Cuando el PRI regresó a la Presidencia de la República en 2012, la violencia iba a la baja. Había enormes retos, agendas pendientes y cosas que corregir, por supuesto. Pero los datos hablaban por sí solos. Hoy ocurre lo contrario: el crimen se fortalece y el Estado se debilita, y por eso los mexicanos vivimos con miedo a la inseguridad y a la delincuencia.

Es cierto que oímos muchas cosas, eso sí: “coordinación”, “inteligencia”, “prevención”, “Gendarmería”. ¿Cuál ha sido el resultado? Que estamos peor que nunca, porque el gobierno abandonó a las instituciones de seguridad y justicia. Abandonó a la Policía Federal, que no ha crecido ni en número de integrantes ni en capacidades ni en recursos. Abandonó también a las Fuerzas Armadas, porque tampoco han incrementado su número ni han recibido el equipo ni el presupuesto necesarios. Y qué decir del sistema de justicia. El gobierno ha dejado naufragar la reforma de Seguridad y Justicia: hoy sigue siendo tanto o más difícil para cualquier ciudadano denunciar un delito y recibir justicia.

Comparto algunas de las soluciones que se han desarrollado.

Uno, rescatar al gobierno y ponerlo otra vez al servicio de los ciudadanos. Se dice fácil, pero si queremos recuperar la seguridad, hay que tener un gobierno valiente, dispuesto a enfrentar la delincuencia. Y las prioridades se notan en el organigrama y el presupuesto. El gobierno actual del PRI desapareció la Secretaría de Seguridad Pública y la puso bajo el control político de Gobernación, con los resultados que hoy vemos. Y en términos de gobierno, de política de Estado: la forma sí es fondo, así es que el organigrama lo dijo todo, para este gobierno era un problema más de una Secretaría de Estado. Una de las soluciones sin duda es crear una Secretaría de Seguridad Ciudadana, con capacidades y presupuestos reforzados, abierta al escrutinio de las organizaciones sociales, y que ponga al ciudadano en el centro de la política pública de seguridad.

Dos, rescatar las instituciones de seguridad y de justicia. Aquí hay que actuar ya, para fortalecer la Policía Federal en integrantes, capacidades y equipamiento. Se fortalece la policía, atendiendo al policía como persona en términos de entrenamiento, control de confianza, profesionalización y carrera policial. Y también se fortalece mirando la propia policía como corporación, a fin de crear un Sistema Nacional de Policía, que homologue condiciones laborales y de conocimiento. Cualquier policía debe tener la misma oportunidad para escalar profesionalmente, pero también deben instaurarse unidades de asuntos internos que verifiquen las instituciones policiales, ya que un policía honesto, que entra a una corporación corrupta, muy pronto deja de ser policía, o deja de ser honesto.

Y tres, rescatar a la sociedad con políticas de seguridad bien pensadas, basadas en evidencia que tengan el acompañamiento de las organizaciones de la sociedad civil. Políticas de prevención del delito que sí funcionen, no como la farsa del hoy extinto Pronapred, que nos costó más de 10 mil millones de pesos sin que nadie rinda cuentas. Y, sobre todo, una política de Estado para acercar la justicia al ciudadano, para que cualquier persona pueda denunciar y recibir apoyo real de la autoridad ante cualquier problema, conflicto o delito.

Construir la seguridad no será una tarea fácil ni rápida. No hay soluciones mágicas: la inseguridad no se resuelve con la llegada de “alguien” como asegura López Obrador, ni con la omisión y evitando hablar del tema como lo ha hecho el PRI. Requiere de un esfuerzo de todas las instituciones y es una tarea básica que debe iniciar ya: tener policías, ministerios públicos y jueces honestos, profesionales y al servicio de la gente. En ello se juega el futuro de México.

Abogada

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