Semana difícil para nuestro país. La naturaleza nos recuerda que negar el cambio climático es ridículo. Los huracanes han sido muestra del desprecio de los seres humanos al cuidado del medio ambiente. Lamentablemente, los huracanes no fueron nuestras únicas preocupaciones.

El terremoto del jueves nos hizo recordar el de 1985. Las explicaciones de científicos pronto disiparon dudas sobre por qué este fuerte temblor no provocó la devastación en la Ciudad de México. Además de la lejanía del epicentro, una de las razones es que han cambiado para bien los códigos de normas de construcción. Las lecciones del 85 fueron grandes. Es fundamental que se refuercen los controles sobre la obra pública, hoy plagada de corrupción y negligencia. Y como lo he dicho: no sólo hay que cuidar la construcción de las obras, sino también el mantenimiento para que pueda resistir embates de sismos, huracanes y otros fenómenos naturales. No debe escatimarse recurso en reforzar las obras ni en su mantenimiento.

Pero Oaxaca y Chiapas tuvieron mayores consecuencias que la CDMX. No sólo por estar cerca del epicentro del temblor. La desigualdad económica y social entre el norte y el sur, entre las zonas urbanas y las rurales se refleja también en los efectos del terremoto. Hoy el sur llora más de 90 muertos y sufre en mayor medida los daños que dejó este desastre natural. Juchitán, esa tierra mágica del Istmo que tanta identidad y vida le da a Oaxaca y a nuestro país hoy necesita del apoyo y la solidaridad de todos nosotros. Y con Juchitán nombro también todas las comunidades cercanas que han perdido todo. Es indispensable apoyar a Chiapas y Oaxaca para proceder también a la reconstrucción.

Por otra parte, tuvimos una sacudida internacional importante provocado por el gobierno de EU: la decisión de poner fin al programa DACA, que protegía a 800 mil jóvenes y que corren el riesgo de ser deportados. La mayoría, además de estudiar, tiene su seguro social, paga impuestos y trabaja honestamente. El 70% son mexicanos. Esta medida es cruel —como dijo Obama— y atenta contra la prosperidad, la justicia y el sentido común. ¿Qué país expulsa a miles de jóvenes trabajadores, estudiosos, bien preparados sin haber cometido delito? Es un fracaso moral de un país que siempre se ha manifestado como una tierra de libertad.

Pero hay amigos de México en EU (empresarios, alcaldes, congresistas, etc.) que han manifestado su condena a esta decisión. Somos muchos los mexicanos que nos unimos para pedir también al Congreso de EU que encuentre lo más pronto posible la manera de legalizar a estos dreamers, que llegaron a EU cuando eran niños acompañando a sus padres. México debe brindarles todo el apoyo para que se queden con sus familias. Muchos no saben español, se sienten parte de EU, aunque quieren mucho a México; desean quedarse allá y México les debe ayudar porque son mexicanos. Extraña la falta de solidaridad de López Obrador y la tibieza con la que el gobierno mexicano lamentó esa medida. No hubo reacción firme de la Cancillería, como sí la hubo, por ejemplo, con la inopinada expulsión del embajador de Corea del Norte. Se entiende que México se ocupe de temas geopolíticos globales, pero ¿de esa manera?, ¿más que cualquier otro país?, ¿por qué nos enojamos más que con la amenaza de la deportación de cientos de miles de mexicanos?

POR CIERTO: Dos notas en dos fotos sobre el temblor: 1. Los centroamericanos migrantes ayudando con palas a remover escombros para salvar a mexicanos en Oaxaca y Chiapas. Nos recuerda que la solidaridad y la humanidad no tienen fronteras. 2. La Bandera de México levantada, por Don Ángel, entre los escombros del Palacio Municipal de Juchitán, que se acompaña con la frase “No estaba dispuesto a ver la Bandera entre los escombros” … Nos recuerda que en desafíos siempre hay un sentido de “Patria” que levantará a México.

Abogada

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