San José

Al cumplirse hoy 12 semanas de la muerte de Fidel Castro, Cuba iniciará una nueva e histórica etapa en 58 años y 56 días de revolución comunista: dentro de 12 meses exactos, el general Raúl Castro finalizará dos quinquenios consecutivos como presidente de los consejos de Estado y de Ministros y, al menos formalmente, deberá desprenderse del poder.

Durante los próximos 365 días, Cuba vivirá una etapa de sucesión, trascendental y sin precedentes porque —salvo imprevistos— no será por razones de salud, como sí sucedió cuando el ahora fallecido comandante en jefe de la revolución entregó el mando del país a su hermano temporalmente el 31 de julio de 2006, pero luego de manera definitiva desde el 24 de febrero de 2008.

Una incógnita es lo que ocurrirá dentro de un año con la posición del presidente saliente como primer secretario del Partido Comunista de Cuba (PCC), principal nervio cubano del poder.

“Raúl Castro va a seguir mandando”, dijo la disidente y ex prisionera política cubana Marta Beatriz Roque, en entrevista con EL UNIVERSAL. “Él es el primer secretario del partido, que es el que dirige, según la Constitución. Él dejará la jefatura de gobierno y Estado pero no la dirección del país, a cargo del partido”, adujo.

“La esencia de partido único sigue intacta”, insistió, al recordar que el régimen advirtió que aunque la revolución acepta la apertura económica, como minúsculos empresarios privados, jamás habrá apertura política ni multipartidismo y pluralismo ideológico.

“Hoy empieza algo sólo cosmético”, adujo la disidente.

Tras la muerte del comandante, de 90 años, el pasado 25 de noviembre, su sucesor, quien cumplirá 86 el próximo 3 de junio, prometió continuar la construcción del socialismo iniciada por su hermano.

Cambios. En una histórica maniobra, el PCC decidió en 2011 que el tiempo máximo para ejercer los máximos cargos estatales y gubernamentales es de 10 años, por lo que el del mandatario, protagonista central de la normalización de nexos con Estados Unidos anunciada en diciembre de 2014 y después de más de medio siglo de fuertes tensiones bilaterales, vence el 24 de febrero de 2018.

Por eso, la duda sobre el sucesor está vigente en una cuestión crucial: ¿Será posible que, por primera vez desde el triunfo de la revolución en 1959, una persona sin apellido Castro emerja como máxima figura estatal y gubernamental en Cuba, más allá de personajes en cargos protocolarios?

En diciembre pasado, el gobierno del entonces presidente demócrata Barack Obama —arquitecto, con el general, del deshielo con Cuba que llevó a restablecer lazos diplomáticos en 2015— hizo una advertencia al republicano Donald Trump ya como presidente electo de EU y decidido a bajar la velocidad que su predecesor aplicó con La Habana: retroceder con Cuba sería dañino para Washington y los cubanos.

La alerta fue que si la Casa Blanca se vuelve a cerrar con Cuba, en una transición triunfaría “la línea dura” comunista de la revolución, por lo que los movimientos de Trump influirán en los 12 meses venideros. Con este panorama, en la fila de sucesión hay dos personajes claves con un factor común: ninguno proviene de los hechos bélicos en el oriente de la isla, en 1953 en Santiago y a partir de 1956 en la Sierra Maestra para llegar a la victoria en 1959.

Son Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez, quien cumplirá 57 el próximo 20 de abril, y Alejandro Castro Espín, quien llegará a 52 el 29 de julio entrante.

Díaz está en ruta directa al poder como vicepresidente de los consejos de Estado y de Ministros, pero Castro tiene una marca distintiva: es Castro, hijo del presidente y fue un discreto peón de su padre en 18 meses de negociaciones secretas entre Washington y La Habana que condujeron a finales de 2014 a inaugurar el deshielo entre dos viejos enemigos separados por sólo 144 kilómetros.

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