Atenas.- El peluquero Evangelis Panagiotopoulus está sentado en un banquito delante de su salón cerca de la plaza Omonia, en el centro de Atenas. “La gente ahorra. Mis clientes no vienen. Prefieren que les corte el pelo la mujer en casa”, lamenta.

En las calles de la capital griega se siente la expectación ante lo que pueda ocurrir este domingo en la nueva cumbre de la Unión Europea (UE) convocada en Bruselas, una jornada que parece ser crucial para el futuro económico europeo. “Sólo Dios sabe cómo acabará”, comenta el dueño de una tienda de artículos de limpieza.

En las calles de la capital griega los transeúntes se paran frente a los kioskos para leer los titulares del día. “Euro o dracma”, dice el Kathimerini; “Seguimos vivos”, comenta Dmikoratia; “Los acreedores exigen nuestra capitulación incondicional”, titula I Efimerida.

La población espera una sola cosa: la decisión que se tomará este fin de semana, cuando la Unión Europea celebre la supuestamente última cumbre para definir la estrategia a adoptar frente a la crisis de Grecia.

La situación no es la misma de los tiras y aflojas de los últimos meses: la eurozona ha fijado la fecha del domingo como una especie de ultimátum definitivo para definir posibles programas que solventen las cuentas griegas.

El gobierno heleno se presenta a la nueva mesa de negociación con un claro respaldo de la ciudadanía, después de que el domingo pasado la mayoría de los griegos expresara su rechazo a las exigencias planteadas por los acreedores internacionales.

Por lo pronto, la directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, se refirió esta semana a la posibilidad de una reestructuración de la deuda griega. ¿Habrá tenido efecto el referéndum a la hora de fortalecer la postura griega?

Sea que las condiciones de partida para Grecia hayan cambiado o no, lo cierto es que en las calles de Atenas por el momento se respira un impaciente suspenso.

Los supermercados no tienen escasez y en los mercados los puestos están repletos de alimentos de todo tipo. Las farmacias continúan proveyendo normalmente todo tipo de medicamentos. Pero ante la falta de efectivo por el cierre de los bancos, gran parte del movimiento usual en la ciudad ha quedado congelado.

“Nosotros no estamos teniendo prácticamente ningún cliente”, cuenta la señora Vaso, dueña de una zapatería. “No sé cuánto tiempo más podremos estar así”, dice preocupada, cuando van a cumplirse casi dos semanas del cierre bancario para evitar una mayor fuga de capitales.

Los que más expectativas tienen son los jóvenes, en un país con una tasa de desempleo juvenil de más del 50%. “Muchos compañeros tienen miedo de lo que nos espera”, cuenta Cristina, de 18 años, quien acaba de terminar el bachillerato. “Pero yo soy optimista. Si no encuentro trabajo en el área que quiero, buscaré otra cosa. No me voy a abandonar”, asegura.

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