Celebramos 208 años de vida como nación independiente. Por eso comparto con ustedes una breve reflexión histórica sobre los jesuitas y su papel poco reconocido como precursores intelectuales de la Independencia.

Recordamos el 15 de septiembre y el “Grito de Dolores” como la fecha y el evento que dan inicio a esta lucha. Pero en realidad se trató de un movimiento que inició en el terreno de las ideas, y los jesuitas tuvieron un papel muy importante antes de las primeras batallas del cura Hidalgo en Guanajuato.

Las ideas protonacionalistas se remontan a finales del siglo XVI. En los siglos XVII y XVIII llegó a Europa el despertar de la filosofía racionalista de Descartes y otros pensadores. Pero en México, esos libros estaban al alcance de muy pocos. Eran obras que llegaban por contrabando y en pocas cantidades. Por eso en México, unos importantes difusores de la ilustración fueron los jesuitas. Su labor educativa, que es universalmente conocida, les permitió ir transmitiendo estas ideas a través de las clases, sin necesidad de escribirlas por el riesgo que corrían frente a la inquisición. Esta orden dominó la educación superior en los reinos de España, enseñaron teorías que no fueron muy del agrado de los Reyes y propusieron en sus clases una especie de democratización del poder público.

Los jesuitas comenzaron a manejar un concepto muy importante: la nacionalidad. ¿Qué eran los nativos de la Nueva España? No eran españoles. Tampoco eran indígenas. Se trataba ya de una una nación distinta: la mexicana. En esa reflexión estaban, cuando en 1762, expulsaron a los jesuitas de España y sus colonias. Pero sus ideas eran ya inexpulsables.

La Compañía de Jesús era muy querida por el pueblo y ya habían plantado la semilla de las ideas sobre la nacionalidad, que plasmarían en muchas obras escritas desde el exilio. Francisco Javier Alegre, Juan Luis Maneiro y, desde luego, Francisco Javier Clavijero fueron jesuitas destacados que reflexionaron profundamente sobre el significado de ser mexicanos en términos de historia, cultura e identidad.

Las ideas de los jesuitas influyeron, por ejemplo, en dos protagonistas de la lucha por la independencia. En Valladolid —hoy Morelia—, un alumno destacado de los jesuitas fue el seminarista Miguel Hidalgo. Otro alumno, llamado José María Morelos, estudió bajo el rectorado de Hidalgo, en el Colegio de San Nicolás, fundado por otro precursor de México: Vasco de Quiroga.

Desde luego, hubo muchos otros factores históricos, económicos y políticos mucho más conocidos y analizados que detonaron esta lucha, como la Revolución Francesa, la Independencia de Estados Unidos y las guerras napoléonicas y sus consecuencias para España. En 1808 se enviaron diputados de Nueva España para la elaboración de la Constitución de Cádiz. Y es que los herederos de aquella educación jesuítica defendieron los derechos de la nación mexicana lo mismo en Cádiz que en Apatzingán e Iguala.

Es innegable que los jesuitas construyeron desde las ideas y la educación el camino para la independencia de México y es justo reconocerles su papel como precursores intelectuales de nuestra Independencia.

POR CIERTO. Grandes episodios de la historia de las naciones empiezan muchas veces con ideas que se siembran en las mentes de los estudiantes en un salón de clases. De ahí que sea imposible exagerar la importancia de la educación. A través de ella se transforman realidades, para bien y para mal, porque así como las gestas libertarias que hoy honramos tuvieron sus maestros, sus textos y sus autores, también las dictaduras han encontrado en el control educativo una vía para propagar sus ideologías y sus controles. Cuidemos que la falta de debate y el desprecio que hoy vemos por la calidad educativa no esconda el propósito de cambiar la educación para reducir las libertades.

Abogada

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