EAST LOS ANGELES, California.– El 5 de mayo a la hora del lunch, el virtual candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump, publicó una foto en sus redes sociales: mostraba un “taco bowl”, un platillo hecho con una imitación de tortilla, con el que deseó un “Happy Cinco de Mayo!” a sus seguidores hispanos a quienes aseguró amar.

La fotografía se volvió viral. Primero, porque apenas unas horas antes, con el retiro de John Kasich de la contienda por la candidatura, Trump quedaba como el ganador de facto. En segundo lugar, porque el uso de falsos referentes a lo que significa ser mexicano, latino o hispano cuando llega el Cinco de Mayo, ha agotado la paciencia de la comunidad mexicana en Estados Unidos: cada activista, celebridad o político que usa la fecha para obtener algo a cambio es visto como oportunista e indulgente sin importar su partido.

A Hillary Clinton le tocó descubrirlo el mismo día que a Trump. La aspirante del Partido Demócrata anunció un evento de campaña en East LA College (ELAC), el mayor centro de educación superior comunitaria de Los Ángeles, justamente el 5 de mayo. Pero en una comunidad como East Los Angeles, donde 97 de cada 100 habitantes son latinos, con una larga historia de activismo, una estrategia de este tipo siempre es un arma de dos filos.

No basta el cinco de mayo

Tan pronto se anunció la visita, varias organizaciones convocaron a manifestaciones en contra de Hillary. En la página de Facebook del evento se llamaba a protestar contra Clinton de la misma manera en la que una semana antes se registraron protestas contra Donald Trump, describiendo a ambos como “enemigos de la clase trabajadora”. Otros argumentos fueron la falta de claridad de la ex senadora con respecto a la deportación de niños migrantes centroamericanos y las políticas que aplicó y apoyó mientras fue secretaria de Estado de Barack Obama.

La mañana del jueves, cuatro horas antes de que Clinton apareciera en el templete instalado en el gimnasio de ELAC, ya había una fila de sus seguidores esperando turno para entrar. A cinco cuadras, grupos de activistas, estudiantes y residentes de la zona, se concentraban en un parque para iniciar una marcha sobre César Chávez, una de las avenidas principales del este de la ciudad, que culminaría en un mitin de cientos de manifestantes repudiando su candidatura.

El evento dio inicio con la esperada sucesión de clichés: un mariachi cantó intercalando los gritos “viva México”, “viva América” y “arriba las mujeres”. Miembros de una organización sindical portaban sombreros mexicanos. Xavier Becerra, líder del caucus demócrata en la Cámara Baja, recordó a su familia originaria de Jalisco. Tres integrantes del equipo de campaña sustituyeron los carteles con la leyenda “fighting for us” (luchando por nosotros), distribuidos previamente entre los asistentes, por otros con las frases “latinos for Hillary”, y “estoy contigo” en español.

“Hoy es Cinco de Mayo y no podría haber encontrado un mejor lugar para estar”, soltó Hillary en uno de esos gritos de discurso político ante las 600 personas que la vitoreaban al interior del gimnasio. Un par de minutos después, una joven en lo alto de las gradas extendió una manta de protesta contra la candidata y empezó a gritar. Sin voltear a verla, Hillary levantó la voz. Quienes rodeaban a la chica, simpatizantes de Clinton, le arrebataron la manta con violencia y la hicieron trizas. Dos agentes del sheriff de Los Ángeles, a cargo de la seguridad del evento, la sacaron del lugar.

Hija de padres zacatecanos, Jasmin Pacheco tiene 23 años y estudia la carrera de Servicios Humanos en la Universidad del Estado de California. Junto con su hermano Daniel, de 18 años, decidió sumarse a la protesta en contra de Clinton en ELAC; pero a diferencia de quienes iban preparados para manifestarse afuera, los Pacheco decidieron que lo harían adentro.

“Me molesta mucho cuando los políticos deciden ser indulgentes con nosotros”. Aún agitada tras su expulsión, Jasmin narra cómo logró introducir su mensaje al evento. La convocatoria prohibía explícitamente cualquier cartel, así que los hermanos Pacheco envolvieron sus cuerpos con las mantas y las cubrieron con su ropa. Así pasaron la revisión de los agentes del Servicio Secreto sin contratiempos.

“Ya adentro sí me dio un poco de temor, de nervios”, continúa. “Pero nos hicieron esperar una hora, y empecé a ver todo: los mariachis, la gente recogiendo los letreros en inglés y pasando los letreros en español. Mientras iba viendo eso me empecé a enojar mucho. Es todo una gran puesta en escena. Ella viene a decirnos lo que cree que queremos oír, pero sabemos que no es cierto. Ya los conocemos”.

La manta que mostró Jasmin llevaba escrita una cita de la propia Hillary durante la llamada crisis de los niños migrantes centroamericanos indocumentados viajando solos a Estados Unidos: “Debemos mandar un mensaje claro: el hecho de que tus niños hayan cruzado la frontera, no significa que tengan derecho a quedarse”. Para Jasmin, esa es una muestra de cómo la candidata ajusta su discurso político a las necesidades del momento, a pesar de que sus simpatizantes la presentan como la opción para que en el mediano plazo se apruebe una reforma migratoria integral.

“You don’t live here!”

A lo largo de la avenida César Chávez, una serie de carteles hechos a mano, sostenidos por jóvenes y gente mayor, unos escritos en inglés y otros en español, mostraban argumentos contra Clinton. Entre las enormes banderas de México, El Salvador, Guatemala, Honduras, Perú y Cuba ondeando al viento, se leían carteles que la responsabilizaban por la violencia en Centroamérica, Libia, Afganistán, y por la muerte de la activista Berta Cáceres en Honduras –quien señalaba a Hillary por su participación en el golpe de Estado de 2009 en ese país.

La calle también trajo a la memoria el mayor fracaso en la estrategia de publicidad dirigida a los latinos de la campaña Clinton: una serie de spots distribuidos en redes sociales en diciembre pasado, utilizando el eslogan “Hillary is just like my abuela”. La campaña, calificada como oportunista, provocó una reacción tan airada en la comunidad latina que tuvo que ser retirada inmediatamente. “Hillary is not my abuela. Hillary is not my homegirl”, rezaba uno de los letreros durante la protesta.

“¡Tú no vives aquí!”, rezaba otro cartel dirigido a Hillary escrito a mano por una joven vecina de East LA. Más allá, otra chica con los brazos en alto sostenía un letrero con la frase que se repitió en varias ocasiones: “Sólo les importamos el Cinco de Mayo”.

Natalia Ortiz, estudiante de ELAC, sostenía un cartel con la leyenda “ELAC belongs to Bernie [Sanders]”, en referencia a la preferencia del alumnado del plantel –compuesto en un 86% por latinos– por el opositor demócrata de Hillary. Dos terceras partes de quienes protestaban eran jóvenes, tanto estudiantes como integrantes de organizaciones activistas. Al ser cuestionados sobre sus motivos para protestar, la mayoría mencionaba a Sanders, su independencia de los intereses económicos de Wall Street y su auténtica cercanía con la gente.

Tiene sentido: la encuesta más reciente realizada en California indica que 77% de los posibles votantes en la primaria demócrata entre 18 y 29 años lo harían por Sanders, contra sólo 18% por Hillary. Entre los votantes entre 30 y 30, también lidera Sanders por 56% contra 31% de Hillary, y sólo en el grupo de edad mayor a los 40 años los números se invierten.

Sin embargo, a pesar de las preferencias del electorado más joven a favor de Sanders, en promedio las encuestas generales en California ponen a Hillary entre seis y diez puntos por encima de él. Y en el desglose por grupo étnico, el resultado entre los latinos es similar.

En las horas posteriores a la manifestación, la página de Facebook del evento, seguido por mil 500 personas, se convirtió en el foro de un debate en torno a la candidatura demócrata: la plataforma no corporativa, progresista de Sanders, con la cual se identifica la mayoría, contra el capital político de Hillary que le puede permitir vencer a Trump en una elección general.

Trump presente

Si afuera del evento de campaña de Hillary la mayoría de las simpatías estaban con Sanders, adentro del gimnasio de ELAC la tarde fue para Dondald Trump.

Hillary Clinton ha dado cerca de 60 discursos de campaña al mes en lo que va del año. En ellos, además de abordar los temas clave de su plataforma –educación temprana, educación superior asequible, acceso a la salud, aumento al salario mínimo, protección de las comunidades migrantes, entre otros– las referencias críticas a Sanders han sido una constante. Sin embargo en su discurso en ELAC, no hubo una sola mención a su contrincante. El discurso de la ex senadora y los oradores que la acompañaron se centró en Trump y su discurso antiinmigrante.

“Tengo un mensaje para el otro partido, para Donald Trump”, dijo el congresista Becerra minutos antes de presentar a Clinton, pidiendo que levantaran la mano los inmigrantes o hijos de inmigrantes. Más de la mitad de las manos se alzaron. “Estarán de acuerdo conmigo en que esto es personal. Evitar que Trump llegue a la presidencia es personal y lo hago por mí y por mis padres. Por mi padre que siendo ciudadano estadounidense, en algún tiempo no podía entrar a algunos establecimientos debido a los letreros que decían ‘prohibida la entrada a perros y a mexicanos’”, agregó, recordando una de las épocas más dolorosas para la comunidad mexicana en East LA.

Hillary recordó la negativa de Trump a reconocer la necesidad de aumentar el salario mínimo. “Ya quisiera verlo viviendo con 7.25 dólares al día”, dijo entre aplausos. Dos días después, el sitio web oficial de Clinton instaló un mensaje de bienvenida que cubre toda la pantalla: “No podemos arriesgarnos a tener una presidencia Trump”.

Durante los menos de quince minutos que duró el discurso de Clinton, uno más breve que los que ha dado en eventos previos, otros cuatro jóvenes se manifestaron dentro del gimnasio. Como ocurrió con Jasmin, Hillary no interrumpió su discurso y los chicos fueron escoltados al exterior.

Pasadas las cuatro de la tarde, agentes del sheriff montados a caballo hacían una valla para que la caravana de seguridad de Clinton se retirara pasando frente a las banderas de los manifestantes. A esa hora, la fotografía de Trump con su “taco bowl” ya reunía medio millón de likes en Facebook.

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