“Es un río humano escurriendo de sur a norte, de este a oeste. Una entramada de torrentes arroja otros peregrinos en carrera contra el hambre y la pobreza (y la violencia).

Son las venas abiertas de América Latina que aún se niegan a sanar. … es la pobreza violada en su dignidad que se ha volcado a la migración …

P. Flor María Rigoni,

“Nuestra Shoah olvidada”

Escribo estas líneas desde Filadelfia, porque fui invitada por alumnos de la organización “Convergencias” a dar una conferencia a la Universidad de Pensilvania. Además, tuve la oportunidad de volver a visitar las instalaciones de “Puentes de la Salud”, una organización extraordinaria, donde médicos de alto nivel brindan atención integral a migrantes, así como capacitación en inglés, ayuda a tareas escolares y talleres de arte para niños y adolescentes. La caravana de migrantes centroamericanos que llegó a México fue un tema que se hizo presente en las conversaciones con los jóvenes.

La caravana requiere de una respuesta que no puede ser tan simplista como lo que se han declarado las autoridades formales (que parece que ya no quieren serlo) y entrantes (que parece que no saben cómo serlo). Los dos presidentes —el Constitucional y el electo— se contradicen al afirmar por un lado que si los migrantes tienen documentos, se les dejará pasar (como si fueran 10 personas y no 7 mil) y por el otro que les darán visas de trabajo. Y una se pregunta: ¿se les darán visas de trabajo a todos?, ¿a los niños que viajan solos también?, ¿a las abuelas? Y además de las visas, ¿habrá algo más?

La respuesta tiene que ser integral y creativa. Presento para su discusión algunas propuestas de corto, mediano y largo plazo:

1. Crear una comisión encabezada por México, en la que participen Estados Unidos, El Salvador, Honduras y Guatemala.
2. Que la ONU ayude de manera proactiva, sin que sus acciones se traslapen con las de las autoridades y ONGs.
3. Realizar un censo integral de la caravana para conocer las necesidades de cada grupo que la compone, que van mucho más allá de “visas de trabajo”.

4. El trato debe darse de manera diferenciada y urgente, por ejemplo: a niños y adolescentes tanto no acompañados como los que vienen con alguno de sus padres.
5. Los albergues que existen, como las casas de albergues para migrantes, deben ser inmediatamente reforzados por el Estado mexicano para que puedan prestar atención especial.

6. En México hay organizaciones extraordinarias que pueden intervenir en este momento de manera directa. Habrá algunas que se pierden en el activismo demagógico, pero la gran mayoría son organizaciones serias, que con pasión trabajan en favor de un trato digno a los migrantes.

7. El orden y la legalidad no están peleadas con la empatía, la justicia y el respeto a los Derechos Humanos. Los mensajes desde el Estado mexicano tienen que ser comprensivos y rechazar la violencia contra los migrantes.

8. No cabe el discurso de odio. Sacará lo peor que tenemos como seres humanos si insistimos en él. He leído con preocupación —pero no con sorpresa— la gran cantidad de denostaciones y expresiones discriminatorias contra centroamericanos que están no sólo fuera de proporción, sino que reflejan poca caridad y pobre calidad humana. No hay razones para la discriminación, menos para con quienes compartimos idioma, historia y —en una inmensa mayoría— hasta la misma fe.

Insisto en señalar que confío en el Derecho, en el deber de nuestro país de proteger la seguridad de los ciudadanos y en la vigencia de la legalidad. Tenemos los suficientes instrumentos y recursos para enfrentar este reto, con respeto a los Derechos Humanos. No podemos olvidar la generosidad y la solidaridad que muchas veces nos han caracterizado como mexicanos.

POR CIERTO. Son tales las preguntas sin responder y la cantidad de declaraciones encontradas de la consulta “pública” (en realidad es privada) que más que un ejercicio organizado por un gobierno democrático, parece una consulta de kermés. 

Abogada

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