“Ser chilango es una denominación muy oscura que se fue construyendo desde la época prehispánica”, afirma Héctor de Mauleón, escritor y colaborador de EL UNIVERSAL, y va más allá al señalar que “es un término muy confuso, no sabemos bien lo que quiere decir, sabemos que se refiere a los habitantes de la Ciudad de México, que en el fondo le viene bien porque también es una ciudad muy confusa que no sabemos exactamente qué es, ni qué la hace, en medio del caos en el que está sumergida”.

El autor de La ciudad que nos inventa. Crónicas de seis siglos explica que “según la etimología es una palabra que puede tener dos acepciones: un origen maya, que hacía referencia a la gente que tiene la cabeza con cabello encrespado, o digamos, mal peinado, con los pelos parados; y la otra se refiere al color de la piel que tenían los mexicas, a quienes les decían los colorados y de ahí procede.

“Esto dice la leyenda, yo no he encontrado que en el siglo XVIII o XIX que los cronistas utilizaran el término ‘chilango’, se fue fincando alrededor del tiempo, yo creo que enraizó en el siglo XX, después de los 30. Se le ha dado un carácter un poco peyorativo, denigrante, sobre todo por la gente de provincia”, indicó.

En este sentido coincidió el cronista Alberto Barranco al señalar que “el problema es que se ha usado como calificativo despótico o peyorativo en el sentido de rechazo a los habitantes de la Ciudad de México, cuando la ciudad ha sido verdaderamente una mansión para todos aquellos que del interior de la República han llegado a visitarla y a veces a quedarse en ella.

“Las personas que vivimos en la ciudad ya tenemos nuestra propia personalidad. El chilango se ha amoldado a la circunstancia”, agrega Barranco.

Una opinión similar es la del lingüista mexicano José Moreno de Alba, quien afirma que la palabra “chilango” posee un significado despectivo. En su obra Minucias del Lenguaje, sostiene que dicho vocablo comenzó a aparecer en textos de finales del siglo pasado con “un evidente valor despectivo” para denigrar o injuriar.

“[Chilango] designa sólo a algunos capitalinos que parecen hacerse merecedores de calificativos tales como centralistas, abyectos, bárbaros, ignorantes, odiosos… No todos los capitalinos son chilangos”.

No obstante, establece que con el paso del tiempo el término “chilango” pueda convertirse en un sinónimo de capitalino.

“Mientras ello sucede, convendría corregir cuidadosamente la definición del vocablo en los diccionarios”.

El diccionario del español usual en México así como el de la Real Academia coinciden en que el término chilango se refiere a “que es originario de la Ciudad de México, que pertenece a esta ciudad o se relaciona con ella”. Sobre su uso, el diccionario elaborado por El Colegio de México, desde 1973, ejemplifica: “¡Cómo son neuróticos los chilangos!”, una actitud chilanga.

“Es una marca de identidad, a veces peyorativa y otras muy significativa porque el chilango para el resto del país es el sabelotodo, es el que está en la mera mera capirucha. Sin embargo, nos están acostumbrando a la hibridez urbana y sin perfil nacional”, sentenció Alfonso Hernández, cronista del barrio de Tepito.

“Se nos ha olvidado que el origen de la ciudad es el que dio origen a este país. Es muy importante la identidad cultural. Se nos ha desdibujado el sentido de lo que significa vivir en la capital del país y esto se debe por tanta fayuca cultural”, enfatizó Hernández.

Sobre el significado de la palabra “chilango”, María del Pilar Montes de Oca, lingüista mexicana, menciona que aunque tiene diferentes hipótesis etimológicas, una de ellas es que proviene del náhuatl Xilan, que significa de pelo chino. Así “les decían los de Veracruz a los defeños”.

Los chilangos están acostumbrados al estrés de la urbe y, por lo tanto, sólo ellos entienden, aceptan y les gusta la vida en las calles de la Ciudad de México.

“Somos intolerantes a los cambios de clima, a que los negocios estén cerrados, a la lentitud y a que todo el mundo te conozca”, dijo la lingüista.

En la capital del país se concentran los tres poderes de la nación, pero además se realizan ahí los conciertos, festivales, eventos culturales y deportivos, es por ello que se tiene recelo a los chilangos.

“Hay odio hacia los chilangos por los otros estados porque también somos más orgullosos que los otros”, dijo la autora del libro El Chingonario.

El integrante del grupo musical Botellita de Jerez, Armando Vega Gil, también considera que el tener concentrado todo en la CDMX genera repudio en contra de sus habitantes, y el decir chilango era una forma de insultar, pero ya no es así.

“Debemos sentir orgullo de ser chilangos, somos los que estamos viviendo en la ciudad, somos solidarios. Los chilangos gozamos, disfrutamos y repudiamos a la Ciudad, pero al mismo tiempo la amamos”, dijo.

“La ciudad es el amor de mis amores, mi tierra, mi hogar, la adoro. A donde voltees se respira historia, cuando estoy en el Zócalo me imagino a otras generaciones que escucharon esas mismas campanas. Hay una ciudad colonial arriba y otra ciudad azteca abajo, eso está loquísimo. Es un orgullo ser chilango”, aseguró Carlos Villasana, administrador del sitio electrónico ‘La Ciudad de México en el tiempo’.

El antrópologo urbano Ignacio Lanzagorta destaca que “hoy en día las clases medias y altas le están empezando a perder el miedo a la calle y a querer tener un poco más de contacto con el de al lado, entonces surgen otras movilidades como la bicicleta y las ganas de volver a vivir en colonias donde la vivienda da a la calle, no es una privada”.

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