Ciudad del Vaticano.— El papa Francisco dio ayer un paso clave hacia la plena integración de los divorciados vueltos a casar en la Iglesia, reconociendo que no todas las parejas en “situaciones irregulares” viven en condición de pecado mortal y, en algunos casos extremos, podrían acceder a la comunión.

En un tratado de 260 páginas llamado Amoris Laetitia (La Alegría del Amor), el jerarca pide a la Iglesia ser menos rígida y más compasiva hacia los católicos “imperfectos”, como los divorciados vueltos a casar y otros fieles en situación irregular, como las parejas que viven en unión libre.

Con tres verbos, Francisco señala el modo en el que la Iglesia debe guiar a estas personas: “Acompañar, discernir e integrar”. Para ellos recomienda un seguimiento especial a cargo de obispos y sacerdotes, quienes deberían dilucidar en qué casos estas personas pueden recibir sacramentos como el de la comunión. “Comprendo a quienes prefieren una pastoral más rígida que no dé lugar a confusión alguna. Pero creo que Jesucristo quiere una Iglesia atenta al bien que el espíritu derrama en medio de la fragilidad”, sostiene.

“A las personas divorciadas que viven en una nueva unión es importante hacerles sentir que son parte de la Iglesia, que ‘no están excomulgadas’ y no son tratadas como tales”, insiste.

El documento llama a la Iglesia a guiarse más por la compasión que por las normas rígidas, algo que Francisco deja muy claro al señalar que los confesionarios no son “salas de tortura”.

El texto fue criticado por algunos analistas. En una columna en el diario español El País, Juan G. Bedoya señala que el Papa no se movió de “la doctrina tradicional de la Iglesia. Define los problemas, pero deja las soluciones en manos de obispos y curas”.

En temas como la eutanasia, el aborto y los matrimonios homosexuales, el Papa se mantiene en línea con la posición tradicional de la Iglesia. Sobre los dos primeros, recuerda que la vida debe defenderse desde la concepción hasta el deceso y critica a los países que alientan lo que llama “graves amenazas para las familias de todo el mundo”. A los médicos les recuerda “la obligación moral de la objeción de conciencia”. Respecto de los homosexuales, señala que “toda persona, independientemente de su tendencia sexual, ha de ser respetada”, evitando “todo signo de discriminación injusta”, pero subraya que las uniones entre personas del mismo sexo no pueden ser consideradas matrimonios.

El jefe de la Iglesia católica defiende la educación sexual con un “sano pudor”, pero critica el que las autoridades crean que esa enseñanza se reduzca a recomendaciones para tener “sexo seguro”, algo que, explica, “transmite una actitud negativa hacia la finalidad procreativa natural”. El Pontífice se refiere también al peligro que representa un mundo cada vez más tecnológico y que, alerta, está creando una nueva generación de “analfabetas tecnológicos” que han perdido capacidad de comunicación interpersonal. Agencias

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