contrajo nupcias y luego de cuatro años, se divorció. Actualmente tiene novia y porta un anillo en el dedo anular izquierdo, el cual le recuerda que cuando quede libre será el momento adecuado para casarse con ella.

Las cosas cambiaron por completo el 11 de agosto de 2009, cuando fue detenido por agentes de la procuraduría capitalina y comenzó su paso por el sistema penal mexicano. “Primero me detienen, me golpean, por eso está la sentencia sobre la tortura, porque yo no me podía parar ni estar sentado; me lastimaron en la nuca. Luego me informaron que me iban a ingresar acá y todo empezó a empeorar. Cuando me ingresaron pregunté qué iba a pasar y nadie me informó nada, cada vez me veía más adentro y más y más. Pasaban los días y las diligencias, pero nada se resolvía”, relata.

Su proceso penal duró un mes y medio. En las breves entrevistas que pudo tener con su abogado, Colman Hoyos no entendía qué estaba pasando. Entonces vio el libro rojo en el que éste se apoyaba siempre y pidió a su madre, Francia Henao, que le comprara uno igual: la Legislación Penal de la CDMX.

“Este libro se volvió mi almohada, mi cobija, mi toalla. Tuve que empezar a leerlo y conocer las leyes mexicanas solito; no había nadie a quién preguntarle si lo que estaba leyendo lo estaba entendiendo bien porque, ¿aquí dónde están los abogados?. Aquí nunca vienen”, dice.

Se enteró que dentro del reclusorio podía estudiar la licenciatura en Derecho, pero cuando solicitó informes, no estaba en tiempo de inscribirse. Debía esperar dos años más; en tanto, pidió permiso para acudir a clases como oyente.

En 2011, a punto de inscribirse, lo trasladaron al módulo Diamante del penal de Santa Martha; sin embargo, gracias a lo que había aprendido solicitó un amparo, realizado por él mismo, para regresar al Reclusorio Oriente. “Regresarse del Diamante no está fácil, pero lo logré”, afirma.

A su reingreso al Reclusorio Oriente, sus compañeros le pidieron ayuda y varios se le acercaron para solicitar asesoría.

Dos de los ex reclusos que Nino liberó estaban acusados de robo y otros dos de trata. A dos de ellos los liberó con incidentes y a los otros dos con amparos. De todos, solamente uno se acercó a despedirse y otro aún mantiene contacto con su madre.

“En siete años he aprendido que un gran porcentaje de los procesos gira en torno a dichos, pero mi juicio es sobre un delito que se puede comprobar o desvirtuar; hay una huella ahí y todo se basó en dichos”, señala.

Un día antes de que EL UNIVERSAL realizara esta entrevista, Colman fue llamado ante el juez que lleva su caso para preguntarle si fue notificado de la sentencia del 6 de julio, emitida por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que confirmó la resolución del Tribunal Colegiado de Circuito y ordenó la reposición de su procedimiento. “Hay una solicitud de transparencia; quieren una versión pública de mi sentencia. El juez me preguntó si yo había sido notificado y si tenía copia, porque el Instituto Nacional de Transparencia metió las manos y le ordenó al juez que entregue la copia, pero no tenemos nada”, dice.

Una vez que se le notifique la sentencia de la SCJN, el juez deberá reponer el procedimiento por el que fue condenado y entonces podrá aportar las pruebas de descargo que estime necesarias.

Confía en que pueda llegar a un entendimiento con el abogado de oficio que le asignen para que le permita hacer equipo y llevar juntos su juicio. “Tengo una presión muy grande porque yo sé que lo que pueda hacer es lo que me va a ayudar. Me sentía muy bien en México, en las escuelas de Colombia nos enseñan que México es la segunda patria. Si recupero mi libertad, no sé si me quedaré”, explica.

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