“El avión MH17 de Malaysia Airlines pudo haber sido derribado por un misil israelí”; “las autoridades alemanas trataron de encubrir la supuesta violación de ‘Liza’, una joven rusa, por migrantes en Berlín”; “Occidente está asesinando a testigos de la defensa de criminales de guerra serbios en La Haya”…

Estas falsas teorías forman parte de la sofisticada maquinaria de comunicación estratégica de Rusia, diseñada para “debilitar la cooperación con la Unión Europea y la soberanía, la independencia política y la integridad territorial de la UE y de sus Estados miembros”, sostiene una resolución adoptada en noviembre del año pasado por el Parlamento Europeo.

Si bien no es la primera vez que Moscú emprende una campaña subversiva de comunicación contra Occidente (la desinformación fue un recurso esencial de la agencia de inteligencia soviética KGB), nunca antes la maquinaria de manipulación rusa había operado con tanta efectividad y tenacidad, ni había alcanzado resultados con tanta rapidez como en la actualidad.

Esta herramienta se colocó en el centro de prioridades de los servicios de seguridad rusos a partir de 2013, de acuerdo con las investigaciones de Stefan Meister, experto del Consejo Alemán de Relaciones Exteriores. La revolución naranja en Ucrania, el conflicto con Georgia, la primavera árabe y las protestas de 2012 y 2013 en Moscú y San Petersburgo, fueron una llamada de alerta para el régimen del presidente ruso Vladimir Putin.

De acuerdo con Meister, el Kremlin se sintió obligado a defenderse de Europa y Estados Unidos. “Rusia ve a Occidente como un enemigo”, sostiene el analista.

Un reporte del Instituto de Estudios sobre Seguridad de la Unión Europea (ISS por sus siglas en inglés), sostiene que Moscú llegó a la conclusión de que “vender la marca de Rusia” no era suficiente para revertir la brecha de aceptación y popularidad entre la UE y el país, por lo que apostó por la creación de mecanismos para promoverse a sí mismo y alentar el sentimiento populista, nacionalista, euroescéptico y antioccidental en la Europa rica.

Entre las plataformas mencionadas en el documento figuran organizaciones no gubernamentales, partidos políticos y medios informativos como Russia World y Russia Today. “Estos instrumentos siguen la naturaleza de la política rusa de la prueba y el error”, indica Meister.

Pero las operaciones encaminadas a desestabilizar otros países no se limitan a la desinformación a gran escala a través de textos, videos, audios, redes sociales, radio, televisión y servicios satelitales; ni al patrocinio de campañas mediáticas orquestadas desde el interior del territorio comunitario por “caballos de Troya”.

Moscú tiene otras herramientas híbridas en su guerra de baja intensidad para minar la cohesión en la OTAN y la UE. De acuerdo con diversos estudios, tiene a su servicio un ejército de soldados cibernéticos, equipados con un ordenador e instrumentos, como trolls (perfiles online operados por humanos) y bots (gestionados por procesadores automatizados).

Su misión: vigilar, sustraer, manipular, contaminar y encontrar debilidades en plataformas digitales rivales; principalmente con fines políticos. “La capacidad de Rusia para combinar esfuerzos de desinformación con ataques cibernéticos ha resultado en la aparición de tácticas de hackeo y liberación, que implican la obtención de información y su uso para influir en la opinión y funcionarios públicos”, indica el Consejo Atlántico en el documento “La respuesta al desafío ruso híbrido”.

Entre los guerreros cibernéticos del Kremlin destaca la programadora Alisa Sjevtsjenko, cuya firma ZOR figura en la lista negra de compañías rusas sancionadas por la Casa Blanca, señalada como la responsable del hackeo al Comité Nacional Demócrata en la campaña electoral en 2016. Rusia “ha tomado ventaja de la tecnología y los medios de difusión disponibles de formas que eran inimaginables durante la Guerra Fría”, asegura el think tank RAND.

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