La muerte en noviembre de Fidel Castro y la visita en marzo a La Habana del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, quedaron como los acontecimientos más importantes de Cuba en 2016, pero 2017 marcará otro suceso sin precedentes en 58 años de vida de la revolución cubana que estalló en 1953 en Santiago, generó un alzamiento armado en la Sierra Maestra en 1956 y triunfó en 1959. Será la primera conmemoración de la victoria revolucionaria sin Fidel.

La cuenta regresiva del último año de gobierno del presidente y general Raúl Castro empezará el 24 de febrero de 2017 y abrirá un proceso de sucesión que determinará si la generación postSantiago y Sierra Maestra, en el convulso oriente de la isla, se hará del control del país, si otro integrante de la familia más poderosa de la isla —el coronel Alejandro Castro Espín, hijo del gobernante— asumirá en 2018 o si el vicepresidente de los consejos de Estado y de Ministros, Miguel Díaz-Canel, tomará el relevo.

En un país en el que la “solución biológica” —la muerte del líder de la revolución— se convirtió por casi medio siglo en factor esencial de la política interna y del nexo, de secreto a público, de La Habana con Washington, el almanaque es un mecanismo de influencia. Fidel murió a los 90 años el pasado 25 de noviembre y su hermano y sucesor cumplirá 86 en junio próximo, mientras que el coronel Castro llegará a los 51 en julio y Díaz-Canel a los 56 en abril.

Recuerdo. Cuba conmemorará mañana el 58 aniversario del triunfo de la revolución logrado el primero de enero de 1959, la primera efeméride de ese tipo con el comandante muerto. “Ya no está Fidel físicamente, pero sí sus fieles soldados para enfrentar el desafío”, escribió el cubano Óscar Sánchez en un artículo publicado ayer en el periódico Granma, órgano oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC). “El reto es grande, sí. Pero así de grande es también el compromiso”, añadió, al destacar que la cubana es una revolución “fidelista y raulista”.

“Revolución significa cambio”, por lo que Cuba es “un país libre, soberano, donde se privilegia el derecho a la vida”, puntualizó.

En la acera contraria, la cubana Berta Soler, representante de la organización opositora Damas de Blanco, dijo que aunque es el primer año sin presencia física del comandante, “Fidel ya no mandaba en Cuba desde hace 10 años, cuando entregó el poder a su hermano Raúl. Cuba va a ser igual o peor, porque los dos hermanos son iguales”. “Cuba no va a cambiar hasta que Raúl tenga voluntad de darle derechos y libertades al pueblo y cuando existan elecciones libres, plurales y sin coacción para que en el pueblo podamos elegir a nuestro presidente o presidenta. En 2017 esperamos una Cuba represiva por parte del régimen, sin libertad”, añadió en entrevista telefónica con EL UNIVERSAL.

Deshielo. El cambio de mando de Fidel a Raúl, primero temporalmente por problemas de salud en 2006 y luego de manera definitiva desde 2008, transcurrió sin ningún sobresalto mayor pero derivó en un hecho trascendental: el 17 de diciembre de 2014, luego de 18 meses de negociaciones secretas entre EU y Cuba con mediación del papa Francisco, los presidentes Barack Obama y Raúl Castro anunciaron la apertura de un proceso de normalización de relaciones que llevó en julio de 2015 a la reanudación de lazos diplomáticos, tras más de 54 años de ruptura.

Aunque siguen inamovibles el embargo que EU impuso a Cuba en 1962 por su sistema comunista y porque la naciente revolución nacionalizó empresas estadounidenses, y el régimen político cubano de partido único, la histórica visita de Obama a la capital cubana, del 20 al 22 de marzo, activó las ilusiones a ambos lados del estrecho de Florida de que el bloqueo estaba en ruta de muerte y de que en la isla empezarían a caer murallas.

La victoria del republicano Donald Trump en los comicios de noviembre pasado en EU sepultó esas esperanzas. Pese a que se duda que luego de que asuma, el próximo 20 de enero, Trump ordene un retroceso total a antes de diciembre de 2014, tampoco se prevé que alentará una mayor velocidad al deshielo ni aceptará impulsar un levantamiento de las sanciones económicas dictadas en 1962, porque en campaña electoral cuestionó la política de Obama hacia La Habana.

La revolución advirtió en los últimos años que aunque haya apertura económica jamás habrá reforma política y se mantendrá el PCC como único legal y guía del país. En el sepelio del comandante, el general prometió continuar la construcción del socialismo. “No vamos ni iremos al capitalismo, eso está totalmente descartado”, proclamó el mandatario en la Asamblea Nacional (Congreso) el pasado martes, al confirmar que Cuba entrará a 2017 con nuevos nubarrones económicos y que, en 2016, el país registró un decrecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) de 0.9%, entre otros factores, por “las limitaciones en los suministros de combustibles”.

Castro evitó mencionar que la reducción se debe a que, por su profunda crisis, Venezuela redujo las entregas de crudo a Cuba. Para 2017 “debo alertar que persistirán tensiones financieras y retos que pudieran incluso recrudecerse” y que el PIB podría crecer “moderadamente en el entorno de 2%”.

Aparte de la muerte del comandante y de la visita de Obama, 2016 heredó una caída del PIB, la primera en 23 años, y reflejó mayores secuelas en Cuba de la crisis venezolana que se prolongarán a 2017 en el inicio de la transición de 2018.

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