Tras una agotadora sesión de 17 horas de negociaciones en Bruselas, un acuerdo de último minuto fue alcanzado entre el primer ministro griego Alexis Tsipras y sus acreedores de la eurozona. Al menos por ahora, el acuerdo evita una salida griega del euro y frena la crisis existencial más grave que ha enfrentado la Unión Europea (UE).

Sin embargo, el pacto marca solamente el fin de un capítulo de esta serie en desarrollo. La posibilidad del Grexit persiste, la unidad europea aún pende de un hilo y algunos sectores del partido Syriza de Tsipras se están rebelando abiertamente.

El tiempo es clave. Para hoy, el Parlamento griego deberá haber aprobado y comenzado a implementar las demandas de los acreedores. Inmediatamente después, los Estados miembros de la eurozona deberán ratificar el nuevo acuerdo. De ahí en adelante, comienza un periodo de duras negociaciones por el que sería el tercer rescate de Grecia desde 2010. De acuerdo con el ministro holandés de Finanzas, Jeroen Dijsselbloem, presidente del Eurogrupo, la negociación de un rescate final podría tomar hasta cuatro semanas. Para el 20 de julio, Grecia tiene que cumplir con otra fecha límite y pagar 3 mil millones de euros al Banco Central Europeo (BCE). El camino por delante estará lleno de constantes divisiones políticas, obstáculos económicos y diplomáticos de todos lados y a todos los niveles.

La aprobación del acuerdo por parte de los 19 miembros de la zona euro representó un raro momento de unidad en una Europa en problemas. Sin embargo, existe el riesgo de que Europa se siga dividiendo de acuerdo con líneas ideológicas, con Alemania encabezando el bloque de los halcones de la zona euro. Del otro lado, economías más vulnerables al Grexit, como Francia e Italia, han asumido un tono más conciliador. El giro francés hacia una postura más indulgente con Grecia supuso la necesidad de lograr un compromiso a cualquier costo.

Sin embargo, justo antes de la sesión maratónica, la canciller alemana Angela Merkel reafirmó públicamente que un Grexit se determinaría dependiendo de las ventajas de un acuerdo final. En otras palabras, no habría acuerdo a cualquier costo. Hasta ahora, Merkel ha prevalecido. Al salir de las negociaciones, públicamente delineó lo que se espera de Grecia. Del otro lado, un claramente aliviado presidente francés François Hollande subrayó la importancia de la unidad europea y la necesidad de que Grecia permanezca en la zona euro.

Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, el eje franco-alemán ha funcionado como motor de la unidad europea. Lo que comenzó como un liderazgo de iguales ha evolucionado gradualmente desde el final de la Guerra Fría. Una Alemania unida ha surgido claramente como socio principal gracias a su proeza económica. Pese a haber sido relegado a un estatus junior, Francia juega un papel indispensable en la capacidad alemana de dirigir. Sin esa sociedad indispensable intacta, Europa tendrá problemas para sobrevivir como un continente estable y unido.

Los Estados más pequeños del centro y este de Europa, respaldando en su mayoría a Alemania, asumieron una postura mucho más dura hacia Grecia. Sus transiciones de sistemas comunistas obsoletos a Estados europeos modernos han sido dolorosas pero gradualmente están rindiendo frutos. Algunos Estados como Bulgaria y Rumania siguen siendo, técnicamente, más pobres que Grecia. Para ellos es un tema delicado justificar más ayuda a los pensionados griegos, cuando en casa enfrentan sus propias huelgas.

Otros miembros de la zona euro y receptores de rescates, como España y Portugal, que pasaron por duras medidas de austeridad, están comenzando a ver la luz al final del túnel. Y se mostraron igualmente decididos a privar a Grecia de cualquier estatus preferencial en la mesa de negociaciones.

El gobierno de centro-derecha de España, con una economía que se prevé crecerá más de 3% en 2015 y con elecciones nacionales antes de fin de año, no está interesado en dar ningún tipo de respiro a Tsipras. Hacerlo incentivaría el fuego de los acólitos de Syriza en Podemos, el partido populista de extrema izquierda en España que claramente representa una amenaza política a los principales partidos centristas, como quedó demostrado en las dos elecciones de la primera mitad de 2015.

Para Tsipras, personalmente, el acuerdo fue una derrota humillante que amenaza con hacer colapsar su gobierno y destruir su partido.

penas una semana antes, Tsipras y Syriza se vanagloriaban por la eufórica victoria del referéndum. Irónicamente, Tsipras llamó a los griegos a votar “no” a las demandas de los acreedores, sólo para terminar diciendo “sí” directamente a ellos, una semana después. Por su propia preservación, y la de su partido, Tsipras intentó evitar tomar decisiones difíciles que dejó en manos de los griegos, a través del referéndum. Finalmente, fue obligado a tomar decisiones difíciles ante los acreedores.

Bajo el liderazgo de Tsipras, desde finales de enero de 2015, Grecia ha pagado un precio enorme económica, política y diplomáticamente.

u riesgoso juego le reviró. Tras meses de fanfarronear, Europa, al final, no pestañeó. Tsipras se excedió y Grecia se convirtió en la víctima de sus excesos. Él no logró distinguir entre la popularidad de que gozaba en su país y la influencia que podía tener en Europa. Lo que es más, los juegos de confrontación y gimnasia retórica que Tsipras y sus ministros jugaron con sus socios europeos amargaron el diálogo y la comunicación. No queda confianza en las negociaciones.

En la imposición del acuerdo final a Tsipras, hubo ciertamente un elemento de reivindicación entre algunos de sus contrapartes europeos. Un funcionario presente en la extenuante sesión final dijo que Tsipras fue sometido a un “waterboarding mental”.

Aunque Tsipras pueda haber sido derribado, no está fuera del juego. Aun si su gobierno colapsa, o si es obligado a dejar el puesto de primer ministro, sigue siendo muy popular. Más aún, tiene una base de leales que es particularmente atractiva para aquellos que no tienen nada qué perder. Como hábil sobreviviente político y oportunista, Tsipras se reinventará en cualquier punto de la izquierda que las circunstancias y las necesidades le exijan. Demostrará ser una fuerza formidable en cualquier próxima elección. Como experto en la política de la victimización, presentará el acuerdo que logró con Europa en un contexto en el que él ha sido el David griego que fue a luchar contra el Goliat europeo. El próximo capítulo de la tragedia griega contemporánea europea se desarrolla con rapidez.

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