Muchos años han pasado de aquella imagen del mexicano recargado en un cactus, escondido detrás de su jorongo y agachado bajo un sombrero durmiendo la siesta. Actualmente, en Estados Unidos la población de compatriotas representa uno de los grandes agentes económicos y de cohesión social.

Todos ellos, recién llegados o después de varias generaciones, tomaron la decisión de buscar un nuevo destino.

Desafortunadamente el sistema de percepción social que induce la forma de pensar de Estados Unidos, establece un criterio de estereotipos sobre los cuales se encasilla a todo aquello que les resulta raro o desconocido.

De esa manera la sola palabra ajeno, extranjero, que habla otro idioma, que pronuncia el de ellos de manera irregular, cuya cultura, color de piel, costumbre, religión y alimentos no le son afines, son motivo de sospecha y de una manera velada pero latente es razón suficiente para la discriminación.

Desde la Segunda Guerra Mundial el gobierno de EU solicitó importar mano de obra mexicana para apoyar las labores industriales, agrícolas y de servicios durante la economía de guerra. Desde entonces hasta hoy la creciente demanda de trabajo de nivel básico a especializado ha permitido tácitamente que los hispanos crucen la frontera para llenar los espacios de aquellos trabajos que, como dijera Vicente Fox: “ni los negros quieren hacer”.

Ayer el presidente Donald Trump visitó San Diego para ver los modelos de muro que desea construir en la frontera. Es evidente que el tema que tanto le preocupa ha causado muchas tensiones, no sólo con México sino también dentro de su equipo de trabajo. No dudamos que este tema fue uno de tantos desencuentros entre su yerno y el jefe de departamento de Estado, Rex Tillerson, quien ayer ingresó a la ilustre lista de despedidos del equipo presidencial.

Queda abierta la sospecha de que el presidente Trump, más que desear bloquear el acceso a los mexicanos, desea reducir la falta de pericia de los guardias de la frontera que “hacen como que hacen” algunas detenciones y deportaciones, mientras que los traficantes y polleros gozan de una misteriosa impunidad en ambos lados de la frontera.

Todos sabemos que la automatización, la robótica y la inteligencia artificial generarán desempleo, cuya solución se escuda en las deportaciones masivas con una clara intención de depuración racial, por ello los hombres y mujeres que de manera ilegal han pasado la mayor parte de su vida dando su mejor esfuerzo tienen su futuro en riesgo.

Insisto en que el nuevo estereotipo de México en EU ya no es el del hombre debajo del cactus, sino un hombre y una mujer de pie y orgullosos de su contribución a la vida económica, social, científica, cinematográfica, artística y de manufacturas electrónicas, automotrices, etc. Por ello, es pertinente preguntarnos por qué aquellos hombres y mujeres que cruzan la frontera respetan la ley, desarrollan un entusiasmo productivo y ven con buenos ojos lo que en muchas ocasiones tienen que construir con gran adversidad, mientras que nosotros pasamos más tiempo en el reclamo, el encono, la indignación, la división social y la confrontación política.

Los mexicanos nuestros de cada día somos todos aquellos que hoy tenemos la gran responsabilidad de construir una nueva etapa de prosperidad para México, con unidad, apoyo recíproco y sobre todo con un entusiasmo que deseche el mal humor. La mejor forma de cometer un error irreparable es tomar una decisión enfurecido.

Rúbrica. Cuaresma electoral. Grave penitencia merecen quienes legislaron las intercampañas para convertirlas en un calvario político.

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