Madrid

Madrid quiere que la World Pride 2017, la celebración internacional de la diversidad sexual, represente su consagración como capital gayfriendly del mundo, la ciudad más abierta del planeta.

Este festival, que cada año se traslada a un país (la próxima edición será en Nueva York), multiplicará el efecto del ya de por sí gigantesco desfile del Orgullo Gay madrileño. Entre hoy y hasta el 2 de julio, la ciudad espera a 3 millones de visitantes, doblando su población habitual.

El ayuntamiento, gobernado por una coalición de partidos izquierdistas afines a Podemos, se ha volcado en el evento para convertirlo en escaparate de su modelo social. Desde hace unas semanas por el centro lucen 300 llamativos “semáforos inclusivos”, en los que los monigotes rojos y verdes se dan la mano indistintamente en parejas de hombres y mujeres.

Para reivindicar que se trata de una fiesta de todos los madrileños, y no sólo de la comunidad gay, el miércoles se desplegará una bandera arcoíris en el ayuntamiento confeccionada por 100 mil vecinos. Sin embargo, cada uno de estos guiños ha sido contestado por los sectores más conservadores del país, que consiguieron detener el plan de pintar los pasos de peatones con los colores del emblema gay.

Mientras se engalana, Madrid no olvida que el miércoles tres sospechosos de yihadismo fueron detenidos ante el temor de que estuvieran organizando un atentado.

España vive desde hace dos años en el nivel 4 de alerta antiterrorista, el máximo en condiciones normales, pero los precedentes de ataques en las últimas semanas en París, Londres y Bruselas han generado especial alarma. Las fiestas del orgullo se caracterizan por las grandes aglomeraciones, celebraciones al aire libre y la extraordinaria avalancha de visitantes extranjeros de este año (con gran presencia de británicos, canadienses y australianos) supone un reto de seguridad.

Sin ofrecer cifras, el ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido, anunció esta semana que la movilización de policías alcanzará un récord.

Agentes de todo el país se han trasladado hasta Madrid para un despliegue superior al de la coronación del rey Felipe VI, en 2014.

El ayuntamiento también ha dictado medidas de seguridad complementarias. Entre ellas están severas restricciones al tráfico, especialmente a vehículos pesados, que se mantendrán alejados de las concentraciones de personas. También se retirarán todos los contenedores de obra y otros grandes recipientes que puedan ocultar explosivos.

Pero las fuerzas del orden no quieren que su presencia se limite a la seguridad. Uno de los detalles más esperados de la fiesta es la aparición de policías en el desfile del Orgullo Gay del 1 de julio. Una treintena de agentes, miembros del colectivo gay LGTBIpol, marcharán por primera vez para visibilizar la diversidad sexual dentro de su profesión. “Pero no queremos que parezca un arranque folclórico. Nuestra asociación trabaja también en proyectos ‘serios’, como sensibilizar dentro de la policía contra los delitos de odio”, explica un portavoz de LGTBIpol a EL UNIVERSAL.

El alojamiento es otra de las noticias de una semana en la que Madrid aspira a acumular 300 millones de euros en ingresos turísticos. Los hoteles alcanzan 100% de ocupación, y los alquileres de vivienda se han duplicado. Juan Ramón y Santiago, una pareja que renta por Airbnb un pequeño apartamento en el centro de la ciudad, reconoce que los precios “se han disparado”. Ellos suelen alquilar a 65 euros la noche, y este fin de semana lo harán por encima de los 115. Es una tarifa competitiva: en el barrio gay de Chueca, epicentro de la fiesta, cada cama rebasa los 200 euros por noche.

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