Bruselas

La incursión militar de Rusia en Siria, la primera que realiza desde el fin de la Guerra Fría fuera de su espacio geopolítico tradicional de influencia, va más allá de preservar el régimen del presidente Bashar al-Assad.

La intervención aérea forma parte de un ambicioso plan con el que el presidente Vladimir Putin pretende convertirse en un actor imprescindible para definir el futuro de Medio Oriente, coinciden expertos en seguridad.

“Putin pretende con su actuación militar conservar sus intereses en Siria y garantizar que la comunidad internacional sólo podrá solucionar el conflicto si se acerca a Rusia”, dice a EL UNIVERSAL Sijbren de Jong, analista del Centro de Estudios Estratégicos de La Haya.

Históricamente, Siria ha sido para Rusia su aliado más cercano en el mundo árabe. No sólo alberga la única base naval rusa en el Mediterráneo desde 1971, sino que también ha sido un importante cliente armamentista: concentró 10% de las ventas rusas en 2013.

Moscú también busca con su ofensiva provocar el deshielo de las relaciones con la Unión Europea (UE) y Estados Unidos, las cuales sufren un impasse desde la anexión unilateral de la península ucraniana de Crimea y el apoyo a las fuerzas separatistas prorrusas en el este de Ucrania.

Rusia pretende utilizar el conflicto sirio, responsable del éxodo que ha terminado por sobrecargar los servicios migratorios en la UE, para forzar el levantamiento de las sanciones diplomáticas y financieras impuestas por la situación en Ucrania.

El objetivo prioritario de Moscú. Aunque el objetivo prioritario es el de posicionarse como protagonista en Medio Oriente a través de la construcción de un pacto que involucra, además de al dictador sirio, al premier iraquí Haider al-Abadi, al presidente iraní Hassan Rouhani y al líder de la organización terrorista libanesa Hezbolá, Hassan Nasrallah.

De acuerdo con expertos en defensa, el epicentro de operaciones conjuntas se ubica en Bagdad, en donde trabajan sobre el proyecto que presentó el general Qassem Soleimani, estratega militar de Irán en Medio Oriente, a Putin en agosto del año pasado.

En aquella reunión, el funcionario iraní advirtió sobre el peligro de una expansión del Estado Islámico (EI) al Cáucaso, pero también de las oportunidades para ampliar la influencia rusa en la región.

“Irak y Siria son sólo el principio. Aquí se está formando una importante alianza estratégica. Rusia, Irán y los otros trabajarán en ámbitos político, económico y militar. Medio Oriente está en medio de una guerra santa entre sunitas y chiítas. El hecho de que Rusia esté del lado chiíta generará más violencia”, advierte Ali Khedery, antiguo asesor de cinco embajadores estadounidenses en Irak y experto de Dragoman Partners, una consultora basada en Dubai.

En entrevista con este diario, David Firestein, investigador del East West Institute, centro especializado en temas de seguridad y con oficinas en Bruselas, Nueva York y Moscú, afirma que el asalto ruso, el cual tiene lugar tras más de cuatro años de sangrienta guerra civil en Siria, es resultado de la ausencia de Estados Unidos en la zona.

“Es evidente que el no haber estado en Siria con una presencia militar sustancial dejó el camino abierto para el involucramiento militar ruso; si EU se hubiera involucrado como en Irak o Afganistán, nunca hubiera habido espacio para otra potencia”, sostiene Firestein.

Exhibición de músculos. El empleo de helicópteros, aviones de combate y misiles de crucero, cada uno con un costo de 1.5 millones de dólares, es más que un espectáculo aéreo.

“Rusia quiere proyectar la capacidad militar que tiene en el mar Caspio y recordar a los actores presentes en la región que tiene habilidad para usar tecnología y fuerza sofisticada desde ese rincón del planeta”, asegura Firestein.

“Y con emplear por primera vez su poder militar fuera de las antiguas fronteras de la Unión Soviética, quiere decirle al mundo que está presente, que es relevante, que es una fuerza a tomar en cuenta y que es un actor global que será cada vez más importante”, añade.

De acuerdo con el Ministerio ruso de Defensa, los blancos principales son posiciones del grupo terrorista EI, mientras que la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) afirma que la prioridad rusa son las fuerzas opositoras a Al-Assad.

Para el secretario estadounidense de Defensa, Ashton Carter, la política rusa en Siria “está condenada al fracaso”, pues sólo le está echando combustible al fuego.

“Puede resultar contraproducente para Rusia. En el pasado, acciones militares en los países vecinos se han traducido en atentados terroristas en casa. La intervención militar vuelve a colocar a Moscú en el centro de atención del fundamentalismo islámico”, alerta el experto holandés Sijbren de Jong.

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