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Enrique Graue Wiechers, rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), asegura que el país vive un “momento crítico” por la relación con el presidente estadounidense Donald Trump y las políticas que éste ha impulsado, y considera que “para nadie es oculto que ha habido desaciertos” en la diplomacia mexicana, “pero es momento de componerlos, no de ver para atrás”.

“Hemos sido sujetos de una embestida que pudimos predecir durante la campaña, pero no pudimos creer en ella. Estamos atravesando por un momento crítico como nación y tenemos que replantear todo lo que estamos haciendo. Tendremos que diversificar el comercio, fortalecer el mercado interno y no disminuir la producción. Hay que tomar esto como un reto, un reto para mejorar, pero sí estamos en un momento crítico”.

Cuando se le pregunta si los mexicanos debemos unirnos en torno al presidente de México, enfatiza que debe ser en torno al país, puesto que “el presidente nos representa, indudablemente, cualquier presidente o partido político sería lo que estaría representando. Lo que le pedimos [al presidente] es que nos represente”.

En el sexto piso de la Rectoría, Graue afirma en entrevista con EL UNIVERSAL que “llegará el momento en que el pueblo de México y nosotros, todos, tengamos un juicio claro de lo que tenemos que hacer con nuestras instituciones” y al hacer un balance de la actuación diplomática de nuestro país asegura que “para nadie es oculto que ha habido desaciertos, pero es momento de componerlos, no de ver para atrás”.

El próximo domingo, cuando participe en la marcha del movimiento Vibra México, Graue se convertirá en el primer rector en 49 años que sale a la calle a participar en una manifestación pública. La última vez fue Javier Barros Sierra en 1968, cuando salió para defender la autonomía universitaria.

En su oficina, a 15 meses de estar al frente de la UNAM, sentado frente al retrato de quien es considerado el rector fundador de la Universidad Nacional Justo Sierra, dice que en el pasado esa institución se estaba defendiendo a sí misma; hoy, la comunidad de la Máxima Casa de Estudios saldrá a defender a México.

Pide unidad y dice que comprende el enojo y la angustia de los mexicanos, pero este es momento de mostrar un frente unido hacia el exterior. Señala que a pesar de que los mexicanos hemos sido los más afectados por las políticas de Donald Trump nos hemos conformado de pasar de azoro en azoro, sin decir “basta, señor Trump”.

¿El país está atravesando por un momento de crisis?

—Sí, claro. Los mexicanos estamos conscientes de ello y eso es en mucho la razón de la marcha. Hemos sido sujetos de una embestida que pudimos predecir durante la campaña, pero no pudimos creer en ella. Estamos viviendo un momento crítico en el que tenemos que replantear como nación todo lo que estamos haciendo.

¿Cómo se tiene que replantear?

—México ha venido sustentando su crecimiento económico a expensas del Tratado de Libre Comercio, el cual hoy se ve amenazado. Tendremos que diversificar el comercio, indudablemente; tenemos que fortalecer el mercado interno y no disminuir nuestra producción. Hay que tomar esto como un reto, un reto para mejorar. Pero sí estamos en un momento crítico, por supuesto.

¿Donald Trump es el mayor problema que tiene México?

—No. Nuestros mayores problemas son históricos: la inequidad social, la impunidad, la inseguridad, son los principales problemas. Estos se han agravado por la presencia de Donald Trump en la Casa Blanca.

¿Qué tipo de acciones se necesitan para llegar a las soluciones concretas que el movimiento Vibra México le está pidiendo al gobierno?

—El gobierno siempre ha estado consciente de esta situación y no es la primera vez que nos manifestamos en este sentido; tampoco es la razón principal de la marcha. Por la inseguridad cambiar de rumbo es algo necesario. Tendremos que ajustar políticas exteriores, internas, económicas.

¿Cómo?

—Soy médico, no tendría todas las respuestas. La Universidad ha gestado grupos de trabajo que se manifiestan periódicamente solicitando y demandando el cambio. En estas marchas se van a expresar muchas inquietudes. A todos lo que nos une es que se mantenga un respeto por México y que la soberanía esté por encima de cualquier interés.

Como mexicano y líder de una de las instituciones con mayor peso moral en México, ¿qué le gustaría ver de su gobierno?

—Como universitario me gustaría ver más apoyo a la educación, a la educación superior. Lo hemos demandado y creo que el gobierno ha entendido el papel importante de la UNAM. Siempre será insuficiente el presupuesto, pero en este momento no es el tema.

¿Pero la marcha sí es por un mejor país...?

—Por un mejor país. A veces poner una agenda excesiva en una manifestación como ésta sólo logra que se desvirtúe su intención. Los tiempos eventualmente políticos del país están claramente marcados: el momento de las luchas políticas sucederá. En semanas anteriores posiciones políticas polares hicieron un llamado a la unidad: el país tiene que estar unido y fuerte para enfrentar el reto que se nos viene.

¿Unidad en torno a qué?

—Ha habido marchas en todo el mundo quejándose de las políticas de Trump. Los más afectados hemos sido los mexicanos y no nos hemos manifestado. No ha habido a lo largo de estas últimas semanas una manifestación general; hemos pasado de azoro en azoro sin decir ‘basta, señor Trump. Estamos unidos y no estamos a favor de esto’. Independientemente de si marchamos por un lado o por otro, de las quejas en general, lo que en este momento nos debe unir es la fortaleza para poder enfrentar unas negociaciones que van a ser muy difíciles.

¿En torno al presidente?

—En torno a la nación y a los intereses de la nación. El presidente nos representa, indudablemente, cualquier presidente o partido político, sería lo que estaría representando. Lo que le pedimos (al presidente) es que nos represente.

¿Cómo ha visto el ejercicio de la diplomacia mexicana en la relación con Estados Unidos?

—Yo creo que la opinión personal me la voy a reservar porque no creo que haya que ver para atrás, sino hay que ver para adelante. Llegará el momento en que tengamos un juicio claro de lo que tengamos que hacer con nuestras instituciones. Para nadie está oculto que ha habido desaciertos, pero es el momento de componerlos, no mirar para atrás.

¿Por qué participa, rector, después de 49 años en que un rector no salía a la calle de esta manera? ¿Cuál es el mensaje a la nación?

—La Universidad se había manifestado en un momento clave; por eso, cuando fuimos invitados como parte de los convocantes hubiera sido una incongruencia no sumarse. Nunca estuvo en mi intención comparar esto con la marcha del maestro (Javier) Barros Sierra. El ingeniero en su momento lo hizo y se manifestó muy valientemente porque estaba la Universidad siendo agredida. No es el caso ahora y la presencia del rector en esta marcha no tiene nada que ver con ese episodio.

Usted dijo que la universidad no sale a defenderse a sí misma, sino a defender al país, ¿Es así?

—Así es, ahora la UNAM por México.

¿Cómo percibe a la sociedad mexicana en este escenario?

—Dividida en lo político, en lo económico, está fragmentada; también un poco hastiada de los problemas. Esta marcha y la capacidad de convocatoria que tenga es el resultado de una serie de inconformidades: la inseguridad, la corrupción y la impunidad con la que estas personas corruptas pueden circular por nuestras calles. En este ambiente sucedió la elección del presidente Trump y sus agresiones hacia nuestro país. Aquí es donde no nos deben encontrar divididos. Internamente tendremos que saldar nuestras propias cuentas, pero al exterior nos deben encontrar juntos en defensa del país y de sus intereses.

¿El rector comparte este hastío de la sociedad mexicana?

—El rector nunca está hastiado. Me preguntó usted cómo veía a la sociedad. La Universidad es una esperanza siempre, y la esperanza no le permite a uno estar hastiado. Las labores diarias de la Rectoría son trabajar por el futuro y el futuro siempre es promisorio. No es mi actitud.

¿Cómo recibirá la Universidad a los estudiantes deportados?

—Lo que no se puede permitir es que ese talento que se está formando en Estados Unidos, los llamados dreamers, se pierda. Ellos y sus familias han hecho grandes sacrificios para llegar a donde están. Necesitamos conocer el problema: los datos son imprecisos, se dice que son alrededor de 600 mil los estudiantes latinos que se encuentran en Estados Unidos en diferentes condiciones migratorias; 60% de ellos pueden ser connacionales, alrededor de 400 mil, y no sabemos cuántos tienen problemas migratorios.

Enviamos cartas a 39 instituciones con las que tenemos convenio y a la Sociedad Pública de Universidades manifestándoles nuestra solidaridad y hemos tenido buena respuesta: empezamos a recibir cartas diciéndonos que no nos preocupemos, que protegerán a los estudiantes mexicanos en estas condiciones. Pero aun así puede suceder.

¿Qué hacer?

—La Universidad tiene dos mecanismos de ingreso: uno es el examen, ahí tendrán las mismas condiciones que un mexicano; si algún muchacho terminó allá su bachillerato o el equivalente y quiere ingresar a la licenciatura, tendrá que presentar su examen de admisión. Para aquél que está cursando la licenciatura, habremos de crear los mecanismos internos para facilitar su ingreso, en lo que se llama ingreso en años posteriores. Habrá que hacer un esfuerzo. No todos vendrán a la Universidad, hemos conversado con universidades de la Ciudad de México y del interior de la República, esperemos que muchas universidades públicas se sumen a la iniciativa. Entre todos, haciendo un buen esfuerzo, podremos darles cupo y seguridad a estos jóvenes.

¿Cuál debe ser la aportación de la academia al ejercicio de la diplomacia mexicana?

—Estamos trabajando en reuniones colegiadas de grupos de expertos para poder hacer propuestas a la nación: hay un seminario multi e interdisciplinar en política exterior donde participan el CIDE, el ITAM y El Colegio de México. Se están analizando las medidas que deben tomarse, cómo reencauzar la política exterior nacional y enfrentar la negociación del TLC.

¿Se van a presentar directamente a la Cancillería? ¿Les han pedido ayuda?

—No, no nos han pedido ayuda. Se trabaja espontáneamente en ese sentido. La academia debe jugar en todas las líneas de la actividad nacional. Siempre se ha hecho.

¿Debería México abrir sus puertas a los inmigrantes deportados de Estados Unidos?

—Debemos aprovechar su capacidad de trabajo. El gran reto que tenemos que enfrentar va a ser crear oportunidades de trabajo y de estudio. Nos enriqueceremos. Quienes están haciendo este inmenso esfuerzo familiar, social, sujetos a una serie de presiones en el extranjero, son jóvenes con gran talento y capacidad que habrá que aprovechar. Este es un momento que nos permitirá reinventarnos como nación en la capacidad de trabajo, de crear empleo, de innovar, investigar, educar.

¿Es una oportunidad?

—De las crisis salen oportunidades. Son grandes momentos, cambios de rumbo.

El gobierno de EU anuncia que revisará las redes sociales y pedirá contraseñas a quienes busquen una visa para ingresar a ese país.

—Siempre han tenido derecho a hacerlo. Salió que a una mujer le quitaron su visa por tener un meme de Trump; lo cotejamos y hasta el momento no sucedió, pero no dudo que suceda: estos guardias de la frontera eventualmente podrían excederse en sus funciones y hacerlo. Existe la opción de que lo hagan porque sienten una amenaza contra la seguridad nacional, pero por la libertad de expresión y decir lo que uno piensa del presidente de los Estados Unidos creo que en realidad no ha sucedido.

¿Estados Unidos sigue siendo el país de las grandes libertades?

—Esperemos que sí. A mí se me antoja a veces, por las expresiones del señor Trump, que no es el caso. Esperemos que siga siendo el país de la libertad.

¿Qué espera de la reunión entre los encargados de la seguridad interna de Estados Unidos y México?

—Yo estoy absolutamente cierto que tanto el secretario de Marina como el de Defensa Nacional actuarán en defensa de la soberanía nacional.

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