Brasil vive desde hace dos días una intensa crisis política luego de que se filtraran audios que revelan la participación del presidente Michel Temer en un esquema de sobornos. El mandatario aseguró ayer que no renunciará y que no tiene “nada que esconder”; sin embargo, O Globo, el diario más importante del país sudamericano, pidió en su la renuncia del mandatario.

O Globo realizó su petición poco después de que el Supremo Tribunal Federal de Brasil reveló las acusaciones que un magnate empresarial realizó en contra de Temer.

El diario ha respaldado el compromiso de Temer para reformas y medidas de austeridad, pero ahora dijo que el presidente carece de las herramientas morales, éticas, políticas y administrativas para permanecer en el cargo.

A continuación, el texto íntegro:

La renuncia del presidente

Un presidente de la República acepta recibir la visita de un megaempresario blanco de cinco operaciones de la Policía Federal que liquidan el pago de millones en propinas entregadas a autoridades públicas, incluso a aliados del propio presidente. El encuentro no es a las claras, en el Palacio del Planalto, con agenda pública. Se da casi a las once de la noche en la residencia del presidente, de forma clandestina. Al salir, el empresario combina nuevos encuentros del tipo, y se jacta del esquema que funcionó: "Fui llegando, ellos abrieron, ni preguntaron mi nombre". La simple decisión de recibirlo ya guardaría buena dosis de escándalo. Pero hubo más, mucho más.

En un diálogo que revela intimidad entre los dos, el empresario quiere saber cómo va la relación del presidente con un ex diputado, ex aliado del presidente, preso desde hace meses, acusado de dejarse corromper por millones. Este ex diputado, en otra encuesta, es acusado incluso de recibir la propina del empresario para facilitar la vida de sus empresas en el FI-FGTS de la Caixa Econômica Federal. El presidente se muestra enfadado, y recuerda que el ex diputado intentó hostigarlo, al hacerle testigo de defensa con preguntas que el propio juez vetó por creer que ellas tenían por objetivo intimidarle.

Al oír ese relato del presidente, el empresario busca tranquilizarlo mostrando los prestamos que hizo. Dice, abiertamente, que "saldó" las "pendencias" con el ex diputado, que había ido "firme" contra él en el cobro. Y que al saldar las pendencias, lo sacó de frente. Más tarde un poco, en otro tramo, dice que logró "quedarse de bien" con él. ¿Cómo reacciona el presidente? Con un incentivo: "¿Tiene que mantener esto, vio?"

No es necesario un gran esfuerzo para entender el significado de esta secuencia de diálogos. Al final, ¿qué pendencias, si no el pago de propinas aún no entregadas, puede tener al empresario con un ex diputado preso por corrupción? ¿Qué objetivo habría tenido el empresario cuando afirmó que, cerrando las pendencias, consiguió quedarse bien con él, sino tranquilizar al presidente en cuanto al hecho de que, con esas providencias, logró mantenerlo quieto? Y, por fin, qué significado puede tener el incentivo del presidente ("tiene que mantenerlo, vio"), sino una advertencia para que el empresario continúe con las pendencias cerradas, sacando al ex diputado del frente y manteniéndose bien con él?

Estos diálogos hablan por sí mismos y bastan para hacer desmoronarse la imagen de integridad moral que el presidente tiene orgullo de cultivar. Pero hubo más. El empresario relata sus amarguras con la justicia, y, abiertamente, narra al presidente algunos éxitos que sus prácticas de corrupción le permitieron tener. Cuenta que tiene en sus manos a dos jueces, que le facilitan la vida, y un procurador, que le repasa informaciones. Un escándalo. ¿Qué hace el presidente? ¿Expulsa el empresario de su casa y lo denuncia a las autoridades? No, exclama, satisfecho: "Óptimo, óptimo".

No es todo, sin embargo. En menos de 40 minutos de conversación, el empresario aún encuentra tiempo para quejarse de un ex funcionario suyo, actual ministro de Hacienda. Dice, com desfachatez, que ha enfrentado resistencia del ministro de Hacienda para conseguir el cambio de los más altos funcionários de gobierno en el área económica: El presidente del BNDES, el presidente del CdD y el presidente de la CVM, el presidente del Banco Mundial y el presidente del Banco Central de Brasil. Pide, entonces, que le sea autorizado usar el nombre del presidente cuando sea nuevamente al ministro de Hacienda con tales pleitos. ¿Qué hace el presidente? ¿Lo manda a irse, indignado? No, de ninguna manera. El presidente autoriza: "Puede hacerlo".

Este diario apoyó desde el primer instante el proyecto reformista del presidente Michel Temer. Creyó y creyó que, más que de él, el proyecto es de los brasileños, porque sólo él hará que Brasil encuentre el camino del crecimiento, fundamental para el bienestar de todos los brasileños. Las reformas son esenciales para conducir al país hacia la estabilidad política, la paz social y el normal funcionamiento de nuestras instituciones. Este proyecto hará que el país llegue a 2018 maduro, para hacer la elección del futuro presidente del país en un ambiente de normalidad política y económica.

Pero la creencia en ese proyecto no puede llevar al autoengaño, a la ceguera, a dar la espalda a la verdad. No puede llevar al irrespeto a principios morales y éticos. Estos diálogos exponen, con claridad cristalina, el significado del encuentro clandestino del presidente Michel Temer con el empresario Joesley Batista. Al abrir las puertas de su casa al empresario, el presidente abrió también las puertas para su derrocamiento. Y ha vuelto verosímiles las delaciones de Odebrecht, divulgadas recientemente, y las de Joesley, que han salido ahora al público.

Ningún ciudadano, consciente de las obligaciones de la ciudadanía, puede dejar de reconocer que el presidente perdió las condiciones morales, éticas, políticas y administrativas para continuar gobernando Brasil. Hay quienes piensan que el fin de este gobierno provocará, una vez más, el retraso de la tan esperada estabilidad, del tan anhelado crecimiento económico, de la tan soñada paz social. Pero es justamente lo contrario. La realidad no es lo que soñamos, sino lo que vivimos. Fingir que el escándalo no pasa de una inocente conversación entre amigos, engañarse creyendo que es mejor tapar la nariz y ver las reformas luego aprobadas, tomar el camino hipócrita de que nada tan fuera de la rutina sucedió no es una opción. Hacer esto, además de contribuir a la perpetuación de prácticas que han sido la desgracia de nuestro país, no apresurará el proyecto de reformas que Brasil necesita desesperadamente. Es, eso sí, la razón para que sea postergado una vez más. Sólo un gobierno con condiciones morales y éticas puede llevarlo adelante. Cuanto más rápidamente este nuevo gobierno esté instalado, de acuerdo con lo que determina la Constitución, tanto mejor.

La dimisión es una decisión unilateral del presidente. Si desea, no lo que es mejor para sí, sino para el país, ésta acabará siendo la decisión que Michel Temer tomará. Es lo que los ciudadanos de bien esperan de él. Si no lo hace, arrastrará a Brasil a una crisis política aún más profunda que, nadie se engañe, llegará, sin embargo, al mismo resultado, sea por el impeachment, sea por denuncia acogida por el Supremo Tribunal Federal. El camino por delante no será fácil. Pero si hay un consuelo, es que la Constitución ciudadana de 1988 tiene el guión para recorrerlo. Brasil debe mantenerse íntegramente fiel a ella, sin innovaciones o atajos, y enfrentar la realidad sin ilusiones vanas. Y, paso a paso, llegar al futuro de bienestar que toda la nación desea.

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