Madrid.— El Brexit ha cambiado las reglas del juego, y no sólo en Europa. Barack Obama había centrado en Asia sus últimos esfuerzos en política exterior. Europa parecía un terreno estable en el que no era necesario invertir más. La salida de Reino Unido de la Unión Europea ha roto este plácido panorama, y el presidente de Estados Unidos comienza mañana su primera visita al continente tras el referéndum británico.

Obama llega a Polonia para una cumbre de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) entre los días 7 y 9 en la que se confirmará el aumento de presencia armada de la Alianza en Europa del Este ante las injerencias rusas en Ucrania. Tras Polonia, Obama visitará España. Esta segunda escala también tendrá sabor militar, porque el presidente pasará por las bases estadounidenses de Rota y Morón.

La redefinición del papel británico en Europa empezará a darle quebraderos a Obama desde esta misma visita. Reino Unido es uno de los protagonistas del despliegue militar en el Este, además del más firme opositor a levantar las sanciones económicas contra Rusia. Y las bases de EU en España están junto a Gibraltar, la colonia británica que controla el acceso al Mediterráneo y cuyo control reclama España. Las duras negociaciones en torno al Brexit que mantendrán Londres y la UE pueden enturbiar la colaboración en estos frentes.

Obama se implicó personalmente en la campaña contra el Brexit. Reino Unido se ha presentado como “el ancla” de EU en Europa por su proximidad histórica y cultural, así como por un entendimiento similar de la política. En temas de seguridad y economía, Londres es siempre el interlocutor de la Casa Blanca, hasta un grado que en ocasiones ha irritado a otros socios, como Francia.

Ahora EU ha perdido ese portavoz en Bruselas. Nada más materializarse el resultado del referéndum el 24 de junio, Obama anunció que la “relación especial” con Londres perdurará, pero admitió: “Nos preocupa que la ausencia de Reino Unido de la Unión Europea y las potenciales alteraciones dentro de Europa nos dificulten solucionar algunos desafíos”. Judie Dempsey, editora de Carnegie Europe, recuerda que Londres era el gran valedor del Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP), y que su salida “tendrá un gran impacto en las negociaciones para su aprobación”.

Los analistas consideran que Washington deberá estrechar lazos con otros socios europeos. Los favoritos para ese papel son Alemania y Francia, los dos pesos pesados que quedan en la UE. Sin embargo, aunque las relaciones son muy cordiales, ni Berlín ni París son tan receptivos a ciertas demandas estadounidenses como lo fue Londres. Fiona Hill, del Brookings Institution, aconsejaba a Washington el lunes desde el diario español El País que diversifique sus relaciones en Europa atrayendo a potencias de tamaño medio, como España e Italia.

El viraje de la política de EU hacia Asia y el Pacífico vuelve un segundo plano. El mayor logro de esta estrategia ha sido el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP) que involucra, junto a México, a 11 economías que reúnen 40% del PIB mundial. Pero las circunstancias han impedido a EU despegarse de sus zonas de influencia clásicas: Europa y Medio Oriente. Primero las primaveras árabes, luego el yihadismo, la guerra de Ucrania... Finalmente, la herencia diplomática que Obama deja a la demócrata Hillary Clinton o el republicano Donald Trump queda marcada por la necesidad de reconstruir la influencia de Washington en Bruselas.

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