Se suponía que los comicios a los que están convocados hoy casi 47 millones de británicos serían para decidir el tipo de divorcio que quieren con la Unión Europea: ordenado, duro o caótico.

Sin embargo, tres atentados terroristas registrados en tres meses —el del puente de Westminster, en el que murieron siete personas; el de Manchester, que mató a 22, y el del sábado pasado en el Puente de Londres que acabó con la vida de ocho— alteró el ambiente electoral, poniendo la seguridad nacional y el combate a la yihad en el centro de debate.

La primera ministra británica, Theresa May, no tenía previsto este escenario en abril pasado, cuando convocó a estas elecciones anticipadas. Su objetivo entonces era lograr el respaldo político para afrontar con mayor poder de maniobra las complejas negociaciones del Brexit que arrancarán previsiblemente el 19 de junio.

May, quien no tenía contempladas las urnas antes de 2020, pensaba que era una oportunidad que la revestiría de legitimidad democrática luego de llegar al 10 de Downing Street en julio pasado, sin pasar por las urnas y como relevo ante la derrota de David Cameron en el referéndum del Brexit.

La premier se dejó llevar por las encuestas que le daban una amplia ventaja. En su momento, los estadistas daban a los tories cerca de 20 puntos porcentuales, con lo cual tendrían una cómoda mayoría en la Cámara de los Comunes de alrededor de 100 escaños, y de paso aniquilarían a la principal fuerza de oposición, el Partido Laborista.

Sin embargo, lo que estaba previsto como una marcha triunfal de los conservadores y un reforzamiento de los poderes de May para ejecutar su promesa de un duro Brexit, horas antes de abrir las urnas pintaba con convertirse en una dolorosa pesadilla.

De acuerdo con el último sondeo de opinión elaborado por YouGov y el diario Sunday Times, el margen de diferencia se había reducido a sólo un dígito, 42% para los conservadores y 38% para los laboristas.

“Estamos entre elegir a May, que ha llevado estas elecciones con la carta del Brexit y la estabilidad, o un cambio radical a los laboristas con el liderazgo de Corbyn, que sería algo bastante excepcional por su carácter de izquierda radical y de gran impacto en las negociaciones con la Unión Europea”, dijo a EL UNIVERSAL Camino Mortera, analista del Centre for European Reform, con sede en Londres.

“En el pasado nos hemos equivocado en algunas elecciones [las legislativas británicas en 2014, el Brexit y Donald Trump en 2015], pero equivocarnos esta vez en las británicas sería realmente una grandísima sorpresa”, señaló.

Afirma que de no cumplir su cometido los conservadores, es decir, si no arrollan en las urnas a sus adversarios políticos, la legitimidad de May se verá minada, al tiempo que las pláticas de divorcio con la UE se complicarían aún más debido a que la premier no tendría suficiente fuerza y estaría expuesta a eventuales rebeliones al interior de su partido.

“Si el resultado es un Parlamento dividido, las negociaciones con respecto al Brexit se van a complicar bastante. Para Bruselas es mejor tener un Parlamento estable para tener un interlocutor que tenga claro lo que quiere”, consideró Mortera.

Ayer, la primera ministra May cerró su campaña tratando de regresar al guión inicial de su campaña, luego de dedicar varios días a responder una serie de ataques por el desempeño de los servicios de seguridad —dos de los yihadistas de los atentados de Londres habían tenido contacto previo con las autoridades— y por los recortes en la policía durante sus años como ministra del Interior, en la administración del gobierno de David Cameron.

Llamó a elegir entre el miedo y la esperanza, a apostar por un líder fuerte y estable; insistió en que sí hay un plan ante el Brexit, y también prometió mayor inversión en viviendas, transportes y carreteras.

Corbyn hizo lo propio. Aseguró que es el único que puede negociar un Brexit adecuado y generar resultados tangibles para la ciudadanía. “No a cinco años más de austeridad tory”, sostuvo ofreciendo mayor gasto en salud y educación, y la formación de 10 mil nuevos policías.

La líder del Partido Nacionalista Escocés, Nicola Sturgeon, quien alcanzó un resultado histórico en los comicios de 2015, mantuvo hasta la recta final su desafío de celebrar un nuevo referéndum de independencia; mientras que la liberal-demócrata bajo el mando de Tim Farron, busca resurgir posicionándose como la única fuerza que se opone al Brexit y alternativa para no darle “cheque en blanco a los tories [conservadores]”.

Por su parte, el partido populista antieuropeo, el UKIP, en aprietos para mantenerse como una fuerza relevante, intenta levantar cabeza insistiendo en que son los únicos que pueden mantener la presión en el gobierno para alcanzar un “Brexit verdadero”.

La democracia británica enfrenta su cuarta prueba en cuatro años consecutivos. En 2014 celebró los comicios europeos; en 2015, las legislativas generales; en 2016, el referéndum del Brexit, y en 2017 el futuro político de Theresa May, quien en su momento hizo campaña contra la salida de la Unión Europea y ahora es la encargada de materializarla.

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