Madrid

Dice el escritor Roberto Saviano que el mar Mediterráneo, el mismo al que hace años Joan Manuel Serrat compuso una canción, se ha convertido en una fosa común. Un cementerio de sueños y esperanzas de miles de personas que mueren en su intento de lograr una vida mejor. Hombres, mujeres, ancianos, niños y bebés, sin nombres ni apellidos, que nunca llegan a alcanzar las costas.

Sólo en las últimas dos semanas más de mil 200 personas han fallecido a apenas 100 kilómetros de las costas italianas cuando trataban de llegar a la vieja Europa. Unos murieron ahogados al caer al mar y otros aplastados cuando la embarcación en la que viajaban se volteó al tratar de subirse al barco que les rescataba. Pero cada día muchos de ellos pierden la vida en el camino por el hambre, por la sed o por el frío, son golpeados y las mujeres violadas e incluso obligadas a abortar. Según las ONGs, un millón de personas en Libia, el que se ha convertido en el trampolín al viejo continente, están esperando su oportunidad para salir rumbo a Italia.

Durante décadas, el excéntrico y sanguinario dictador libio Muamar Gaddafi, quien estuvo 41 años en el poder, controló la inmigración a cambio de millonarios contratos firmados con mandatarios europeos. Sin embargo, en 2010 advirtió que si la Unión Europea (UE) no dejaba de atacar su régimen, miles de personas invadirían Europa desde Libia; que Osama bin Laden se instalaría en el norte de África y que dejaría al Mulá Omar al mando en Afganistán y Paquistán. “Controlen la inmigración o Europa se volverá negra”. Un año después no sólo dejó de controlar la inmigración sino que la fomentó utilizando sus tropas y sus puertos para gestionar la salida de inmigrantes. Y según denunciaron las ONGs, soldados libios obligaron a golpe de metralleta a inmigrantes somalíes y eritreos a subirse a los barcos con destino Europa. Barcos que muchas veces se hundían por tener demasiado peso.

Hoy, de Libia sale 90% de las embarcaciones que cada día llegan a distintos puntos de Italia. Las razones: su posición geográfica (en el norte de África, frente a las costas italianas) y tener frontera con 5 países (al noroeste con Túnez, al este con Argelia, al sur con Níger, Chad y Sudán y al este con Egipto). Pero también por el caos que se vive, en medio de una guerra civil, con dos gobiernos, dos parlamentos y dos ejércitos que se disputan las enormes riquezas petroleras y gasíferas del país, y con mafias de traficantes de personas campando a sus anchas.

Hasta allí llegan cada día miles de personas, en su mayoría víctimas de las mafias y que durante el camino han sido encarceladas, secuestradas y apaleadas por los traficantes que graban en video las palizas y se las mandan a sus familias para que paguen.

Según la Organización Internacional de Migraciones (OIM), mientras en 2013 fueron 60 mil los inmigrantes que trataron de llegar a Europa, al año siguiente fueron 170 mil y en el primer trimestre de este 2015 casi 60 mil. Cifras escalofriantes que se explican por las guerras en Siria (país del que en los últimos meses han huido 4 millones de personas) y en Libia. Y también por las “primaveras árabes” que derrocaron presidentes como el de Túnez y Egipto; por el aumento de la pobreza en África; por los conflictos en Oriente Próximo y por una creciente industria de traficantes de personas. Ahora, con la llegada del buen tiempo a la zona, la Agencia de Fronteras de la UE (Frontex), teme que las cifras se disparen más.

Ante esta avalancha de inmigrantes Italia se siente sola. Sus centros de internamiento están colapsados. El año pasado hubo 600 mil peticiones de asilo y el Ejecutivo tarda entre 6 y 9 meses en resolver si lo concede o no y si les da el permiso de residencia o no. Y mientras tanto van llegando más personas. Además, en caso de no obtenerlo, los inmigrantes se marchan a otros países donde siguen siendo ilegales.

Hace unos días y ante las recientes muertes de inmigrantes en un barco que se hundió en el Mediterráneo con 900 pasajeros a bordo, los líderes de los 28 países de la UE se reunieron en una cumbre extraordinaria. Pero una vez más volvieron a mostrar las diferencias de opinión que hay entre los países del norte y los del sur con respecto al tema de la inmigración. Sólo fueron capaces de ponerse de acuerdo en aportar más dinero. Acordaron triplicar la dotación económica del programa Tritón hasta los 9 millones de euros al mes. Una cifra no muy elevada teniendo en cuenta que el presupuesto anual de la UE para este año es de 145 mil millones de euros. Pero también decidieron que el programa seguirá encargándose sólo de controlar las fronteras. Es decir, a diferencia del programa Mare Nostrum que puso en marcha Italia y que duró un año, no se ocupará del salvamento de personas ni de su rescate.

Durante la cumbre europea algunos países como el Reino Unido trataron de mostrar su solidaridad al ofrecer buques de guerra, helicópteros y patrulleros. Pero fue una solidaridad a medias porque su primer ministro, David Cameron, puso la condición de que los inmigrantes rescatados se trasladaran al país comunitario seguro más próximo. Es decir, Italia. Al terminar la reunión, una vez más muchos temas quedaron sobre la mesa. Por ejemplo, no se acordó qué hacer con las miles de personas que llegan cada día a Europa. Los 28 no se pusieron de acuerdo sobre la creación de un plan de acogida ni de distribución de ciudadanos en el que los países del norte asuman su cuota de responsabilidad.

Tampoco se aprobó una política común de retorno de inmigrantes a sus países de origen. Ni se puso en marcha una operación de carácter militar para atacar a las embarcaciones en el mar y apresar a los traficantes de seres humanos. Ni se acordó realizar misiones de control y vigilancia en aguas libias (para lo que se necesita una resolución de Naciones Unidas o el permiso de una Libia con dos gobiernos).

Una vez más, la diplomacia europea volvió a mostrar su incapacidad para poner fin al drama de miles de personas que mueren cada año.

“Han habido cientos de muertos, porque no se ha dado una respuesta adecuada al fenómeno de la inmigración, el cual no podemos seguir llamando una emergencia”, declaró en Roma a EL UNIVERSAL Francesco Rocca, Presidente nacional de la Cruz Roja italiana (CRI), una de las instituciones mayormente involucradas en el rescate de sobrevivientes y víctimas del reciente naufragio en el Mediterráneo.

Refiriéndose al bloqueo que se quiere hacer del Canal de Sicilia para frenar la inmigración, el presidente de la CRI fue por demás claro. “Si quieren hacerlo, está bien, pero no debemos voltear la cabeza y hacer creer que morir en Libia es diferente a morir en el mar cerca de nuestra casa”. Con información de Jorge Gutiérrez / Corresponsal

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