Como candidatas a Reinas de la Belleza, los 16 aspirantes del partido republicano a la nominación presidencial se disputan a codazos su presencia en el primer debate televisado que se producirá el 6 de agosto en la ciudad de Cleveland, Ohio.

Las reglas establecidas por el Comité Nacional Republicano (NRC) señalan que sólo 10 candidatos podrán participar en este primer debate. El criterio para estar en el escenario es muy simple: se necesita estar entre el pelotón de cabecera en las encuestas nacionales.

Bajo esta regla, Donald Trump, el hombre que se ha convertido en la peor pesadilla del partido republicano, tiene su puesto asegurado. Su fama, su retórica incendiaria, su vena anti inmigrante y su tono faltón hacia las vacas sagradas del partido republicano, como el senador John McCain, le han permitido colocarse a la cabeza de todas las encuestas con una ventaja de hasta dos dígitos.

Si nos dejamos guiar por el criterio de las encuestas, quienes participarán en el primer debate son el magnate Donald Trump; el ex gobernador de Florida, Jeb Bush; el gobernador de Wisconsin, Scott Walker; el senador por Florida, Marco Rubio; el ex gobernador de Arkansas, Mike Huckabee; el médico cirujano, Ben Carson; el senador por Texas,Ted Cruz; el senador por Kentucky, Rand Paul y los gobernadores de Nueva Jersey y Ohio, Chris Christie y John Kasich.

Fuera de este primer debate televisado en la cadena Fox estarían políticos como el ex gobernador de Texas, Rick Perry; el gobernador de Louisiana, Bobby Jindal; el senador por Carolina del Sur, Lindsay Graham y la ex presidente ejecutiva de la empresa Hewllet Packard, Carly Fibrina.

El hecho de que Donald Trump se haya colado hasta el primer lugar en las encuestas, ha desatado un intenso debate entre quienes consideran que los debates televisados deberían ser un espacio reservado para los “candidatos legítimos”. Es decir, para políticos profesionales con serias posibilidades para contender y hacer un buen papel a nivel nacional en las elecciones generales de 2016.

El problema es que definir quién es, y quién no es, un “candidato legítimo” es un asunto complicado. Irónicamente la culpa de este ambiente de carnaval, en donde los candidatos legítimos y los aspirantes advenedizos se confunden en la pasarela de la lucha por la nominación presidencial, la tienen algunos que hoy claman al cielo por el hecho de que los extremistas y locos se les cuelen en las elecciones primarias del partido republicano.

En 2008, el entonces candidato a la presidencia, John McCain anunció su decisión de incorporar como compañera de fórmula a Sarah Palin, la entonces gobernadora de Alaska, una política accidental que en la lucha por la vicepresidencia demostró su peligrosa vena populista y su extrema ignorancia.

En muchos sentidos, Palin se convirtió en el monstruo que McCain dejó escapar de la botella para tratar de reagrupar el voto de los extremistas con el de los moderados, para así garantizarse la nominación presidencial.

Hoy, John McCain forma parte de aquellos que hoy lamentan la incorporación de Donald Trump a la contienda por la nominación presidencial. Aunque Trump ya había coqueteado con la idea de convertirse en un candidato oficial para la nominación, el ejemplo de Sarah Palin le animó a subirse al carro de la contienda.

Y es que,  pesar de la sonora derrota de John McCain y Sara Palin a manos de Barack Obama y Joe Biden en 2008, los beneficios para la ex gobernadora de Alaska fueron inmensos con un programa de televisión en la cadena Fox, cuota de pantalla en el seno del movimiento conservador que la convirtió en una de sus grandes figuras y ganancias millonarias por su participación en conferencias y convenciones.

En pocas palabras, hoy los aspirantes a la nominación presidencial tienen mucho por ganar y casi nada por perder. Y en el caso de Donald Trump, su improbable victoria en la lucha por la nominación le permitirá presentarse como el magnate que fue capaz de aterrorizar al establishment del partido republicano, con la amenaza incluso de formar su propio partido.

Precisamente, en un síntoma del malestar que ha generado la candidatura de Trump, el presidente del NRC, Reince Priebus, ha propuesto a los 16 candidatos a la nominación comprometerse a no amenazar con la posibilidad de presentarse como candidatos independientes en caso de no asegurar su nominación presidencial. Esta posibilidad, que hace temblar a los republicanos, marcaría una ruptura en la base electoral y los dejaría a merced de los candidatos del partido demócrata en las generales de 2016.

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