Después del terremoto de 1985 que sacudió a la ciudad de México, doña Berta llegó a habitar el edificio Luis Cárdenas, situado en el número 11 de la calle Licenciado Verdad, en la colonia Centro Histórico, delegación Cuauhtémoc.

A su arribo, doña Berta se convirtió en la encargada del inmueble, el cual presenta centenares de grietas de diversos tamaños a lo largo de sus paredes y fachada.

A pesar del mantenimiento que, asegura, le dan al edificio antiguo, los daños causados por el sismo del 85 y por el paso del tiempo aún son visibles.

El cuarto donde ella vive es un claro ejemplo del deterioro. Justo en la entrada de su casa se observa una grieta que atraviesa la pared, de largo mide alrededor de tres metros y de ancho entre cinco y diez centímetros.

A pesar de que, a simple vista, el muro está trozado, doña Berta se siente a salvo en el sitio que ha habitado por años.

“Yo me siento segura porque ha temblado y yo lo único que hago es pararme en los muros; todos se salen, me dicen que me salga, pero no porque me siento segura aquí adentro”, expresa la mujer.

No ha podido arreglar el daño porque la grieta abarca su pared y la de su vecina, “si yo la arreglaba, la señora se molestaba, entonces nunca lo mande a arreglar”.

Aunque cuando ocurre un temblor, doña Berta alcanza a ver cómo cae la tierra y el polvo de la grieta, no se alarma, pues después de un sismo de gran intensidad, peritos siempre acuden al edificio y después de una breve revisión se retiran, “entonces yo pienso que no pasa nada”.

Desde enero de 1986, doña Berta se convirtió en la portera del edificio Luis Cárdenas, el cual está conformado por ocho viviendas y 13 negocios o bodegas.

Es evidente el mal estado del inmueble. En todas las paredes hay grietas, algunas representan daños menores, pero hay muros que tienen grandes huecos. Las escaleras también están cuarteadas, al igual que los techos, mientras que las maderas de los pisos están rotas y desgastadas.

Falsa apariencia. Por fuera, el inmueble se ve, aparentemente, en buenas condiciones. Forma parte de la arquitectura del Centro y de su historia; sin embargo, al observar a detalle, se ven columnas ladeadas, ventanas viejas y despintadas.

En la esquina superior izquierda se alcanza a ver una cuarteadura. Los sismos pasados también tiraron partes de la fachada, las cuales no se pudieron reparar.

De acuerdo con doña Berta, cuando se requiere hacer alguna remodelación se le avisa al dueño, aunque a los inquilinos “se les acostumbró a que si querían ocupar la vivienda, ellos remodelaban a su gusto”.

Además de pagar la renta, los huéspedes desembolsan efectivo para hacer las remodelaciones que consideren necesarias en su vivienda o negocio.

“Prácticamente los trabajos que han hecho son menores, no se le ha dado un mantenimiento grande, pero a los inquilinos les toca resanar”, indica la encargada.

Según doña Berta, los daños que tiene el edificio son el resultado del desgaste por el tiempo y los temblores: “Cada que tiembla se oye cómo caen pedazos de yeso, pero no ha pasado ninguna cosa grande. Hace como 15 años se cayó parte de la fachada, pero vinieron los de la delegación y el dueño y se mandó a arreglar, de hecho se organizó para impermeabilizar la azotea”.

Para garantizar la seguridad de los inquilinos, agrega la mujer, desde que la fachada resultó dañada quedó prohibida la entrada a la azotea, “para que el mismo peso no le afectara al edificio”.

Doña Berta asegura que el inmueble sí recibe mantenimiento, pero sólo a petición de los vecinos: “Si el inquilino no nos dice que se está cayendo tal parte y necesita ser arreglada, no puedo hacer nada, pero si nos dicen ‘voy con el dueño’ él consigue una persona que lo repare”.

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