El subteniente del Ejército español Manuel Rodríguez Parra (Badajoz, 52 años) ha estado cuatro veces entre 2009 y 2014 sirviendo con la UNIFIL en Líbano, y estaría dispuesto a hacerlo una quinta “si los mandos lo decidieran”.

¿En qué han consistido sus misiones?

Siempre he estado en la base Miguel de Cervantes, al sur del río Litani. Debemos hacer cumplir la resolución 1701 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas: principalmente, vigilar el cese de hostilidades en la “línea azul”, una frontera establecida por la ONU.

¿Cómo es la “línea azul”?

Es una demarcación entre Israel y Líbano que en gran parte de su recorrido es imaginaria, y eso la hace muy difícil de defender. En otras zonas sí está delimitada por cascos azules. Hay que obligar a que los dos Ejércitos la respeten, que no haya personal armado y que grupos radicales como Hezbolá no operen en sus inmediaciones para generar hostilidades.

¿Qué más tareas desempeñan?

Controlamos el acceso de la ayuda humanitaria, patrullamos y apoyamos a las fuerzas libanesas. Yo, personalmente, dentro de mi unidad, un batallón de infantería, controlo la logística: que haya agua, munición, víveres...

¿Y cómo es la relación con la población local?

Muy buena. Es una zona que lleva muchos años siendo castigada por el conflicto y que vive en perpetua inestabilidad. La gente aspira a una vida en paz, y nuestra presencia allí les da un atisbo de esperanza. Normaliza la rutina y les demuestra que es posible una vida más tranquila. Ellos lo agradecen y nos tratan con mucho cariño.

¿Son misiones peligrosas? Hace un año murió un militar español.

El riesgo está latente, y hay que ir mentalizado. Siempre puede haber una baja, pero hay que relativizarlo. Pero, en definitiva, es un trabajo muy gratificante porque se ve el efecto tan positivo que tiene en la vida de la población.

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