Cuando Yuliana Samboní nació en una humilde vereda del Cauca, el 26 de junio del 2009, el arquitecto Rafael Uribe Noguera, acusado de torturarla, violarla y asesinarla, ya registraba una oscura conducta.

En ese momento estaba de viaje en Santa Marta, trabajaba en una conocida oficina de arquitectos ubicada en la avenida Chile, en el norte de Bogotá, y sostenía una relación de más de cuatro años con una colega que está aterrada por los delitos que se le imputan y que le garantizarían al menos 50 años de cárcel, sin derecho a rebaja por la modalidad: secuestro simple, tortura, acceso carnal violento con menor de 14 años y feminicidio.

El cuerpo de la niña fue hallado el domingo 4 de diciembre en uno de los apartamentos de Uribe, en Chapinero Alto, con golpes y mordeduras que recibió durante las casi cinco horas que estuvo en el lugar antes de ser asesinada. Según la Fiscalía, estaba desnuda, bañada y embadurnada con aceite de cocina, en un intento por borrar la brutalidad a la que fue sometida.

Dos días después, a las 10:45 de la noche, ya le habían imputado cargos a Uribe, de 38 años, quien negó los delitos a pesar de las demoledoras pruebas que incluyen videos de Yuliana aún viva en el ascensor del edificio Equus 66, la vivienda alterna del arquitecto.

El capítulo más reciente de esta historia, que tiene conmovido al país, es el aparente suicidio de Fernando Merchán, el vigilante del Equus 66 que estaba de turno el día del crimen. El hombre, de 59 años, anotó en el libro de minutas el ingreso al apartamento de los hermanos de Uribe, Catalina y Francisco, quienes también son investigados por la Fiscalía.

Aunque allegados le admitieron a EL TIEMPO que pactaron con su familia no hablar de ‘Rafico’ (como le dicen) y se unieron a la campaña de limpieza en redes, para borrar sus fotos e historial, excompañeros del arquitecto accedieron a reconstruir episodios que hoy también rastrea la Fiscalía y dejan en evidencia conductas agresivas y una posible participación en una red de pederastia.

“Esto es muy duro para todos, estamos devastados. La tragedia es inmensa, lo que se sabe es muy fuerte y acordamos con la familia permanecer en silencio. Por favor, entiendan”, le dijo a EL TIEMPO una pariente de Uribe y lo confirmó uno de sus mejores amigos, poco después de que sus cuentas e información en las redes fueron bloqueadas.

La tragedia dividió a su círculo más cercano. En chats cerrados, mientras unos piden misericordia y suben versículos de la Biblia para que se lo perdone, otros exigen que le caiga todo el peso de la ley.

“Ni sus más cercanos imaginamos que podía llegar a esas dimensiones”, se lee en uno de los chats de los amigos del arquitecto, entre quienes figuran profesionales de bolsa, cineastas, arquitectos, periodistas y abogados. Pero excompañeros de trabajo y de estudio aseguran que sus rasgos agresivos eran notorios y que era adicto al licor, las drogas y las prostitutas, algunas contactadas por redes, como lo muestra su cuenta en Twitter.

“Desde los 6 años matoneó a uno de nuestros compañeros, que hoy trabaja para el Gobierno. Se llevaba sus chaquetas importadas y le botaba los útiles detrás de los armarios del colegio. Su conducta persistió ya en la madurez: volvió a molestarlo hace dos meses, cuando se reunieron a celebrar los 20 años del grado en una finca en la Sabana de Bogotá. La vida le cobró de contado lo que hizo desde esa época”, relató una persona que estudió con él en el Gimnasio Moderno.

Otro aseguró que ‘Rafico’ era alcohólico desde los 15 años y que uno de sus acudientes fue alertado al respecto en una reunión en la que un par de madres se quejaron de su comportamiento. En ese momento, Uribe era uno de los alumnos más populares de su grupo, aunque también lo calificaban de ‘bronquero’ y desafiante, y narran que en partidos de fútbol de los intercolegiados terminaba provocando riñas.

Doble vida

“Las niñas siempre querían salir con él. Era rumbero, alegre y deportista. Además, tenía un lado infantil. Pertenecía al combo ‘play’ de Bogotá y esa conducta fue una constante cuando ingresó a la Javeriana”, dice una exnovia.

En épocas de universidad, Uribe visitaba barrios marginales de Ciudad Bolívar para desarrollar su tesis en arquitectura, que proponía levantar viviendas sostenibles.

También se involucró en un exitoso proyecto deportivo con niños de bajos recursos del sur de Bogotá, a cargo de uno de sus mejores amigos. Según registros, incluso hizo los bosquejos de un polideportivo para que los pequeños ocuparan su tiempo libre.

Cuando Yuliana tenía 6 meses, Uribe renunció a la oficina de arquitectos. Tuvo un incidente menor con sus jefes y luego argumentó que iba a echar a andar un proyecto familiar: la construcción del edificio Equus 66, donde la pequeña fue asesinada.

En ese momento ya era consumidor de cocaína. Además, EL TIEMPO documentó un incidente con sus vecinos que obligó a Uribe a alejarse del Equus 66 durante casi un año.

El arquitecto invitó a una pareja de jubilados a su apartamento y estos empezaron a gritar al verlo usar ropa íntima femenina y medias veladas. El joven tapó la cañería del edificio tras arrojar las prendas al inodoro, lo que generó un fuerte incidente con los vecinos.

Al parecer, el licor era el detonante para que aflorara su personalidad oscura, ajena al miembro de familia amoroso que asistía a los cumpleaños de sus sobrinas. Su exnovia asegura que, en ocasiones, entraba como en otra dimensión y se tornaba impulsivo, grosero y agresivo. Era entonces cuando se perdía hasta tres días.

Luego se deprimía y buscaba refugio en la meditación y en el deporte: corría maratones, subía la montaña de Rosales, nadaba en la madrugada, montaba bicicleta y jugaba tenis y fútbol. También se sumergía en la oración y usaba rosarios cuando iba a sus rumbas pesadas. De hecho, en su cuenta de Twitter, además de contactos con prepagos y hombres que subían videos con sexo explícito, compartía oraciones y reflexiones espirituales.

Ahora, forenses de la Fiscalía están rastreando en su computador datos de navegación, contactos y archivos para conocer quiénes eran sus proveedores de droga y buscar rastros de pornografía infantil. Con el apoyo de miembros de la Agencia de Inmigración y Aduanas de Estados Unidos (ICE), se busca establecer si el caso de Yuliana conduce a una red de tráfico sexual infantil.

Investigadores aseguran que Uribe, hoy preso en una celda aislada de la Unidad de Tratamiento Especial en La Picota, habría ofrecido entregar información sobre la red de drogas a cambio de protección en la cárcel, donde ha sido amenazado por reclusos.

Otra pista dentro de la investigación es la ropa de otros menores que, según Isabel Agatón, abogada de la familia de Yuliana, fue vista en su apartamento; y las rondas que hacía por el barrio de la niña, el Bosque Calderón, cuando se organizaban bazares y fiestas.

De manera reiterada y con dolor, la familia de Uribe ha lamentado la muerte de la niña, quien fue sepultada el viernes en el Cauca. De hecho, Francisco Uribe, hermano de ‘Rafico’, pidió perdón cuando ingresó al interrogatorio al que se le citó para aclarar su supuesta participación en la alteración de la escena.

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