Mayra, quien por 16 años fue víctima de trata de personas, advierte que el miedo y una red de complicidades hacen posible la explotación sexual de mujeres en la Ciudad de México.

Después de que su historia fue dada a conocer por Héctor de Mauleón en una serie de columnas publicadas en EL UNIVERSAL con el título de “La esclava sexual más antigua de Sullivan”, Mayra accedió a ofrecer una entrevista en vivo con esta casa editorial.

Narró que a los 17 años fue secuestrada en el metro Chapultepec y comenzó a ser obligada a prostituirse en calles de La Merced, Sullivan y una casa de citas en la Zona Rosa.

Ella y otras jóvenes fueron tratadas con violencia por parte de las madrotas y padrotes, quienes llegaban a torturarlas y amenazarlas con castigos severos si intentaban escapar.

“Hacen que sientas realmente la muerte, te ahorcan a punto de asfixiarte, te ponen navajas y una pistola en la cabeza y si te escapas, pues es la muerte segura”, recuerda la mujer a lo largo de la charla.

Comentó que el temor es latente porque en cualquier momento les dan un golpe y te acaban o te desaparecen, “te van a tirar en algún lado, porque así sucedía; entonces, pues llega un momento en que te doblegas y pues tienes que hacer lo que ellos digan”.

Aunque intentó escapar, su padrote la encontró y la regresó al mundo criminal en el que vivía, el cual —advierte— es posible porque cuenta con la complicidad de mandos policiacos.

“Es una situación de explotación de tu vida. Eres el negocio del padrote y la madrota, y de las autoridades también porque esos comandantes están involucrados, los de Seguridad Pública”, mencionó.

Recuerda que sólo dormía tres horas al día y que la tenían encerrada junto con otras “carnalitas”, mujeres que también eran prostituidas y que casi no les daban de comer.

En un buen día llegó a ganar alrededor de 25 mil pesos, de los cuales una cuarta parte se lo quedaba la madrota, que además recibía un porcentaje de los hoteleros por el número de cuartos que alquilaban los clientes y el resto del dinero era para el padrote.

Mayra contó que un cliente que se dio cuenta de sus lesiones fue quien le ayudó a escapar y luego de eso puedo llegar con su familia, aunque decidió contarle sólo a su hermana lo que había vivido.

Fue hasta después de unos seis años cuando les reveló a sus padres la explotación de la cual fue víctima en la capital.

Ese fue uno de los momentos más difíciles de su vida, comentarle a su padre que había sido víctima de la explotación sexual durante 16 años, tiempo en el que no convivió con ellos, ni supo qué era de su vida.

En cuanto se enteró de lo sucedido, su padre le pidió que lo perdonara por haberla abandonbado a su suerte, además de que le exigió el nombre de quien la prostituyó para matarlo.

Mayra simplemente dijo que tomó la decisión de no decirle y dejar atrás el pasado para enfocarse ahora en continuar con sus estudios.

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