Un bloguero ruso fue condenado el jueves por jugar Pokémon Go en una iglesia, acusado de incitar al odio religioso, y recibió una condena en suspenso.

El año pasado, Ruslan Skolovsky subió un video a su blog donde se le veía jugando el juego para celulares en una iglesia erigida en el lugar donde se cree que fueron asesinados el último zar de Rusia y su familia, en la ciudad de Ekaterimburgo. El hombre estaba detenido desde octubre.

La jueza Yekaterina Shoponyak declaró a Sokolovsky culpable de incitar al odio religioso y le impuso una pena en suspenso de tres años y medio de prisión. Es el mismo delito que envió a prisión durante dos años a dos mujeres del colectivo punk Pussy Riot en 2012.

En declaraciones transmitidas por la televisión, la jueza afirmó que el comportamiento del acusado y sus videos contra la religión demostraban su "falta de respeto por la sociedad".

Agregó que Sokolovsky "pretendía ofender los sentimientos religiosos".

La jueza recalcó que el bloguero de 22 años estaba siendo juzgado no solo por jugar el juego de celular en la iglesia, sino también por publicar varios videos que ofendieron a los creyentes. Entre ellos, enumeró "la burla de la inmaculada concepción", "la negación de la existencia de Jesús y el profeta Mahoma" y "dar una descripción ofensiva del patriarca Cirilo", el líder máximo de la Iglesia ortodoxa rusa.

En declaraciones a los periodistas después del veredicto, Sokolovsky agradeció a los medios de comunicación por despertar la alarma sobre el juicio, que ha sido descrito ampliamente como una cacería de brujas: "Probablemente habría sido enviado a prisión si no hubiera sido por el apoyo de los periodistas".

Rusia, que una vez fue estado oficialmente ateo, ha vivido un cambio impresionante desde la caída de la Unión Soviética. La mayoría de los rusos se identifican ahora como cristianos ortodoxos.

Aunque la mayoría de los rusos no son tan observadores de la religión, el Kremlin ha buscado aprovechar la fe para promover su propio temario político. El veredicto de culpabilidad a las integrantes del grupo feminista Pussy Riot animó a activistas religiosos radicales, que han tenido éxito en sus campañas públicas para prohibir ciertas representaciones teatrales y exposiciones.

El año pasado, varios activistas lanzaron una campaña para recolectar firmas para poner fin al financiamiento estatal del aborto.

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