El inesperado ataque de Estados Unidos a un aeródromo sirio no fue sólo una represalia al régimen de Bashar al-Assad en Damasco, sino también un giro que tensiona de nuevo las relaciones entre Washington y Moscú. Tras un inicio de mandato de Trump muy amigable con su homólogo ruso, Vladimir Putin, a quien alabó durante la campaña, el paso de los días entre acusaciones de injerencia y avances en la investigación ha distanciado a ambos líderes, y el ataque de la noche del jueves puede haber marcado el fin de la distensión y el retorno a una época de guerra fría de facto.

Con su frase de llamado a “los países civilizados a unirse y buscar el fin de la carnicería y el baño de sangre en Siria”, Trump traicionaba su pose electoral aislacionista y volvía a colocar a Estados Unidos como líder del mundo occidental. “La respuesta de la comunidad internacional (…) entiende que EU actuó de manera apropiada, en la mayoría de los casos la acción del presidente ha sido alabada por todo el mundo”, aseguró el portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer. En consecuencia, Estados Unidos volvió a tensar la cuerda y separarse de Rusia, convirtiéndose en su antagonista.

Moscú está activamente ayudando de forma militar las fuerzas de Al-
Assad e incluso había un destacamento ruso en el aeródromo bombardeado la noche del jueves. EU no ocultó la preocupación por la cooperación de Moscú con el régimen sirio, y el Pentágono confirmó que está investigando la posible implicación de los militares del Kremlin en el ataque químico con gas sarín a un pueblo controlado por la oposición a al-Assad, detonante de la situación actual.

Desde varias instancias de la administración Trump, empezando por la Secretaría de Estado, se culpabiliza y otorga la carga de la “responsabilidad moral” de la capacidad de ataque químico del ejército sirio a Rusia por no haber cumplido y “mirar hacia otro lado” en su compromiso de destruir el arsenal sirio.

Putin consideró los ataques “una agresión contra un Estado soberano, una violación del derecho internacional con un pretexto inventado”, aseguró el portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov. Fruto de su desacuerdo, Rusia decidió suspender el canal de comunicación militar en Siria, aunque el Pentágono aseguró horas después que seguía vigente y operativo.

“Es un paso que daña seriamente las relaciones ruso-estadounidenses, ya de por sí maltrechas”, concluyó Putin. En cinco días, el secretario de Estado estadounidense, Rex Tillerson, estará de visita oficial en Moscú para aclarar posiciones.

El campo de batalla de la nueva tensión entre Washington y Moscú es Siria y, de momento, parece que no hay estrategia desde el bando estadounidense: sólo una respuesta puntual para marcar territorio.

“No hay ninguna señal de una estrategia, a no ser que la reivindicación del poder militar constituya una estrategia”, afirmó a este diario Gordon Adams, experto en políticas de Defensa y Seguridad Nacional, profesor emérito de la American University y becario distinguido del Stimson Center.

El analista dudó que exista un plan militar para lidiar con Al-Assad y añadió que “claramente” no existe todavía en la Casa Blanca una estrategia para lidiar con la amenaza y los retos que presenta Moscú. “La administración está desperdigada sobre Rusia”, aseguró.

Sea como fuere, la voluntad de colaboración en Siria para acabar con el Estado Islámico (EI) sigue en pie. Por ello EU, sabedor de que en el aeródromo había equipamiento ruso, avisó para evitar encontronazos y víctimas.

Damasco también reaccionó a la “agresión” estadounidense, convirtiendo a EU en “socio” de los terroristas por atacarlos a ellos y no a los yihadistas del Estado Islámico, enemigo común de ambos.

Para demostrar que los daños no fueron tantos como celebra el Pentágono (que habla de resultados “extremadamente positivos”) y su única vocación de seguir luchando contra el terrorismo, dos aviones de combate (de fabricación rusa) salieron del aeródromo atacado para incursionar en territorio del Estado Islámico.

Más que amenazar a Rusia, y tal y como aseguró el líder de la mayoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, Trump quería mandar un “enorme mensaje” a países como Corea del Norte, Irán o Rusia. “La era de la pasividad estadounidense se acabó”, anunció.

En ese sentido, la cadena NBC adelantó que el Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca ha presentado al presidente varias opciones de represalia en el caso de que decida responder al programa nuclear de Corea del Norte. Entre las opciones que se apuntaron se incluyen el traslado de armamento nuclear a Corea del Sur, el asesinato de líderes norcoreanos o la infiltración de agentes para boicotear Pyongyang desde dentro.

Mientras, el Congreso de Estados Unidos aplaudió la decisión de bombardear de Trump, “respuesta proporcional” a la amenaza de Al-Assad. Sin embargo, aparecieron dudas sobre la “legalidad” de la acción, ya que el presidente no informó de sus intenciones de usar el ejército para una actuación que no derivó de un ataque a intereses estadounidenses.

“[Al Congreso] le gusta estar informado cuando el presidente decide usar la fuerza”, explicó Adams, a la vez que recordó que ningún presidente pidió autorización desde la Segunda Guerra Mundial, hace casi ocho décadas.

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