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En 1997 Roberto Gil llegaba en Metro a la Cámara de Diputados. Era pasante de abogado y trabajaba en el Palacio Legislativo, donde cobraba mil 200 pesos.

Casi 20 años después concluye hoy su encargo como presidente del Senado de la República. Habla del PAN y concede la razón en un punto a Gustavo Madero —ex líder del partido y quien recientemente criticó al actual presidente Ricardo Anaya de usar al instituto político para su proyecto presidencial en 2018— y opina que deben generarse las condiciones de legitimidad y equidad para elegir candidato, de lo contrario, junto con otras decisiones, están condenados a la derrota.

El presidente del Senado más joven (38 años), y ex secretario particular del ex presidente Felipe Calderón, prefiere no decir si apoya a la ex primera dama Margarita Zavala; a Rafael Moreno Valle, gobernador de Puebla, o al propio Anaya rumbo a 2018. Primero, dice, debe haber autocrítica, proyecto, competitividad y unidad.

Opina que Zavala, esposa de quien fue su jefe en la Presidencia, tiene sus propias y valiosas capacidades y es más que una extensión de Calderón.

De su encargo, afirma que el balance es positivo y quiere pasar como un buen ex presidente. Destaca el aval al Sistema Nacional Anticorrupción y las reformas de asilo humanitario.

Dice que le hubiera gustado que se aprobara la regulación del uso de la marihuana, sin el esquema prohibicionista; lo que no se logró, según él, porque se cruzaron las elecciones: “Me hubiera encantado dejar como presidente del Senado esa herencia”.

Destaca avances en transparencia, en los que, acepta, hubo resistencias, además de austeridad y la recepción de la nueva sede al 100%, que les permitirá solventar problemas como los olores fétidos que aún se respiran, el gasto de luz y las adecuaciones para hacerlo amable a discapacitados.

Asegura que no buscó el cargo en la Cámara Alta con interés de sacar tajada personal, por la cercanía con el presidente Enrique Peña Nieto.

No abre ni cierra la puerta a ser candidato a la gubernatura de Chiapas. “Como decía un poeta, algún día seré todo lo que he amado”, dice.

El incomprendido

¿Es difícil ser presidente del Senado de la República?

—Es muy difícil, porque tienes una parte de incomprensión. Tus compañeros de partido te ven como eso, como un compañero de partido; no es fácil que entiendan que tienes una función de representación institucional. Es más fácil ser militante de un partido que ser militante de una institución.

¿Cómo fue su relación con el presidente Peña Nieto?

—Fue una buena relación, una relación de respeto entre poderes, de diálogo, una relación planteada en función de los intereses comunes del país del Estado mexicano.

Tuvimos varias conversaciones a lo largo del tiempo. El Presidente siempre fue receptivo, dialogante, por lo menos con mi persona, e interesado en lo que pasaba en el Senado de la República.

Yo sólo tengo motivos de reconocimiento por el trato que le dispensó al representante de un poder. No puedo dejar de decirlo con toda claridad.

No conozco otra vía de hacer política que a través del diálogo. Quien piense que un buen presidente de un poder es aquel que agarra a catorrazos al otro, es simplemente alguien que no entiende que la democracia y la pluralidad se construyen a partir de la política y el diálogo.

Dicen que el puesto de presidente del Senado tiene derecho de picaporte con el Presidente. ¿Qué tanto negoció con el presidente Peña?

—Hubiera tenido yo esta conversación al inicio y hubiera entendido de otra manera la función. No se utiliza la posición para sacar tajada personal, rentabilidad. El picaporte, como se suele concebir, no lo veo yo de ninguna manera como una forma de sacar ventaja personal. Por supuesto que hay momentos en los que uno puede compartir opiniones con el Presidente y esas oportunidades hay que saberlas construir.

Afortunadamente he tenido la experiencia de haber coexistido, convivido y trabajado para un Presidente de la República [Felipe Calderón] y uno sabe para qué utiliza el tiempo con el Presidente de la República.

Jamás se me hubiera ocurrido utilizar el tiempo que no le corresponde a un senador, ni a Roberto Gil, si no es el tiempo que tienen dos poderes que interactúan y jamás me hubiera pasado por la cabeza ni siquiera hacerle perder el tiempo al Presidente de la República, pero tampoco hay que confundir la función que tiene el presidente del Senado... confundiendo cosas personales con lo que debe ser fundamentalmente el sentido de Estado.

¿No lo hizo para fines personales?

—¡No! ¡Jamás!

Panista hasta la muerte

¿Qué dice usted a las voces que señalan que Roberto Gil parece más un priísta que un panista?

—Cuando andaba de moda tomarse fotos con el Presidente de la República en el Pacto por México y yo decía desde el Congreso que las reformas estructurales debían de construirse desde el Congreso, era yo un político rupturista, fuera de sintonía, era un político que estaba amargado, era un calderonista revanchista.

Cuando yo decía que las reformas estructurales se tenían que construir en el Congreso era todo eso.

Cuando represento a la institución y cuando tengo que asumir mi función de defender la pluralidad, de representar la pluralidad y tener un buen diálogo y un entendimiento con el Presidente, me vuelvo el primer priísta del país. Es absolutamente paradójico.

Defendí la autonomía del Congreso, por más fotos que me haya tomado con el Presidente. Porque hay muchos que se tomaron fotos con el Presidente a rabiar y le decían ‘el gran transformador de México’ y hoy son los grandes opositores del propio Presidente.

Panista, no priísta...

—Yo siempre seré panista y espero morirme en el PAN. Y la única manera que a mí me sacan del PAN es con los dos pies por delante.

Hablando del PAN... ¿Cómo ve las cosas en su partido?

—El PAN es un partido complejo, plural, es un partido federal internamente, que está en un momento de definiciones, que tiene que construir sus condiciones de competencias en 2018, es un partido que tiene que resolver cuatro cosas desde mi punto de vista:

Uno: una autocrítica, se necesita una autocrítica de la forma en la que hemos gobernado, de la forma en la que hemos enfrentado la responsabilidad de gobierno.

En segundo lugar: tenemos que definir y decir claramente cuál es nuestro proyecto de país frente a 2018 y después de 2018.

En tercer lugar: tenemos que construir una candidatura competitiva, que le abone al partido, que la marca no cargue al candidato o a la candidata, sino que la candidata le dé un plus, o el candidato le dé un plus a la marca.

Y en cuarto lugar: la unidad. La unidad es central, la unidad no se genera por decreto, la unidad es una dinámica virtuosa a partir de una serie de actitudes y aptitudes que nos sembramos entre nosotros para poder hacer política y, sobre todo, para encontrar los objetivos que son fundamentales de cara a lograr la confianza de ciudadanos.

La división en la Cámara de Diputados, de afines a Ricardo Anaya y a Madero, le puede hacer daño al PAN de aquí a 2018?

—No tenemos derecho a parecer ni hacer que estamos percibidos como un partido desunido, como un partido dividido. No tenemos derecho.

Acabamos de ganar una elección, acabamos de ser refrendados por los votos ciudadanos y no tenemos derecho a decir que somos un partido desordenado, desorganizado, dividido, antagónico consigo mismo.

Creo que tenemos que resolver nuestros debates internos en los órganos del partido, que tenemos que resolver nuestros dilemas internos a partir de la deliberación y a partir de la negociación política.

Pero también es cierto que hay veces en que cuando esos canales de diálogo y deliberación no funcionan, explotan las irritaciones, explotan las molestias, explotan las demandas.

En la medida en la que tengamos mecanismos para canalizar nuestros propios conflictos se van a mantener dentro de la sede del partido, pero cuando no existen los espacios es absolutamente natural que vengan de fuera o que se socialicen por fuera o que se expresen por fuera.

Entre Margarita Zavala, Rafael Moreno Valle y Ricardo Anaya, ¿usted con quién está?

—Yo estoy con la unidad del partido, con una candidatura competitiva. Yo estoy con las cuatro condiciones que nos van a hacer ganar en 2018.

¿Coincide con la crítica que hace Madero a Anaya de que usa el papel de árbitro y jugador rumbo a 2018 y que secuestra la agenda del PAN para fines personales?

—Creo que Madero tiene un punto que no podemos soslayar. Y lo voy a refrasear más allá de las circunstancias personales. El resultado de un proceso político se define por una doble legitimidad: la legitimidad justamente del método de decisión, pero también la legitimidad del proceso por el cual se elige.

No basta únicamente con tener la mayoría más uno de un proceso, que nos organicemos de botepronto... se requiere un proceso que le dé no solamente oportunidad a todos de competir sino que sean reglas claras, piso parejo, condiciones de competencia a todos. La legitimidad es dual del resultado y del proceso. Tiene un punto Gustavo Madero: tenemos que construir la legitimidad de la forma en la que elegimos a nuestro candidato o a nuestra candidata.

La legitimidad se obtiene en función del resultado, pero también del proceso. Yo creo que ahí hay un punto que tenemos que asumir con toda sensibilidad: no solamente es importante un método, cualquiera que sea, que nos dé un resultado mayoritario: más votos a favor de un candidato o de otro, sino una secuencia procedimental que permita que todos acepten la legitimidad del resultado, que todos puedan aceptar incluso el resultado.

Y es justamente donde tenemos que trabajar. Ahí hay un punto, una crítica que ha hecho el ex presidente de nuestro partido que debe ser escuchado con sensibilidad y debe ser escuchado con sentido de oportunidad.

Si nos equivocamos en la forma en la que construimos las legitimidades en las decisiones más importantes de nuestro partido, si nos equivocamos ahí, estaremos condenados a la derrota.

¿Anaya debe renunciar, como lo pide Madero?

—El presidente Anaya tiene una responsabilidad al frente del partido y es conducirlo a recuperar la Presidencia, en el partido o fuera del partido él tendrá que tomar esa decisión. No le corresponde a nadie más que a él tomar la decisión de qué tipo de timón quiere asumir. El partido debe mantener y garantizar su institucionalidad, porque el partido nos sobrepasa a todos, nos va a trascender a todos.

Yo creo que lo que tenemos que empezar a reflexionar entre nosotros es sobre cuáles son las condiciones mínimas necesarias para poder recuperar la Presidencia de la República.

Pero no solamente recuperar por recuperar la Presidencia sino por cambiar de fondo este país.

¿Entonces Madero tiene razón en esta doble cachucha de Anaya?

—Tiene razón en que tenemos que generar las condiciones de legalidad, legitimidad y equidad, para que nuestra decisión sobre la candidatura presidencial sea aceptada por todos y anime a todos a construir un futuro juntos.

¿Hace usted un llamado a Ricardo Anaya?

—No, no tendría que hacerle un llamado a mi presidente nacional, de ninguna manera. Yo sólo me hago cargo de mis reflexiones personales, ya otros darán consejo.

Y si no apagan estos fuegos que están saliendo ahorita... ¿podrían generar para el PAN una ruptura mayor rumbo a 2018?

—Como yo le dije hace un momento, lo que tenemos que hacer es hacer de nuestros órganos internos el pivote natural para reflexionar y discutir estos temas.

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