El periodo electoral nos recuerda cómo cada seis años el país se redescubre a sí mismo, con sus grandes anhelos y sus profundas carencias. Estos son los tiempos donde los partidos políticos y sus candidatos se lanzan a la búsqueda insistente de los elementos que les permitan atraer la atención de los votantes para obtener su preferencia.

La política, como las sociedades, avanza con mayor efectividad cuando su progreso se logra de manera gradual, concertada y participativa. En política el cambio es inevitable y la responsabilidad es ineludible.

El proceso electoral en marcha aún requiere de precisiones y definiciones de fondo. Por lo pronto se perciben fuerzas políticas que piensan que tienen asegurada la victoria y otras que buscan afanosamente las alianzas y candidatos que les permitan dar la pelea en lo que todos percibimos como el proceso electoral más competido de la historia reciente de México. A todos ellos habrá que recordarles que en política no hay adversario pequeño ni tema que sea insignificante. La democracia como sistema político es el más deseable y también ha entrado en la era de la globalización, donde las demandas sociales distantes se convierten en debates locales.

La velocidad de la información induce a un efecto de vasos comunicantes que generan áreas de fragilidad de los sistemas democráticos, como es el caso de los procesos electorales y referéndums que se han celebrado en España, Gran Bretaña, Alemania, Estados Unidos y Francia, lo que demuestra que la democracia no es un estado permanente de un sistema político, sino que requiere continua supervisión, revisión, innovación y sobre todo una gran participación social dispuesta ante todo a defender la vigencia de ese orden político.

Actualmente la veracidad de la información está amenazada por una corriente de reinterpretaciones que se autodefinen como posverdad, cuyo elegante concepto parece esconder una intencionalidad que mezcla una verdad real con una mentira virtual.

Los asesores de imagen llevan el proceso electoral a la mera confrontación de personalidades. Los lemas de campaña y las referencias discursivas se escuchan gastadas por su repetición. La solución es a favor de la modernización, del avance acelerado que permita conjugar proyectos sin que las ideologías hagan las veces de lastre sino de motor renovado.

Es fundamental que se dejen atrás las prácticas ocultas de coacción y negociación del voto, cuya única misión es ensuciar la limpieza electoral con actos amañados para alterar los resultados electorales.

La visión de futuro del país debe ofrecer proyectos que de manera fehaciente demuestren que pueden corregir las asimetrías sociales, reducir efectivamente el número de habitantes en nivel de pobreza y al máximo la economía informal y combatir con las herramientas legales disponibles la economía ilegal. Pero sobre todo lograr la madurez de los partidos y candidatos para reconocer al que gana y respetar al que pierde. La meta del país es la gobernabilidad dentro de la legalidad.

El año 2018 presenta una encrucijada electoral en varias dimensiones. Los votantes tendremos que identificar aquellas fórmulas que verdaderamente puedan lograr un impulso positivo a nuestra economía. Requerimos tomar una decisión innovadora, audaz y ante todo viable para el futuro del país, antes de quedar congelados en un debate estéril de los hechos del pasado.

Rúbrica. De partido en partido. Si en el futbol todos ven con buenos ojos que los jugadores cambian de camiseta para jugar en un equipo ganador, ¿por qué tanto brinco cuando eso sucede en los partidos políticos?

Político, escritor y periodistas.
@AlemanVelascoM
articulo@alemanvelasco.org

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