Bruselas.— Una onda de tensión recorre los pasillos de las instituciones de la Unión Europea (UE), en la antesala del imprevisible referéndum en el que Gran Bretaña, contrapeso de la influencia franco-alemana al interior del bloque, decidirá si continúa o no siendo partícipe del proyecto de integración europea.

De ganar el Brexit, el club comunitario perdería al más euroescéptico de sus socios, al principal opositor del proyecto de la Europa federal, al responsable de talar el alcance de cada reforma —llámese fallida Constitución Europea o Tratado de Lisboa—, así como a un miembro que ha jurado que nunca adoptará los dos mayores logros del acervo comunitario: el euro y la libre circulación de personas (el pacto de Schengen). “Con el Brexit nos deshacemos del alumno más fastidioso de la clase y podríamos finalmente tomar en serio los problemas en Europa”, en palabras de Marnix Amand, investigador de la Universidad de Lausana.

¿Por qué tanta preocupación? ¿La Unión no estaría mejor sin Bretaña? El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, afirma que no. Incluso vaticina un escenario apocalíptico de consumarse el abandono. “Como historiador, temo que el Brexit podría ser el principio no sólo de la destrucción de la UE, sino de la civilización política occidental en su totalidad”, dijo el político polaco al diario alemán Bild.

Bruselas teme que la historia de Londres fuera de la UE termine siendo una de éxito. “El gran riesgo que existe es que la salida de Gran Bretaña detone una reacción en cadena y conduzca a otros países a seguir el mismo camino”, dice a EL UNIVERSAL Camino Mortera, experta del Centre for European Reform. El efecto dominó no sólo podría alcanzar a los gobiernos euroescépticos de Polonia, Hungría y República Checa, también a socios fundadores como Holanda, donde un electorado inconforme ha dado muestra de rechazo a Europa cada vez que han tenido oportunidad, como fue el caso de la Carta Magna y el Acuerdo de Asociación con Ucrania.

Asimismo preocupa el impulso que recibirían la extrema derecha y las fuerzas populistas: tras la “independencia” de Londres, el Frente Nacional de Marine Le Pen, la Nueva Alianza Flamenca de Mark de Weber y el Partido por la Libertad de Geert Wilders, estarán convencidos de que es posible derrocar a la Unión. “La experiencia británica podría servir de inspiración a otros”, señala Mortera.

El golpe sicológico en aquellos que creen en el proyecto de construcción en conjunto sería igualmente devastador, pues sin Reino Unido “sería una historia de desintegración en lugar de integración”, sostiene Charles Grant, también del Centre for European Reform.

La salida británica además acabaría con el equilibrio de fuerzas al interior de la UE entre Alemania, Gran Bretaña y Francia, los poderes político, financiero y cultural del bloque. Como consecuencia, Grant está convencido de que el proyecto comunitario será “más alemán que nunca”.

Para la UE el abandono británico no podría llegar en peor momento, con la crisis del euro, un desempleo que afecta a 21 millones de europeos y el creciente éxodo migratorio hacia Europa. Aun si los británicos se quedan, el debate no termina ahí. Como dijo la semana pasada el presidente del Eurogrupo, el ministro de Finanzas de Holanda, Jeroen Dijsselbloem: “No es suficiente con seguir siendo miembro. Quiero que vuelvan a ser socios activos y ayuden con los temas y cambios que necesita Europa”.

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