Desde que Donald Trump ganó las elecciones de Estados Unidos con un discurso fuertemente proteccionista, las puertas de Sudamérica parecen haberse abierto un poco más para China. Ésta, la segunda economía mundial, ya tiene bien aceitada su participación en la región y todos los pronósticos dicen que va a crecer.

La semana pasada un nuevo proyecto chino se concretó en Ecuador: la represa hidroeléctrica Coca Codo Sinclair, que es la mayor obra construida en la historia de este país y que tuvo financiación e inversión de Beijing. En la inauguración estuvieron, en videoconferencia desde Quito, el presidente Rafael Correa y su par chino, Xi Jinping, quien se encontraba de visita en la capital, en una gira que también incluyó el encuentro del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) en Perú. La represa ha significado más de 7 mil empleos (de los cuales mil eran de chinos) y servirá para dar energía a Ecuador y para exportar a Colombia. “La profundización de la cooperación entre China y Ecuador está en su momento más importante”, dijo Xi.

China vive una era de oportunidad en Sudamérica. Recientemente firmó un acuerdo por 2 mil 200 millones de dólares con Venezuela para elevar la producción petrolera conjunta, de 500 mil barriles diarios a 800 mil. Además, se prevé la construcción de una refinería en China, en conjunto con Petróleos de Venezuela (PDVSA). Entre 2005 y 2014, China dio créditos a América Latina por unos 119 mil millones de dólares y actualmente tiene proyectos por otros 50 mil millones, entre los que están un tren transoceánico que irá del noreste de Brasil a la costa pacífica de Perú y dos represas en la Patagonia argentina. El presidente chino va por más: dijo que su país quiere invertir 250 mil millones de dólares en la región en los próximos 10 años.

“Los chinos comenzaron a incrementar su presencia en la región desde el 11 de septiembre de 2001, cuando Estados Unidos se desentendió de la región para enfocarse, en mayor o menor grado, en Medio Oriente y en Europa”, dijo a
EL UNIVERSAL Guillermo García, analista argentino y ex vocero de la Cancillería. “El lugar que dejó fue ocupado por China, Rusia e Irán”.

En los ámbitos internacionalistas se cuenta que en 2014 el presidente de un país del Mercosur fue a Washington D.C. y tuvo una reunión en la Comisión de Política Exterior del Capitolio. “Queremos inversiones de Estados Unidos, no de China”, suplicó. Pero EU ya no miraba al sur, y de hecho en los últimos años el Plan Colombia avanzó con un impulso extra del Vaticano.

“Europa dice que un proteccionista como Trump va a llevar a más proteccionismo en el mundo, pero China interpreta este momento como una ventana de oportunidades”, dijo a este diario Oliver Stuenkel, del Centro de Relaciones Internacionales de la Fundación Getulio Vargas, de Brasil. “El impacto de la victoria de Trump es brutal para Brasil y China percibe que Brasil necesita apertura comercial para salir de la crisis. China es el único gran socio que se nos ofrece”, dijo.

Desde que asumió, hace menos de un año, el presidente Michel Temer viajó dos veces a China, por la reunión del G-20 y de los BRIC. Brasil tiene 200 millones de habitantes y la economía más grande de América Latina. Sin embargo, la relación económica con China es desigual. “En Brasil hay preocupación por el proceso de desindustrialización que podría venir si hay más comercio con China”, dijo Stuenkel. Brasil tiene su mejor comercio con los países de Sudamérica, a los que vende manufacturas industriales. En EU y Europa coloca también algunas, y vende materia prima. Pero China sólo quiere materia prima.

El martes pasado, Xi Jinping estuvo en Santiago de Chile, donde firmó con su par local, Michelle Bachelet, 12 acuerdos y memorándums de entendimiento, entre los que hay uno para actualizar y profundizar un tratado de libre comercio de 2010. “El tamaño de la economía de Chile es el de una ciudad china, ni siquiera el de una provincia”, explicó a EL UNIVERSAL Cristian Fuentes, especialista en política internacional, de la Universidad Central de Chile. “Los países sudamericanos ven en China a un buen comprador, que no pone muchas condiciones. Con EU, en cambio, las cosas siempre son más complejas”. Otro analista chileno, Pablo Jofre, explicó: “Estados Unidos generó relaciones de dependencia muy fuertes y exige un sometimiento económico y militar. Para la región, con China la ventaja fundamental es política”.

En general, los especialistas ven con buenos ojos la presencia china. “A largo plazo, esto dejará atrás el momento, ya bastante largo, de un mundo unipolar con EU como superpotencia: habrá nuevos equilibrios”, dijo a este diario Gabriel Puricelli, vicepresidente del Laboratorio de Políticas Públicas, de Argentina, quien opinó que los planes de China en la región son independientes de lo que haga Trump. “Quizás lo malo sea que haya también nuevas reglas antipáticas”, señaló.

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