Tras ser designado ayer por el papa Francisco como cardenal, el obispo auxiliar de San Salvador, monseñor Gregorio Rosa Chávez, asumirá el próximo 28 de junio con un abultado historial en defensa de los derechos humanos y de denuncia de las atrocidades militares en la guerra civil que sacudió a El Salvador de 1980 a 1992 y con una insignia histórica: es uno de los herederos del legado de monseñor Óscar Arnulfo Romero y Galdámez, caído a balazos en 1980 y beatificado en 2015 por su martirologio en el conflicto bélico salvadoreño.

Al anunciar ayer su cuarto consistorio o asamblea de cardenales, a finales del mes entrante, Francisco creó cinco cardenales, título honorífico superior que puede conferir. Los otros son el arzobispo de Barcelona, Juan José Omella; el de Bamako, Mali, Jean Zerbo; el obispo de Estocolmo, Suecia, Anders Arborelius; y el vicario apostólico de Pakse, Laos, Louis-Marie Ling Mangkhanekhoun.

“Identificamos a monseñor Rosa Chávez como muy cercano  al movimiento de defensa de derechos humanos”, dijo el salvadoreño Miguel Montenegro, director ejecutivo de la (no estatal) Comisión de Derechos Humanos de El Salvador.

“Es muy consciente de la lucha por la justicia, la verdad y la reparación del pueblo salvadoreño. Estuvo muy cerca de monseñor Romero”, adujo, en una entrevista con EL UNIVERSAL.

Al asegurar que conferirle el rango de cardenal “es una alegría”, recordó que Rosa Chávez fue “muy cercano” a monseñor Arturo Rivera y Damas, quien sustituyó en 1980 a Romero como arzobispo de San Salvador.

Romero fue asesinado por un escuadrón de la muerte de la ultraderecha paramilitar salvadoreña el 24 de marzo de 1980 y beatificado el 23 de mayo de 2015, luego de que el 3 de febrero de 2015 se le declaró como mártir de la Iglesia.

Al lado de Rivera y Damas, el ahora cardenal electo reclamó reiteradamente durante el conflicto armado por las violaciones a los derechos humanos atribuidas a las Fuerzas Armadas Salvadoreñas. Ambos recogieron la herencia de Romero como voz permanente de denuncia en contra de la represión.

En una declaración que emitió ayer, el gobierno de El Salvador aseguró que “las invaluables contribuciones del recordado” Rivera y Damas, arzobispo de San Salvador desde 1980 hasta su fallecimiento en 1994, y de Rosa Chávez “fueron fundamentales en el proceso de diálogo y negociación que nos permitió llegar a la firma de los Acuerdos de Paz en 1992 y que pusieron fin al conflicto en nuestro país”.

Saldada con un número que oscila de 75 mil a 80 mil muertos, la guerra civil en El Salvador, entre la guerrilla del izquierdista (y ahora partido político gobernante desde 2009) del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), y las fuerzas derechistas militares y políticas en el poder, estalló en marzo de 1980 con el asesinato de Romero y se prolongó hasta 1992, cuando acabó con un pacto de paz suscrito en México.

Centroamérica tiene ahora cinco cardenales, con cuatro electores de Papa—el hondureño Óscar Rodríguez Maradiaga, el nicaragüense, Leopoldo José Brenes Solórzano, el panameño—español José Luis Lacunza Maestrojuán y el salvadoreño—y uno no elector y mayor de 80 años, el nicaragüense Miguel Obando y Bravo.

vj

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