Los Jefes de Estado y de gobierno de la Unión Europea (UE) se reúnen hoy en Roma para conmemorar los 60 años del proyecto de construcción europea.

En otras circunstancias, cumplir seis decenios sería motivo suficiente para celebrar, pues al transitar los años la paz ha prevalecido en el Viejo Continente.

Además, la familia ha crecido de seis (Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Italia, Francia y Alemania) a 28 miembros y se han materializado muchos de los sueños de los padres fundadores, como es la desaparición de las fronteras internas y la circulación de una divisa única.

Sin embargo, a seis décadas de los dos Tratados de Roma que crearon la Comunidad Económica Europea (CEE) y la Comunidad Europea de la Energía Atómica (Euratom), y que fueron los pilares para edificar lo que hoy conocemos como UE, el futuro del proyecto comunitario es más incierto que nunca.

El bloque llega a la cita en la capital italiana más dividido que nunca, y por vez primera desde el lanzamiento del proceso, el bloque comenzará a restar en vez de sumar como había sido la norma hasta el referéndum del Brexit celebrado el 23 de junio de 2016.

La premier británica, Theresa May, quien no asistirá al encuentro de este sábado, prevé invocar formalmente el proceso de salida de Gran Bretaña de la UE el próximo 29 de marzo.

La UE parece haber perdido la brújula desde 2008, cuando estalló la crisis económica y financiera, y se vio forzada a promover una política de austeridad que le restó popularidad al tener como consecuencia la erosión del estado de bienestar.

A la crisis bancaria, marcada por la falta de solidaridad para contener el sufrimiento de los más afectados y diseñar los instrumentos necesarios para evitar nuevamente casos como los de Grecia y Chipre, se sumaron otras que acentuaron la ausencia de consenso, como la migratoria y la de seguridad provocada por el terrorismo y las actividades desestabilizadoras de Moscú en el este de Ucrania.

A estas habría que añadir la crisis de los valores liberales y democráticos, empujada por las fuerzas proteccionistas, ultranacionalistas y de tintes racistas.

“La crisis que enfrenta la UE tiene muchos rostros, comenzó con la financiera y bancaria, siguió en sus fronteras con consecuencias geopolíticas y directas, como fue la crisis migratoria, y ahora el Brexit”, dice a EL UNIVERSAL Yann-Sven Rittelmeyer, analista del European Policy Centre, un reconocido think tank especializado en temas comunitarios.

“Pero la mayor amenaza para la Unión es la falta de confianza entre los Estados miembros para encontrar los compromisos necesarios para enfrentar estas crisis, tal y como lo hicimos en el pasado, cuando las usábamos para salir más fuertes y unidos”.

Para el experto, la única forma de salir adelante es que la UE demuestre a la ciudadanía su valor añadido y adopte los instrumentos necesarios para salir del actual estancamiento.

Sin embargo, no será en Roma en donde se tome la decisión sobre el camino a seguir. El presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, ha sugerido, entre otros escenarios, la posibilidad de una Europa de múltiples velocidades en la que aquellos países que quieran profundizar su integración puedan hacerlo sin afectar los intereses nacionales de otros.

“Estamos apenas al inicio de un proceso que arrancó en Bratislava y que está marcado por la incertidumbre del Brexit”, indica Rittelmeyer.

“Si bien hay motivos para celebrar, los logros han sido múltiples [a lo largo de 60 años], como el haber traído paz al continente, Roma será esencialmente una cumbre para la reflexión y para exhibir unidad”.

Para el analista, la oportunidad para dar un giro de timón al punto muerto en el que se encuentra Bruselas, se presentará hasta finales de año, cuando Francia y Alemania hayan resuelto su futuro político. Resucitar el eje franco-alemán es crucial para evitar que el Brexit sea el inicio de un proceso de desintegración.

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