Si entendemos “gobernabilidad” como la capacidad del Estado de fomentar, influir y coordinar las interacciones entre gobierno y sociedad y entre la propia sociedad, lo sucedido en días pasados después del efecto del #Gasolinazo tiene dos interpretaciones posibles: “la tormenta perfecta” en las redes sociales o un exitoso pero deplorable experimento de comunicación política desde medios sociales, donde algún actor político consideró que su agenda personal se beneficia de la manipulación y la polarización de la opinión publica.

Mucho se ha documentado sobre el uso en campañas políticas de redes de cuentas de inducción, cuentas de influenciadores (personajes con un número elevado de seguidores que cobran por posicionar un tema o tendencia), y bots (cuentas operadas por sistemas automatizados para replicar muchas veces el mensaje). Posterior al #Gasolinazo2017, durante las protestas y los saqueos se usaron todas estas técnicas de manera indiscriminada, ¿por quién y para qué?, aquí hay algunos datos.

Sobre las cuentas que replicaron muchas veces las ligas redirigiendo a un artículo en un diario de circulación nacional: cierto, miles de mensajes subieron rápidamente desde bots, inclusive algunas veces sin completar los vínculos. Esto es una práctica normal de muchos medios digitales que buscan posicionar sus notas y generar tráfico con estas técnicas, no tiene nada que ver con un tema particular, así lo hacen siempre, desde notas rosas de la farándula hasta los mayores escándalos políticos. En este caso no se busca la manipulación directa, simplemente que cuando el usuario busque un tema específico el artículo del medio sea el primero en los buscadores (de Google, de Twitter o de FB). Ahora, si combinamos eso con una línea editorial o un columnista apasionado sólo es cuestión de hacer números. Algunos gobernadores inclusive aventuraron números, hay quien dijo que fueron mil 500. En Estrategia en Línea contabilizamos más de 14 mil usuarios que promovieron mensajes automatizados provenientes de 26 medios de comunicación, 4 nacionales y 22 con alcance local o regional en distintas entidades del país. 10 mil 256 cuentas presentan comportamientos similares con notas de los mismos medios, por lo que podemos deducir que están en un proceso “regular” de posicionamiento y no porque se tratara de una coyuntura específica. Es importante mencionar que no necesariamente estas cuentas son falsas, muchas veces a través de aplicaciones o por medio de “feeds automatizados” convertimos nuestras propias cuentas en “bots temporales”.

Hay quienes señalaron la existencia de esfuerzos por posicionar tendencias sobre saqueos e incitar a la violencia; por supuesto: muchos. Algunos ingenuos y otros perfectamente orquestados, con producción de materiales multimedia y grupos de influenciadores pagados para viralizar y posicionar los mensajes. El mas destacable es aquel que incluye un video donde se culpa a López Obrador de incitar a la violencia y que se difundió inicialmente con el HT #MorenaContraMexico y en una segunda vuelta con #PriMorContraMexico. Los grupo de cuentas responsables y algunos de los twittstars que lo movieron con el mayor interés los ubicamos durante las elecciones pasadas en diferentes campañas del PRI, del PAN y del PRD. Saber si cobraron por este proceso y a quién es prácticamente imposible de asegurarlo, pero que son cuentas habituadas a ello es innegable.

El objetivo de estos mensajes sin duda era desacreditar a López Obrador, una mala estrategia en mi opinión pues a lo largo de 12 años estas tácticas sólo han beneficiado al tabasqueño y con la amplia base de seguidores con los que cuenta en medios sociales representa mas riesgos que beneficios. Dos víctimas tenían estos materiales: el gobierno y la ciudadanía. El primero al reiterar el motivo del enojo, y la segunda no sólo por desacreditar la protesta, sino por contribuir al miedo, inhibir la acción y restar credibilidad.

De la misma forma la intensidad y homogeneidad de los mensajes difundidos por WhatsApp buscando desinformar y generar pánico en la ciudadanía son señales inequívocas de un proceso orquestado a nivel central, sin descartar que muchos actores locales vieron “la oportunidad” de desestabilizar o contribuir a sus agendas personales y abonaron al caos.

La gran pregunta es, ¿quién gana con desacreditar al mismo tiempo al Ejecutivo actual, a la ciudadanía y a uno de los contendientes punteros rumbo a 2018?, ¿quién tiene los recursos para desarrollar una estrategia de este nivel que involucró por lo menos a una agencia “seria” en el rápido desarrollo e implementación de la misma? La respuesta no es sencilla, sobre todo por la combinación de víctimas, si viniera del gobierno sería impensable que se originara en Los Pinos, si bien no podemos desestimar la estulticia que han acusado últimamente algunos de los estrategas de comunicación del Presidente, provocar tal desgaste es generar un daño irreparable en Peña Nieto.

Prácticamente descartado también López Obrador, el autoatentado jamás ha sido su técnica, con la cantidad de ataques que recibe lo hace totalmente innecesario. Habría que buscar no a un independiente, pues al cancelar a la ciudadanía estaría mermando sus posibilidades, sino a un político añejo, que busque en los próximos meses emerger como el salvador, como el líder vigoroso capaz de conducir al país en tiempos de crisis, y con la temeridad y recursos suficiente para generarlas, y de esos, pensando en el 2018, desafortunadamente hay muchos.

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