La designación de José Antonio Meade como el precandidato presidencial del PRI ha producido toda una ola de comentarios, columnas, entrevistas y encuestas, no sólo porque en 2018 presenciaremos una de las elecciones más impredecibles de la historia reciente, si no por el perfil sui géneris del pentasecretario.

Es notorio el impulso mediático que ha recibido Meade y contrasta con la postura que manejó a lo largo de este sexenio en las distintas Secretarías en las que se desempeñó (Relaciones Exteriores, Desarrollo Social y Hacienda). La entrevista que se apreció en el programa matutino de Carlos Loret de Mola fue la primera señal.

Con un aire mucho más seguro y menos tímido, el hoy abanderado priista ofreció muestras de una reciente preparación en media training, mostrando una expresión serena y confiada, aseguró que no sabía entre quiénes sería la final, pero que el ganador sería el. Denotó mayor comunicación corporal y simpatía ante los cuestionamientos, sin embargo, más allá del aire triunfalista que el tecnócrata exhibe ¿cuál es su verdadera situación y cuáles son sus retos a vencer en la campaña venidera?

Comenzaremos explicando que su designación se debió en gran medida a la crisis de aceptación que vive la presente administración federal y por supuesto el PRI. El buscar a un perfil probado en distintas áreas gubernamentales y sobre todo, con un estandarte ciudadano, busca contrarrestar el efecto negativo que causa la clase política en los electores.

20 años de servicio público es el principal argumento de Meade para afianzar su designación, su escasa trayectoria política y falta de identidad partidista son sus desventajas.

Si bien es cierto que a lo largo de los últimos meses, el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong fue el aspirante que mayor respaldo recibía en los ejercicios estadísticos al interior del partido, era uno de los funcionarios que más desgaste tuvo en la administración peñista, por la grave situación de seguridad que atraviesa el país y específicamente por casos lamentables como el de los estudiantes de Ayotzinapa.

Por lo anterior es que en la última asamblea priísta se modificaron los estatutos para abrirles la puerta a candidatos que no fueran militantes, y se eligió a Pepe Toño porque su perfil, representa continuidad además de ser un atractivo candidato para los panistas que han resultado inconformes con las decisiones de su dirigencia nacional.

El problema realmente no es el claro desconocimiento (de nombre y de rostro) que presenta al exterior, su obstáculo se encuentra en que las bases tricolores que son el verdadero motor del partido, no están convencidas de la elección que tuvo Enrique Peña Nieto con su designación.

Dicha razón toma sentido, cuando Meade centra su mensaje en la reverencia al PRI, al mencionar que no existe una sola institución en el país que se haya formado sin el apoyo del partido oficial, lo cual resulta contraproducente cuando es precisamente ese partido el que mayor número de negativos tiene con el 61% (El Universal / Buendía y Laredo, Diciembre 2017).

Como he mencionado en otras de mis columnas, en la estrategia político-electoral se debe consolidar un adecuado equilibrio entre la marca partido y la marca candidato, y aunque a primera instancia la imagen de José Antonio Meade sea de un servidor público honesto y preparado, no concuerda con la imagen del partido que hoy lo impulsa, el cual emite una clara percepción de corrupción.

En la encuesta antes citada, levantada del 1 al 4 de diciembre del presente año, Meade arranca en la tercera posición, con una intención de voto de 15-16% y con un nivel de desconocimiento del 57%.

A pesar de estar a más de 15 puntos del puntero Andrés Manuel López Obrador, sus oportunidades de crecer son amplias, pues no ha alcanzado todavía un alto grado de reconocimiento en la población y aún puede mesurar su discurso en lo que pleitesía al PRI se refiere, para de ésta forma tratar de captar votos no sólo del PAN, sino también del amplio sector de indecisos.

Su gran reto se presenciará en enero de 2018, cuando la probable alza a los precios de las gasolinas se refleje en el descontento social con miras a la elección presidencial, situación que será aprovechada indudablemente por sus adversarios.

Si la coalición encabezada por Acción Nacional y Ricardo Anaya logra capitalizar el nicho de oportunidad que tendrán, podrán competir en la final con el candidato de MORENA.

La tarea de Meade Kuribreña es compleja; venderse como un ciudadano apartidista representando al más antiguo y desprestigiado de los partidos, defender los logros de una administración reprobada por el consenso público y promover su continuidad, y finalmente, su más grande reto, ser inexperto en el terreno de la política, deberá colgar sus dotes técnicos y desarrollar un feeling político, pues en campaña tendrá que recurrir más al discurso y menos a las estadísticas, si desea conectar con el elector usando el clásico estilo del PRI.

FACEBOOK: MIGUEL DELGADILLO IBARRA

TWITTER: @mike_delgadillo

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