Washington

La inesperada derrota del Partido Demócrata en las presidenciales de noviembre pasado los dejó descabezados, sin rumbo fijo, en el purgatorio de la política estadounidense. La salida de Barack Obama de la Casa Blanca y el adiós del vicepresidente Joe Biden, unido al abandono de quien fuera la candidata presidencial, Hillary Clinton, arrancaron de un plumazo tres caras visibles de aquello que creían representar. La sorpresiva victoria del republicano Donald Trump arrasó con todo lo establecido, devolviendo a los demócratas a ras de suelo y perdidos en la jungla del desconcierto.

“Los demócratas son un partido en búsqueda de su identidad”, afirma a EL UNIVERSAL Thomas Whalen, politólogo de la Universidad de Boston.

Más de dos meses después de su hecatombe electoral, que dejó a los demócratas con las cuotas de poder más bajas de la historia reciente a nivel nacional, estatal y local, afrontan este fin de semana un momento que han querido vender como punto de inflexión: la elección del nuevo presidente del partido.

“La importancia de esta elección es exagerada”, opina a este periódico David Canon, politólogo de la Universidad de Wisconsin.

El cargo de presidente del Partido Demócrata es más de gestión que ideológico; sin embargo, en un momento en el que carecen de figuras fuertes y liderazgos contrastados necesitan un punto de referencia, un portavoz cualificado que pueda hablar en nombre del partido hasta que aparezca un nuevo líder en el que arroparse.

La época de primarias mostró a un partido en una crisis que se iba a ocultar con una victoria inapelable e histórica en las elecciones presidenciales y la llegada de Hillary Clinton a la Casa Blanca. La inestabilidad provocada por el progresismo del senador independiente Bernie Sanders y su conexión con las bases más movilizadas, unido al escándalo de favoritismos y filtraciones que guillotinó las cabezas visibles del partido en medio de la convención de julio, se resolvió con una imagen de unidad temporal. La victoria de Trump los obliga a hacer un sicoanálisis más profundo del que esperaban.

Opciones reales. A pesar de que existen casi una decena de candidatos a la presidencia, sólo dos tienen opciones reales de victoria: el ex secretario de Trabajo Tom Perez y el congresista Keith Ellison. Los dos representan perfiles muy diferentes: Perez, de padres dominicanos, sería el primer latino en liderar el partido. Ellison, por su parte, es de fuerte carácter izquierdista y fue el primer musulmán en entrar al Congreso.

Ellison consiguió el apoyo de los senadores Sanders, Elizabeth Warren (Massachusetts) y el líder de la minoría en la Cámara Alta, Chuck Schumer, así como el alcalde de Nueva York, Bill de Blasio. A Pérez, por su parte, lo arropa Biden y cuenta en su haber con los halagos de Obama como hombre “incansable” y “trabajador”.

“Tienen que unirse, organizarse, recaudar dinero y generar buenos candidatos y mensajes”, recomienda David Lewis, presidente de los Estudios de Ciencias Políticas de la Vanderbilt University. Este experto aconseja a los demócratas que tomen el ejemplo de sus rivales.

“Una cosa en la que los republicanos han sido exitosos fue el abrazar el entusiasmo de una base activista mientras se enfocaban en temas que podrían unir diversas facciones del partido”, explica a este diario. “Los demócratas necesitan reconstruirse desde abajo”, añade, haciendo hincapié en la necesidad de escuchar el sentir de sus electores.

Dice Lewis que “la unidad del partido se determina por el grado de la amenaza”, y tener un enemigo común tan poderoso —e inesperado— como Trump puede ser clave para la concreción de una estrategia conjunta en la reconstrucción del Partido Demócrata. “Una derrota a veces puede ayudar a enfocarse, sólo queda por ver si podrán responder”, apunta.

En los últimos debates previos a la votación entre candidatos a la presidencia demócrata pareció que el consejo estaba muy presente, con peticiones de canalizar la energía antiTrump para unir al partido. “Todos somos fantásticos. Vamos a unirnos”, pidió Ellison. “Tenemos que unirnos en los valores que compartimos”, añadió Perez.

Gritos a la unidad que curaron las heridas abiertas en julio y que ahora deberían sanar por completo la cicatriz entre los demócratas.

Al fin y al cabo, como explica Canon, “los candidatos coinciden en los temas centrales”: tener una estrategia a nivel nacional, más organización y proximidad con las bases, más transparencia y, especialmente, curar las heridas que supuraron en las primarias de 2016.

Ese último punto es el más problemático. La unidad de los candidatos difiere con la división que hay en las bases. Las dos principales candidaturas son consecuencia de la lucha que ya se vivió en el último año y medio en el seno del partido: centrismo contra progresismo. “Las divisiones no son más que una representación de la lucha entre seguidores de Clinton y de Sanders”, argumenta Canon.

La necesidad de recomponer cuanto antes un partido devastado hará que cualquiera de los que gane vaya a ser bien recibido por las élites del partido. La duda está en las bases, en aquellos que están creando un primigenio movimiento social antiTrump que tendría que empujar a victorias electorales demócratas.

Según Whalen, la opción triunfadora para los demócratas sería elegir a Ellison, alguien con “fuertes convicciones progresistas en derechos civiles y control de armas”.

A Perez, en cambio, le augura una futura aspiración a la Casa Blanca si consigue salir de su zona de confort centrista y vira hacia la izquierda que propondría Ellison de ser elegido y que según el experto exigen unas bases encendidas por las proclamas de Sanders y Warren.

El futuro a corto plazo del Partido Demócrata no es halagüeño. En las elecciones de medio mandato (midterms) de noviembre de 2018 tienen muy difícil recuperar el control de la Cámara de Representantes, y defienden 25 asientos complicados en el Senado, una decena de ellos, en estados en los que Trump ganó con facilidad en las elecciones presidenciales.

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