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Allí donde cruzar las calles es rifársela, y más en la hora pico de los oficinistas, que pasan sobre lo que sea por llegar a su trabajo con puntualidad, unos motociclistas de Tránsito de la ciudad actúan con la destreza de ángeles de la guarda de un grupo de senadores en bicicleta.

Forman un pelotón engrosado por camarógrafos, fotógrafos y reporteros que se mueven en una flotilla de motocicletas, en la tarea de tomar registro de esa forma de celebrar los 200 años del invento de esa maravilla que es la bicicleta y el festejo mundial de su día.

Salen senadores a dar la vuelta en bici, no así los diputados federales, quienes prefirieron enclaustrarse en el Palacio Legislativo de San Lázaro, en vez de recorrer unos cuantos kilómetros en esos paseos que ya son más comunes en las ciudades y que se les llama “rodadas”.

Ruedan, pues, las bicicletas, a las 8:28 horas, desde su punto de partida: la bahía del Auditorio Nacional. Van a cubrir la ruta de Paseo de la Reforma hacia el nororiente, en la esquina con Insurgentes, que para muchos es la más importante de la gran urbe; darán vuelta a la izquierda y subirán a la explanada de la plaza Luis Pasteur, que tiene puerta abierta al público para acceder a la sede senatorial.

Se trata de cinco kilómetros y 300 metros de asfalto chilango. Lo primero que ven los nueve ciclistas con fuero es una formación de gente que sale de la estación del Metro Auditorio, con el estrés de quien tiene prisa pero debe esperar la luz verde del semáforo para poder avanzar.

Esta gente que paga cinco pesos para moverse en Metro no alcanza a descifrar qué es lo que hace diferente a ese grupo que va por el carril confinado para ciclistas. Bicicleta, casco y formación en bloque ayudan a guardar en el anonimato a los políticos que pedalean.

Ahí va Emilio Gamboa Patrón, el coordinador de los priístas en el Senado, sujeto al manubrio.

Va solo, pues Miguel Romo Medina, su operador en el salón de sesiones, llegó a las 8:25 horas a la cita y dice que ya no había nadie.

Entre quienes no llegaron está Miguel Barbosa, quien utilizó la vez pasada un scooter.

Rueda el pelotón. Entre ellos, Jesús Casillas, presidente de la Comisión de Movilidad del Senado, promotor de la rodada y quien puso a disposición más de una veintena de bicicletas; Carlos Puente y Gerardo Flores (ambos del PVEM); Gerardo Sánchez, quien optó por la vestimenta deportiva; Marco Antonio Olvera, Miguel Ángel Chico y Michelle Arandine Barrón Vivanco.

Ruedan por Reforma, pasan por las rejas de Chapultepec. En un semáforo en rojo la senadora Barrón pierde el equilibrio y cae al suelo. Espontáneos la rodean, y el cercano integrante del Resguardo Parlamentario sabe qué hacer en su auxilio.

A la altura de la Torre Mayor, lugar del accidente del BMW, se topan con oficinistas, estudiantes, espacio súbitamente invadido. La panista Mariana Gómez del Campo los alcanza.

En hora pico, ante la rodada el enfado social reluce: “¡Salgan más seguido en bicicleta!” “¡Estorbos!” “¡Quítense, carajo!”. Matices chilangos. “¡Voy, voy!”, es una voz de quien se abre paso y no espera. Así es la vida 200 años después de ese invento útil, recreativo, sano, ¿chido?

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