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Con sus 220 kilos de peso y 1.75 metros de estatura, Bantú, el único macho ejemplar de gorila de tierras bajas occidentales en México, sorprende a sus visitantes. Su pelaje es color negro y café. Se sienta sobre el pasto y se deja admirar, parece un muñeco de peluche, no se mueve, incluso hasta posa para las cámaras.

Obed del Monte, su cuidador, lo mira, levanta el dedo índice, y enseguida, Bantú se golpea el pecho con ambos puños. Todos se sorprenden y aplauden.

Este ejemplar dejó anoche el zoológico de Chapultepec con destino a la ciudad de Guadalajara, donde están dos gorilas hembras que esperan pueda “conquistar” para continuar con el proceso de reproducción de esta especie, de la que sólo existen cuatro ejemplares en nuestro país.

Las autoridades esperan que Bantú cumpla con el proceso de adaptación en lo que será su nueva casa y, posteriormente, continuar con el apareamiento. Este es el segundo intento que Bantú realizará por reproducirse, el anterior resultó fallido.

“Estuve a cargo de él desde que era bebé, hace más de 20 años. Hubo un tiempo de interrupción de siete años porque me fui del zoológico de Chapultepec, regresé y seguimos el lazo con él”, comentó Obed del Monte, quien conoce a la perfección a este primate.

Con tristeza recuerda que el entrenamiento del gorila ha sido difícil pues, el humor de Bantú es inestable, pues la mayor parte del tiempo está enojado o simplemente no quiere cooperar.

“Hay ocasiones en que no está de humor y nos avienta su excremento, su comida, tierra o ramitas. Entonces no lo obligo a que juegue o haga lo que yo quiera, mejor hago lo que él dice. Si no tiene ganas, entonces me espero un rato, luego regreso, y le pregunto si ya se calmó y si tiene ganas de hacer las cosas”.

Obed tomó un curso de etología en la universidad, por lo que tiene la habilidad de analizar y distinguir el humor y comportamiento de los animales.

Por ejemplo, cuando Bantú está muy enojado no se levanta, se queda en sus cuatro patas y se le eriza el pelaje. Si está de buen humor, el primate ronronea, camina bien, busca a su cuidador, e incluso le avienta agua. “El semblante de Bantú lo dice todo”, afirma Obed. “En cuanto llego al zoológico veo su estado de ánimo. Si me ve, se para inmediatamente, me vocaliza a través de un gruñido, yo le hablo y empezamos a interactuar un poco más, así empieza la relación”.

Obed asegura que nunca ha estado dentro de la jaula de Bantú, ya que es peligroso, por lo que la interacción es través de los barrotes de su jaula.

“A través de las rejas caben sus deditos y me alcanza a tocar la mano o el brazo. Todo es a través de rejas, no hacemos nada directamente con él porque es peligrosísimo. A los dos años, ese tipo de primates pueden tener una fuerza mucho mayor a la de los seres humanos. A esa edad no los agarramos o tocamos a no ser que sea muy necesario como que estén enfermos o algo parecido”.

El cuidador de Bantú hace diversas señas con sus manos, ya sea para que abra la boca, para que le dé la espalda o se pare. “Con el gorila trabajo el condicionamiento operante para el manejo médico, que es revisar la boca, los oídos, el corazón. Si él no quiere trabajar no trabajo con él”.

Bantú es un ejemplar nacido en cautiverio en el zoológico de Chapultepec en 1991. Sus primeros cinco años estuvo en contacto con sus papás Dinga y Mahari, que llegaron de los zoológicos de Cincinnati y Memphis en Estados Unidos.

Según la Secretaría de Medio Ambiente (Sedema), el gorila está perfecto estado de salud, por lo que tienen esperanzas de que en esta ocasión sí se dé el apareamiento. En tanto, para Obed será un año sin estar con su gorila, al que dice que lo va a extrañar.

Va tras la conquista. Ayer fue el último día de Bantú en el zoológico de Chapultepec, pues fue trasladado al zoológico de Guadalajara para su reproducción.

En México hay sólo cuatro ejemplares de gorila de tierras bajas occidentales: tres hembras —dos ubicadas en Guadalajara y una en Toluca—, y el macho Bantú aquí en el zoológico de Chapultepec.

Debido a que es una especie en peligro de extinción, los zoológicos de Chapultepec y Guadalajara firmaron un convenio mediante el cual, el gobierno de Guadalajara se hará cargo del traslado, la manutención y su cuidado durante un año con el fin de que alguna de que las dos hembras resulten preñadas.

El cuidador y entrenador de Bantú, Obed del Monte viajará con el gorila hasta Guadalajara y permanecerá dos meses con él.

“Mi actividad allá es para que Bantú tenga confianza y vea que no le va a pasar nada. Eso nos toma dos meses. Aunque el tiempo también depende de él y de las hembras que lo van a recibir allá porque el contacto primero es olfativo, luego visual y luego físico”, dijo el cuidador.

Si el contacto resulta un éxito, Obed regresará a la Ciudad de México. No obstante, en caso de que sea necesario, tendrá que regresar para apoyar con el entrenamiento de Bantú en Guadajalara.

En entrevista con EL UNIVERSAL, el director general de Zoológicos y Vida Silvestre, Juan Arturo Rivera Rebolledo, aseguró que se trata de un “préstamo reproductivo” cuyo fin es la preservación de esa especie en México.

Relató que Bantú ha estado solo y sin pareja reproductiva desde 2008. “Hace algún tiempo (en 2005) se logró traer a una hembra del zoológico de Zacango, Arila, pero no hubo química. Estuvo cinco años aquí, pero no funcionó”.

En aquel momento, un grupo de médicos veterinarios y especialistas analizaron la posibilidad de llevar a cabo un inseminación artificial con asesoría de expertos del zoológico de Nueva York. Pero tampoco tuvieron éxito.

“Ahora es la oportunidad de reproducirse con las dos únicas hembras que hay en el país”, aseguró Rivera Rebolledo.

Durante un año, se analizarán las posibilidades de reproducción de Bantú con las dos hembras en Guadalajara.

En un inicio el primate macho estará en cuarentena para que conozca su nuevo hogar, y luego habrá un tiempo de acoplamiento con las hembras.

De acuerdo con Arturo Rivera, las hembras de gorila nacieron en cautiverio, por lo que hay muchas probabilidades de reproducción.

“Lo que queremos es hacer una familia con la reproducción porque ese el propósito del programa de conservación. La cría estaría con su mamá y con Bantú, que se quedaría varios años.

La cría no se puede separar durante los primeros seis años de la mamá, tiene que vivir en un grupo familiar”.

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