México está llamado a ser una de las principales potencias económicas del mundo. Tenemos todo para lograrlo, lo sabemos. Nuestra economía puede ser una de las 10 más grandes en los próximos quince años. Y, sin embargo, crecimos un promedio de 2.5 durante los últimos 25 años. Iniciamos el sexenio con reformas fiscales que sólo buscan recaudar, con una falta de responsabilidad en las finanzas públicas y una baja inversión pública. Además hay que aumentar las consecuencias de la corrupción, la inseguridad y la falta de inclusión en la vida económica que abre las brechas de desigualdad. Una de las primeras condiciones para crecer en economía está en la responsabilidad de las finanzas públicas y en la inversión en la gente y en infraestructura. Pero este gobierno no quiere poner las condiciones para crecer más. Y para muestra: el presupuesto 2017.

El gasto público en México representa 25% del PIB. Es mucho dinero que, bien utilizado, podría ser un factor de avance para la economía. Sin embargo, la forma en la que se debate, se diseña y se gasta el presupuesto en México es profundamente opaca e ineficiente, y no nos permite crecer.

Vayamos a los números. Primero, tenemos que darnos cuenta de que el proceso de presupuestación es terriblemente discrecional e incluso arbitrario. Las estimaciones del gobierno son manipuladas sin mayor justificación por los diputados. Por ejemplo, el gobierno estimó que en 2018, el precio promedio del barril de petróleo sería de 46 dólares. Pero los diputados son optimistas y piensan que estará en 48.5. Hacienda también estimó un tipo de cambio de 18.1 pesos por dólar, pero los diputados pusieron 18.4. El resultado: mágicamente el gobierno contará con 43 mil millones de pesos más para gastar. ¿Si estas estimaciones no son correctas? ¡Pues ya veremos!

Pero bueno, supongamos sin conceder que nuestros diputados “le atinan al precio”. Esto significa que el gobierno contaría con 5.2 billones de pesos, 7% más que lo que tuvo este año. ¿Y de dónde saldrá la mayor parte de ese dinero? Del esfuerzo de empresas y trabajadores. Para gastar más, el gobierno recaudará 8% más por concepto de impuestos, lo que significa pasar de 2.7 a 3.0 billones de pesos. Ahí vendrán 1.5 billones de ISR, 0.9 billones de IVA, 0.4 de IEPS (0.266 gasolinas) y otros impuestos. ¿Apretar el cinturón fiscal a empresas y personas frena la economía? Sí, pero no importa: el chiste es tener dinero público a manos llenas en año electoral. De hecho, para que alcance también se está previendo un endeudamiento por 500 mil millones de pesos. “El último paga”, y “el último” siempre es el ciudadano.

Y qué van hacer con ese dinero. Pues no mucho. Veamos: de los 5.2 billones de pesos, 3.7 billones de pesos se van al gasto programable. De ese monto, 63% es gasto corriente (sueldos y prestaciones de servidores públicos de todos los niveles), 21% es para el pago de pensiones y jubilaciones… y ¡sólo el 16% es para inversión! No esperemos mejores carreteras: sólo para mantenimiento se necesitan 20 mil millones y se invertirán 8 mil millones. Tampoco mejores hospitales: habrá una caída de 5% en inversión en salud. Al mismo tiempo, siguen creciendo gastos injustificables como el financiamiento público a los partidos políticos que propusieron “donarlo” para los sismos. Pero ya se se les olvidó… y parece que a la sociedad también.

Crecer en economía exige un mejor presupuesto. El gobierno debe analizar qué impuestos están resultando más contraproducentes. Debe ajustar su gasto, con recortes a partidas que ya no tienen razón de existir y aumentar la inversión. Hay que revisar duplicidades e ineficiencias que, seguramente, tienen explicaciones políticas y no económicas detrás. Total, el presupuesto está más relacionado con las próximas elecciones que con dar certezas a la economía para poder crecer más.

Abogada

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