Malta inauguró ayer formalmente las actividades de la presidencia semestral europea, fijándose como prioridad la lucha contra la migración y el arranque del proceso del Brexit.

“Estamos muy interesados en que el gobierno de Malta logre nuevos avances en cuanto al tema migratorio. Esto es de vital importancia”, destacó el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, durante la ceremonia de inauguración celebrada en La Valeta en presencia del primer ministro de Malta, Joseph Muscat.

La isla de Malta asume por vez primera el timón de la Unión Europea (UE), y lo hace en un momento en el que el bloque vive su mayor crisis de identidad en su historia y enfrenta una serie de retos marcados por la incertidumbre, la desunión y el avance de las fuerzas populistas de extrema derecha.

“La UE ha perdido su brillo”, reconoció Theodorus Bovens, gobernador de la provincia de Limburgo durante un congreso convocado recientemente con motivo de los 25 años del Tratado de Maastricht, el cual hizo posible la materialización de la divisa europea.

Para comenzar el semestre, está la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, quien a juzgar por sus comentarios en Twitter y los miembros de su gabinete, podría alterar el actual orden mundial.

Los analistas consideran fundamental que Europa responda con una sola voz ante las políticas de Trump, principalmente con relación a Moscú, para evitar la fractura de alianza atlántica, fundamental para la defensa, seguridad y prosperidad de occidente.

Malta después navegará por aguas desconocidas. Por primera vez en la historia de la UE un socio abandonará el bloque. La premier británica, Theresa May, dijo que a más tardar a fines de marzo invocará el Artículo 50 del Tratado de la Unión, con lo cual iniciaría el doloroso divorcio entre Gran Bretaña y la UE.

En el ámbito económico sigue pendiente el doloroso dossier de la crisis griega, al que se sumará otro igualmente incómodo, el italiano.

Italia inquieta a los mercados por su débil crecimiento, el naufragio de la banca y el vacío político provocado por retirada del premier Matteo Renzi. Incluso podría adelantar elecciones en 2017.

La lucha contra el terrorismo, la seguridad energética, la inestabilidad en el este de Ucrania, las sanciones a este país y la migración también serán platillos fuertes de la próxima presidencia semestral. Las aguas del Mediterráneo siguen cobrándose vidas de quienes intentan migrar a Europa. Según Naciones Unidas, en 2015 murieron 2 mil 869 personas en su intento por llegar a Europa, mientras que el 30 de noviembre pasado ya se contabilizaban 4 mil 232 muertos.

La situación podría empeorar si se pone fin al frágil pacto con Turquía, que asumió la función de guardacostas de la UE y ha sido clave para clausurar la ruta de los Balcanes. El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha amenazado con romper el pacto si Bruselas interfiere con los asuntos internos del gigante musulmán.

Otro pendiente migratorio tiene que ver con la falta de solidaridad para aliviar el peso en los países fronterizos, concretamente Italia, Grecia y Malta. Año y medio después de que los socios acordaran repartirse 160 mil refugiados, sólo se ha reubicado a 9 mil 400. Estos desafíos tendrán lugar en el marco de un clima político contaminado por las elecciones en Francia y Holanda, durante este primer semestre; Alemania en otoño, y muy probablemente también en Italia en algún momento del año. En estos países, las fuerzas populistas aspiran con la victoria.

De acuerdo con Juncker, la única forma de evitar la parálisis es adoptando el modelo de la Europa de dos velocidades, es decir, separando a los euroescépticos de los países afines que ambicionan con una mayor integración.

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