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Una serie de letreros en mantas de color verde olivo advierten: “Puesto militar próximo, Puesto militar de seguridad 200 metros”. Al llegar al punto, un integrante del Ejército se acerca y lanza firme: “¿Por qué está aquí?, ¿quiénes son?, identifíquese. Al recibir una credencial toma un cuaderno, anota el nombre y la dirección, además solicita un número telefónico de cada persona que pasa por el lugar. La presencia de una tanqueta y los militares es lo único diferente de este sitio a lo ocurrido hace 185 días, cuando Joaquín Guzmán se escapó del penal de El Altiplano, que se observa al fondo.

Es la cárcel de máxima seguridad que ha sido reforzada antes del reingreso de El Chapo, la noche del viernes 8 de enero de 2016, pero ahora bajo el número de reo 3870-AJ-08-01-16.

El polvo, las excavaciones, las obras sin concluir del Cutzamala, así como las construcciones abandonadas y las casas o negocios que rodean el perímetro del Centro Federal de Readaptación Social Número 1 permanecen ahí como aquel 11 de julio de 2015.

El camino está deteriorado, a unos metros de ahí se ubica un segundo grupo de militares, apoyados con otro tanque vigilante. Los ocupantes observan el pasar de los autos, camiones y camionetas que circulan por la zona.

El filtro militar es paso obligado para quien desee llegar a la instalación de la policía estatal, el penal federal o las más de 60 casas que se encuentran ubicadas en los alrededores de la cárcel federal, algunas incluso a sólo 10 metros de la barda perimetral, incluida una escuela.

La primera parada para quien transita por el lugar es la zona frente al Colegio de Policía, ahí hay dos tiendas y un cibercafé, que permanece abierto los siete días de la semana, el cual es uno de los más visitados. Los autos pueden permanecer estacionados, pero entre semana existe una cuota de 20 pesos por tiempo libre.

Los vecinos se quejan del polvo que lleva meses entrando a sus casas y negocios, extrañan cuando ese camino, de doble vía, estaba pavimentado. Desde la fuga de El Chapo no les gusta hablar mucho con extraños, no quieren problemas.

Es el punto límite. Para llegar al otro extremo del penal se debe tomar la desviación que se ubica a la entrada de la zona de aduana de visitas de esta cárcel federal, de las cuatro que al menos existen en el país. Durante el trayecto se puede observar la misma excavación que está desde ese mes de julio y que se extiende por todos los costados del lugar. Sobresalen los tubos empleados en la construcción del Cutzamala.

Al llegar al área donde se puede circular cerca de la barda perimetral del penal, los equipos de las televisoras nacionales e internacionales prácticamente invaden dos terrenos desde donde transmiten sus reportes. Mientras que dos camionetas con personal equipado con armas de la Policía Federal realizan recorridos en la zona hasta una distancia de 200 metros.

Más adelante se advierte que la sección de la línea tres de las obras del Cutzamala, que sirvieron a los constructores del túnel por el que se escapó Joaquín El Chapo Guzmán para realizar la excavación de un kilómetro, ahora está concluida pero sin pavimentar.

Al seguir de largo y bordear la pared perimetral de la cárcel nuevamente se observa la excavación y tubos de gran tamaño sobre la terracería.

La gente realiza su vida con normalidad, a lo más se quejan de la falta de agua y en esta temporada también por el frío, porque el viento cala.

Se observan jóvenes caminando sobre las vías del tren, que está ubicada a menos de dos metros de la barda perimetral del penal.

En otro de los puntos, a escasos 250 metros del penal, junto a ese camino de terracería, se ubica una excavación más, sólo que luce abandonada. En el interior hay una escalera metálica sobresaliendo de un hoyo, junto está una camioneta y una planta de luz, algo que no existía en el kilómetro 37 de esa vía federal, como tampoco inmuebles a medio construir.

Desde ese punto se puede ver el terreno que compraron los cómplices de Joaquín Guzmán, en el que se introdujo todo el equipo tecnológico para construir el túnel que le permitió al capo más buscado del mundo protagonizar una huida digna de una película.

En total hay nueve medidas de seguridad reforzadas, algunas invisibles: cambiaron el equipo de detección de drogas y explosivos; se instalaron arcos detectores de metal y rayos X; se realizaron cambios al sistema perimetral, se dio mantenimiento a 234 cámaras de videovigilancia de circuito cerrado y se colocaron cables antiaéreos. Y se hizo una rotación a otros penales de los 40 reos más peligrosos, incluso algunos fueron deportados. La vigilancia ha cambiado desde hace seis meses.

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