Los 300 dólares (6 mil pesos mexicanos) que cada 15 días llegan puntualmente desde Houston, Texas, se reparten en dos cosas importantes para la familia: la edificación en concreto de la vivienda y en los estudios de estomatología de la primogénita.

María Julia Sánchez Luna, una mujer morena y de facciones indígenas, propias de la Mixteca poblana, es quien administra el dinero que su esposo fielmente le manda para mantener a su familia que dejó hace 16 años.

Su esposo, Alberto Arcovendas Reséndiz, se quedó desempleado con el cierre de la mina La Cruz del Sur, por lo que decidió alcanzar a sus dos hermanos en Houston, Texas.

La extracción de la piedra caliza para la elaboración de material de construcción y talco, que se comercializaban en la capital del estado, eran el sustento de los cientos de familias que integran la comunidad de San Cristóbal.

Tras el cierre de La Cruz del Sur, jefes de familia buscaron como alternativa el sueño estadounidense, lo que ha convertido a la Junta Auxiliar en un pueblo fantasma.

Al principio, para Alberto, el alto costo de la alimentación y la renta dificultaron la constancia de las remesas. “Trabajó primero en el campo, luego en una tienda, hasta que ahora dice que se dedica a la construcción”, explica la mujer desde la Junta Auxiliar de San Cristóbal, del municipio de Tepeaca, Puebla.

Pasaron dos meses para recibir su primer envío de dinero y fue de sólo 500 pesos, cerca de 50 dólares. Con los ojos a punto de lágrima, recuerda la tristeza y la angustia por sacar adelante a su familia.

Una vez que inició su trabajo como albañil, las cosas comenzaron a estabilizarse y los 300 dólares llegan puntuales cada 15 días, aunque impregnados con “olor a miedo” por la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos y las inminentes deportaciones. “Sigue con su patrón y volvieron a empezar a trabajar, pero los discriminan”, relata.

A los hijos de los hermanos de su esposo, quienes estudian en escuelas de la Unión Americana, también les toca su baño de racismo por ser mexicanos; sin embargo, hay trabajo y aguanta los insultos.

Desde hace un par de años su esposo le envía cada 15 días entre 250 y 300 dólares, los cuales ha invertido para financiar la carrera de estomatología de su hija, en la Universidad Autónoma de Puebla.

Pero para cursar los estudios debió trasladarse a la capital poblana. “Se nos va mucho dinero en el material que le piden [en la universidad], es carísimo, porque mandan de la Unión Americana todo ese material. A veces he tratado de mejor juntar poquito y ella va hasta México a las tiendas de materiales; dice que es un poco más económico”.

Lo que sobra, va para la casa: una vivienda humilde de dos recámaras y una habitación como galera donde se ha instalado su cocina y la estancia, y a la cual le acaban de terminar de poner piso de mosaico.

Al principio la comunicación con su esposo fue difícil: “Sólo una llamada por teléfono cada 15 días, tenía que ir yo al pueblo de a lado, pero ahora con los celulares nos hablamos más”.

—¿Lo extraña? —se le pregunta.

—¡Como no tiene idea!

—¿Sí hay amor todavía?

—Sí, para mí sí, porque, no sé, yo todavía lo estoy esperando.

—Y él, ¿qué le dice?, ¿le habla bonito?

—¡Sí! La mera verdad, sí.

—¿Le ha dicho si va a volver o sobre su meta en Estados Unidos?

—Él me dice que cuando acabe de estudiar mi hija, le falta un año, y me dijo que no quiere estar allá, y ahora con lo que está pasando, me dijo que no se sabe ni el día ni la hora en que pueda uno ser deportado.

Medidas emergentes. El gobierno de Puebla cuenta con un fondo económico especial para poder atender a los posibles migrantes poblanos que sean deportados.

El Coordinador de Asuntos Internacionales y de Apoyo a Migrantes Poblanos, Miguel Hakim Simón, aseguró: “La administración estatal está lista para apoyar el retorno de esos paisanos, puesto que cuenta con un fondo de 16 millones de pesos
y planes”.

El funcionario estatal recordó que en 2011, cuando bajo el gobierno de Barack Obama fueron deportados tan sólo ese año 23 mil poblanos, pudo hacerse frente al caso.

Aunque se prevé un incremento de 26% en las deportaciones de poblanos con la llegada de Donald Trump, dijo que no superará las 12 mil personas, cifra lejana del máximo histórico que se dio en 2011, con 23 mil.

Para 2016, agregó, se preveía un cierre con 9 mil 500 poblanos deportados, por lo que de concretarse la previsión de 12 mil para 2017, el crecimiento sería de 26.3%.

En tanto, la presidenta de la Comisión de Migración y Asuntos Internacionales del Congreso local, Maritza Marín Marcelo, consideró que, aunque “no hay que bajar la guardia”, es muy poco probable que el magnate republicano cumpla con su promesa de expulsiones masivas.

Aseguró que la comunidad migrante poblana en la Unión Americana, que se estima en 2.5 millones, en su mayoría tiene documentos en regla y solamente un estimado de 500 mil son indocumentados.

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