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La adrenalina de los pirotécnicos hoy se trasformó en dolor y llanto que afloró en el último adiós a los cuerpos de las víctimas en los velorios y las misas de difuntos que congregaron a cientos de pobladores en el atrio en la parroquia de Nuestra Señora de Loreto.

De los 35 fallecidos en la detonación en cadena del tianguis de San Pablito, más de la mitad eran vendedores y productores de juguetería pirotécnica, los cuales, luego de ser velados, empezaron a ser enterrados o están por llegar a lo que fue su hogar, donde recibirán el último adiós.

Al templo de los pirotécnicos, donde veneran a San Juan de Dios, patrono de los juegos de artificio, llegaron primero los féretros de las vendedoras Clara, Desideria y Ángeles, una niña de 11 años, quienes murieron por quemaduras y ladrillos proyectados durante las detonaciones.

La niña en su caja blanca y las también artesanas en féretros de madera fueron conducidas y acompañadas por cientos, quizá miles de pobladores que no pudieron entrar al templo y escucharon la misa luctuosa desde el atrio y jardines que rodean la parroquia de Tultepec.

El llanto de familiares y amigos fue acompañado por música de mariachis y banda que siguió los cortejos fúnebres rumbo a los panteones de Xahuento y San Martín, después de que una multitud en duelo las despidiera en la parroquia de la Virgen de Loreto.

La detonación de cohetes, como la despedida fúnebre dejó en silencio a la capital de la pirotecnia. Las posadas y fiestas navideñas quedaron suspendidas en Tultepec, donde incluso algunas de las piñatas colocadas en el atrio de la parroquia fueron retiradas para dar paso a los cortejos fúnebres, que llegaron el jueves y continuarán este viernes 23 de diciembre, en que los dolientes programaron seis misas para despedir a cerca de 20 pobladores.

La familia Flores Rodríguez, como otras, vivió una doble tragedia, pues al sepelio de Clara su sumó ayer el de su hija Mayra, quien falleció en el hospital de Alta Especialidad de Zumpango, conocido popularmente como el de Los Quemados, pues fue construido en esta zona de pirotécnicos.

A diferencia de otras tragedias que ha vivido Tultepec, donde los muertos generalmente son hombres que fallecen cuando detonan los polvorines en donde fabrican los juegos de artificio, esta vez la muerte alcanzó a sus madres, hermanas e hijas.

Otra de las víctimas fue la joven Guadalupe Mejía de 28 años, quien sufrió quemaduras de tercer grado, y falleció al llegar a un hospital; dejó huérfanas a dos pequeñas de 3 y 5 años al quedar atrapada en las explosiones del mercado de San Pablito, relató Ana Karen, una conocida de la familia.

“Las piedras proyectadas fueron las causa de tantas muertes”, continuaban relatando ayer decenas de testigos que lograron escapar a gatas o emergiendo de entre la tierra y piedras que casi los sepultaron durante la explosión en serie que terminó con el tianguis de San Pablito.

Los compradores, que al momento de las detonaciones escogían y compraban palomas, luces de bengala, chispas y brujas fueron otras de las víctimas contabilizadas.

Estos difuntos fueron recibidos por sus familiares y trasladados a municipios como Nicolás Romero, Los Reyes La Paz e incluso la Ciudad de México. Además están los desaparecidos, cuyos familiares no pierden la esperanza de encontrarlos vivos en algún hospital o enterrados entre los escombros del tianguis de San Pablito, donde ayer trabajaban equipos de rescate como los Topos Azteca, personal del Ejército Mexicano y de la Comisión de Seguridad Ciudadana del Estado de México, apoyados por un escuadrón de binomios caninos.

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