El impasse abierto el 2 de julio, cuando Miguel Ángel Mancera solicitó la renuncia de su gabinete en pleno, empezaba a ser demasiado largo… Y no menos costoso.

No bien dio a conocer la insólita decisión, el golpe de efecto no sólo se diluyó, sino que se volvió un bumerán. Un golpe de timón, un manotazo como el que pretendía su enérgica decisión, no se da en cámara lenta porque se corre el riesgo de poner en vilo a la administración, generar incertidumbre y pasmo, acicatear rivalidades dentro del gabinete y desgastar a sus colaboradores.

Temprano se le hacía tarde a Mancera. Por eso, incluso en plena efervescencia mediática por la fuga de fugas, el jefe de Gobierno decidió poner fin a la especulación en medios y corrillos.

No es el parto de los montes, pero tampoco parece el relanzamiento de su administración o la reinvención de su gabinete. Los cambios, fichajes y enroques en el equipo de gobierno parecen responder a distintas racionalidades.

El reemplazo en la Secretaría de Gobierno, acaso el más importante, envía un mensaje inequívoco a propios y extraños: Mancera entrega —a medias, porque despachará desde otra secretaría— la cabeza de Héctor Serrano —pedida tanto por Morena como por Nueva Izquierda— y, en su lugar, coloca a una mujer como Patricia Mercado que, de entrada, inyecta oxígeno, refresca la interlocución del gobierno con el amplio espectro político partidista que gobierna la ciudad (dominado por Morena), particularmente complejo tras la elección intermedia. Si bien de reconocidas credenciales en el terreno del activismo ciudadano y las lides partidista-electorales (candidata presidencial por Alternativa Socialdemócrata), es un enigma la capacidad de operación política de Mercado… Salvo que Serrano le dé un nuevo significado a la Secretaría de Movilidad.

Mancera no come fuego, ya lo sabíamos. Aunque algunos dentro del gobierno capitalino y en las filas del perredismo ven en Rosa Icela Rodríguez la viva imagen de la “infiltración” pejista y le atribuyen parte de la derrota electoral, la remueve de Desarrollo Social —y sus clientelas— a Desarrollo Rural y Equidad para las Comunidades.

También hay un guiño para el PRD y, quizás, para la cuota de género: la incorporación de Alejandra Barrales y Amalia García a las secretarías de Educación y de Trabajo; lo que, tal vez, deja abiertas las puertas del partido a la aspiración presidencial mancerista.

Además de apretar tuercas y ajustar miras, la recomposición del gabinete pisa los terrenos de la sucesión: aunque no en automático, el trayecto de la discreta Consejería Jurídica a Desarrollo Social coloca a José Ramón Amieva como uno de los alfiles de Mancera. Cierra la pinza un proprio: Manuel Granados, ex líder de la ALDF, cubre la vacante.

Añaden más color al gabinete la candidata derrotada del PRI-PVEM en Miguel Hidalgo, Laura Ballesteros (“Nuevo Modelo de Movilidad”), y Jorge Gaviño, presidente de Nueva Alianza en el DF y diputado federal electo, quien asumirá la dirección del Metro.

De chile, dulce y manteca… Los cambios deberían inyectar bríos al equipo de gobierno; incluso a quienes, inexplicablemente, salvaron la cabeza. Más que las pretensiones presidenciales de Mancera, lo que está en juego es el rumbo de una ciudad de millones de habitantes.

Director general de Grupo Consultor  Interdisciplinario S. C. (GCI)

Google News

Noticias según tus intereses